Nuevo mundo

POR: Fausto Jaramillo Y.

Los medios masivos dejaron de ser masivos. Hasta hace un par de décadas, la ciudanía buscaba afanosamente estar informada y para ello estaban los noticieros de radio y de televisión. Hoy en día, nadie, o muy pocos ciudadanos acuden presurosos a escuchar o mirar estos programas. El resultado obvio es una ciudadanía desinformada.

Jóvenes e incluso adultos afirman que este fenómeno no tiene importancia, pues, las tecnologías de información y comunicación (TIC’s) los están sustituyendo y que lo harán mejor que los medios masivos, pero, la verdad es que están equivocados. Umberto Eco, filósofo y catedrático italiano, hace poco fallecido, afirmaba precisamente lo contrario, las plataformas informáticas son el vehículo favorito de personajes sin cultura, sin educación, que en sus mensajes dejan escapar sus bajas pasiones y sus frustraciones.

Los pódcast, los medios electrónicos y, en general, los medios alternativos, con muy pocas excepciones, son el lugar de difusión de opiniones que no caben en los medios tradicionales y nada más. Allí, no se investiga, apenas se opina con la esperanza de que lectores tan desinformados como ellos, los crean y cumplir así sus anhelos de cinco minutos de fama. Cifrar las esperanzas en un país más y mejor informado gracias al Facebook, al Instagram, al Twitter o a cualquier otro medio usado en las redes sociales, es, por ahora, un acto de ingenuidad.

Para acabar de completar un panorama ya preocupante, los medios tradicionales como la prensa escrita, las revistas, la radio y la televisión, desde hace unos años fueron víctimas favoritas de ataques permanentes de políticos y politiqueros, verdaderos ejemplos provenientes de los populismos de derecha y de izquierda. Los políticos de ese tipo quisieron y quieren todo el tiempo, que la prensa les sea favorable y como eso no es posible, no vacilan en emprender la cruzada desacreditadora de la prensa llamándola corrupta y manipuladora, y claro, debemos reconocer que tuvieron éxito. Esos políticos no buscaban la verdad ni la educación de sus pueblos, en realidad, ellos querían y quieren que la ciudadanía no conozca sus actos, que la ciudadanía no esté informada de sus trafasías y, por ende, no pueda juzgarlos.

El resultado obvio es una ciudadanía desinformada, sujeta al vaivén de las pasiones desatadas en las redes sociales, de sus rumores y de sus noticias falsas. Un mundo en donde los periodistas y analistas son sustituidos por tuiteros e influencers que no rinden cuentas a nadie. Un mundo en donde nadie investiga ni verifica. Un mundo levantado en un pantano de mentiras y de odio.