Justicia es ciega, tremenda ironía

ATILIO RUGEL ALBÁN

Comienzo expresando que la tibieza es signo de debilidad. La distancia entre la prudencia y la tibieza es la misma que media entre la audacia y la cobardía. El que permanece callado ante la tiranía, avala la represión y el asesinato de los opositores. Al fin y al cabo, el que se aferra a la tibieza no merece la libertad. Un pensador universal decía: “Que la verdad es una sola y no se la puede fragmentar y si para llegar a ella es necesario escandalizar, que se escandalice; pero que siempre brille en el horizonte de los países libres”.

También me hago eco de las palabras del escritor Nietzsche que decía: “Cuando enfrentamos las adversidades y esto nos lleva al sacrificio si no es posible vivir con orgullo debemos morir con orgullo”. Los ecuatorianos después de mirar impacientes de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, de mirar tantas injusticias que viven las clases desposeídas, debemos fortalecer nuestro interior y tener el coraje y un alto espíritu bañado de civismo para luchar contra unos cuantos aventureros, que viven la dicha de disfrutar de dinero mal habido y ganado no con manos limpias sino inmundas.

La vida tiene sus ironías y una de ellas es que se presenta a una dama con los ojos vendados que sostiene una balanza que representa el equilibrio de las decisiones de hombres y mujeres de carne y hueso, y muchas veces más pecadores que los que infringen la Ley. Quiero expresar que esta dama representa a la Justicia para sancionar, no con los entreveros de la Ley que muchos ni siquiera la conocen bien, sino por el favor del dinero que llena sus bolsillos, cuentas bancarias que van a nombres de familiares y muchas propiedades, exonerándose del pecado mortal de aparecer como víctimas, cuando los ecuatorianos conocen que se enriquecen con la velocidad del soplo del viento.

Al fin y al cabo eso, a través del tiempo, es una tradición pero no se puede permitir que los juzgadores tengan una montaña de pecados que llegan al extremo de convertir en víctimas a quienes caen por desgracia en sus garras. No es que los juicios se resuelven aplicando el contexto de la Ley, esto se lo hace con los amarres a través de intermediarios que reciben las manos llenas con dinero que luego se reparten entre jueces, fiscales, abogados acusadores y defensores y otros participantes de menor escala.