El hombre nace bueno y la mujer lo corrompe…

Zoila Isabel Loyola Román

Para Jacobo Rousseau, “el hombre nace bueno, la sociedad lo corrompe” y nosotros siguiendo la misma tónica de encontrar culpables de la corrupción del ser humano decimos a manera de chanza que el hombre nace bueno y la mujer lo corrompe…

Una de las grandes paradojas de la filosofía oscila entre que el ser humano es bueno como los ángeles o malo como los demonios, y de aquí se derivan diversas posturas, desde siempre enfrentadas.

Parece tener razón Rousseau, cuando al mirar a nuestro alrededor vemos que nunca antes ha sido tan verdad: el egoísmo, el consumismo desquiciado, el individualismo, la importancia de las apariencias, del qué dirán, la caída estrepitosa de los valores, el amor que se “hedoniza” reduciéndose a simple mercancía y placer.

El ser humano no escoge su condición, nace amo o esclavo, sano o enfermo, pobre o rico… y solo la libertad, que es tarea, le plantea anhelos, tensiones y riesgos, a la vez permite a las personas desarrollarse y ser protagonistas de sus propios destinos. Esa misma libertad permite al individuo alcanzar su realización como persona por medio del uso de dos facultades: la inteligencia que conoce la verdad y la voluntad que puede reconocer y querer el bien. Es la libertad la que convierte al humano en un proyecto: lo que soy hoy y lo que seré mañana depende de mi manera de entender y enfrentar el mundo, esa posibilidad de ser responsable de la forma cómo viviré mi condición humana.

Humanos tan buenos o tan malos, ¡yo no lo sé!, son capaces de dar hasta su vida por los demás, hay quienes llevan a cabo obras llenas de esperanza, más allá de guerras, odio, rencor, y viven plenamente valores fundamentales. ¿Será tal vez por la huella que cada ser humano lleva en su corazón? La esperanza que da el amor y que es eterna. (O)

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