Visa

Santiago Armijos Valdivieso

Es conocido que el problema venezolano desde hace rato se convirtió en una tremenda dificultad para Sudamérica y por supuesto para el Ecuador. Basta ver la precaria situación de cientos de miles de hermanos venezolanos que deambulan por calles, plazas y puentes de muchas ciudades ecuatorianas. Particularmente en Loja, las calles céntricas están marcadas por cuadros dolorosos de madres en andrajos, quienes levantan sus manos para pedir caridad y simultáneamente dan el pecho a sus hijos llorosos, torturados por el hambre y las inclemencias del clima. Las esquinas con semáforos, en las que la congestión vehicular revienta, son albergue de padres desesperados que junto a sus pequeños se juegan la vida por una limosna y los lojanos respondemos con misericordia entregando alguna moneda, aunque sabemos que con eso no se soluciona el problema.

El asunto es que estos desgarradores cuadros humanos van en aumento en todo el Ecuador gracias a que el inefable dictador Maduro sigue en el poder, gritando que en Venezuela no pasa nada y que su “brillante” mandato está más seguro que nunca.

Ante esa lamentable situación en la que no se vislumbra una pronta solución, agravada con el pasar de los días, el gobierno ecuatoriano, al igual que los de Chile y Perú, se ha visto obligado a solicitar VISA a los venezolanos, lo cual, siendo doloroso, es una medida responsable y justificada, dado que la capacidad ecuatoriana ante el problema migratorio tiene límites y está colapsando. No obstante, resulta necesario planificar un corredor humanitario para facilitar el tránsito de los llaneros a otros países más grandes que los puedan albergar. En lo de fondo, ojalá la terrible pesadilla madurista acabe pronto y sea solamente un terrorífico recuerdo, superado por Venezuela y por toda Sudamérica. (O)