Un nuevo Ecuador

POR: José Albuja Chaves

Parece que vivimos días de tormenta social que a veces, sin desearlo, evocamos al infierno de Dante, queriendo expiar así nuestras culpas y pecados acumulados. Es que se nos robaron diez años de nuestra historia para darnos escribiendo otra de convulsiones, ráfagas y truenos, en medio de una mar enfurecida consigo mismo y sus contornos llenos de fragores.

Un tirano, queriendo emular los mitos y deidades de la Grecia, se creyó por encima del bien y del mal y pasó a competir con el mismo sol y el universo dirigiendo su creación, su destino y hasta su destrucción. ¿De dónde provino tanta infamia acumulada en su interior desequilibrado y exhalando como una luz siniestra por unos ojos en espasmo fijo y taladrante?

Diez años llenos de mentiras, engaños, compulsiones, formando rebaños con los dineros de un pueblo absorto e hipnotizado, hicieron que se pierda el rumbo de una nave que, ciertamente, caminaba de tumbo en tumbo, pero por lo menos acumulando valores y cierta identidad capaz de trasladarla a las siguientes generaciones.

Se cambió todo de un tajo y el corazón ardiente solo reverberaba con la danza del dinero en unas mentes de fiebre y escalofrío en ictus e implosiones subintrantes.

Se nos robaron la historia, la geografía, la ética, el lugar natal, y los valores inmanentes, para enseñarnos a amar el becerro de oro expresado en obras faraónicas y deslumbrantes, casi todas con gran condumio y voracidad, como para convertir a reyes y secuaces en portadores de títulos adquiridos bajo presiones y pedidos lastimeros, con destino a descansar en un museo despreciable muy al estilo de tiranos en jarana permanente.

Hoy se fugan porque son “perseguidos políticos” y se atreven a usar y ampararse en derechos que antes denostaban.

Pero nada es eterno en la faz de la tierra, algún día un nuevo sol alumbrará nuestros días arrebatados en boato. Y ello depende de nosotros. Y de la juventud que debe asumir retos para formular una nueva historia. La de la dignidad de un nuevo Ecuador.