La inteligencia artificial y la revolución de la educación

NECESARIO. Hay que garantizar una utilización inclusiva y equitativa de la IA en la educación.
NECESARIO. Hay que garantizar una utilización inclusiva y equitativa de la IA en la educación.

La inteligencia artificial (IA) parece inundar todo recientemente. Desde nuestras asistentes virtuales Alexia y Siri, hasta la recomendación de compras en Amazon, o de películas a visualizar en Netflix, o de las vacaciones a disfrutar en eDreams, todo pasa por un algoritmo.

Sin embargo, el futuro cohabita con nosotros desde hace años. Esas visiones tremendistas y apocalípticas repetidas en culturas diversas, desde la Maya a la Pre-Colombina, pasando por Zaratustra, Nostradamus, Confucio o Rapa Nui, son una realidad desde hace al menos 20 años. Y el futuro es tecnológico e interconectado. La tecnología, la inteligencia artificial e Internet consiguen sacar lo mejor y lo peor del ser humano, realizar cosas impensables para un ser humano. Permiten monitorizar, evaluar y controlar la vida de las personas.

La tecnología y la IA permiten, aunque con su aportación indiscutible, para bien y para mal. En un mundo marcado por el código binario, donde únicamente existe blanco o negro, izquierda o derecha, correcto o incorrecto, y donde sistemáticamente se nos empuja a un posicionamiento polarizado sin escala de grises, la automatización tecnológica conjuga esa binarización como nadie, al ser el binario su lenguaje nativo.

El Dato
En los próximos años, los docentes recibirán ayuda de la inteligencia artificial, con el fin de mejorar la interacción con los alumnos.En este contexto, resulta importante el gradiente de colores entre los dos extremos. Un criterio que permita analizar y actuar conforme a las convicciones propias, posibilidades del contexto y las necesidades, y evaluar lo conseguido.

El papel de la universidad

Tanta intrusión digital está marcando el carácter no de una generación, sino de una civilización entera. La universidad juega aquí un papel determinante, más aún si son instituciones online, que necesitan vivir y aplicar de forma práctica todo este ecosistema. La universidad ayuda a impulsar esos criterios y a definir esos acuerdos de forma equilibrada y beneficiosa para todas las partes implicadas, desde el sistema educativo, pasando por la empresa, hasta la sociedad en general.

La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) cuenta con diversas iniciativas que trabajan con inteligencia artificial y educación, como la Cátedra IBM-UNIR en Ciencia de los Datos, la Cátedra Unesco en eLearning, el Instituto de Investigación, Innovación y Tecnología Educativas (UNIR iTED), y el Máster en Visual Analytics.

Estos grupos laboran en la estimación de abandono, la predicción del comportamiento del usuario, la caracterización del estudiante o la recomendación de itinerarios personalizados; todos ellos, elementos fundamentales para la aplicación de un cierto grado de inteligencia artificial de forma útil y equilibrada en el sistema educativo.

Ciertamente, Internet, la inteligencia artificial y la tecnología suponen un riesgo, así como una gran oportunidad, también para la universidad. Pero únicamente la persona, concebida con sus grandezas y sus miserias, con sus esperanzas y sus arrepentimientos, con sus ideas y sus flaquezas, es capaz de aportar sensatez al gran oráculo que nos persigue diariamente. Internet y la tecnología aportan también matices y posibilidades, capas de entendimiento de una realidad según comportamientos personales, grupales y sociales, según unos datos que adquieren diversos significados de la manera en que se agrupen, se lean, se compartan y se interpreten.
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significado. La IA es la combinación de algoritmos para crear máquinas que presenten capacidades similares a la del ser humano.
significado. La IA es la combinación de algoritmos para crear máquinas que presenten capacidades similares a la del ser humano.

Saber manejarlo

El factor humano es lo que nos permite depurar la automatización de las máquinas del toque personal de cada uno; lo cual aporta sensibilidad y cercanía a los procesos activos pero inanimados, sin alma, que una aplicación software, un sistema experto o una analítica de datos fríos pueden ejecutar. Nosotros, en grupo e individualmente, nacemos con ese don.

Somos personas, almas, intelectos, pasión, garra, fuerza, compasión, empatía, productividad y mil grises entre medias. Para bien y para no tan bien.

En nuestras manos está saber utilizar nuestro don único en un objetivo digno y dignificante, en aportar esa esencia humana al progreso inevitable de un mundo digital, un mundo cognitivo y predictivo que, dentro de nada, nos dirá lo que necesitamos o deseamos en cada momento, antes incluso de que podamos llegar a sentirlo.