Democracia, cultura y barbarie

Una tendencia dominante en el mundo de hoy es la aspiración a la democratización. La democracia se ha convertido en la solución del momento, el anhelo que todo lo domina, el modelo general. Nadie se resigna a renunciar a la democracia, ni aun en medio de las peores crisis. Hacerlo nos llevaría a la barbarie.

Un país, como es el caso de Ecuador, puede ser destrozado por el peor de los desastres naturales; puede sufrir los más duros golpes a su economía; puede constatarse en su sistema institucional la más degradante corrupción, nadie piensa en violentar el proceso democrático. Sí se piensa que sin justicia no hay democracia.

Pero en donde la democracia se ha convertido en hecho, en forma dominante del modelo político, pronto se hace visible una importante circunstancia: la conexión entre democracia, justicia y cultura. La democracia es tanto más frágil, insuficiente y superficial cuanto más bajo es el nivel cultural de la sociedad y la precariedad del sistema judicial.

Ortega y Gasset decía que toda civilización recibida es fácilmente mortal para quien la recibe. Porque la civilización -a diferencia de la cultura- es un conjunto de técnicas mecanizadas, de excitaciones artificiales o de lujos que inoculados a otro organismo popular son siempre tóxicos, y en altas dosis mortal.

La cultura atañe a lo espiritual, la civilización a lo material. Sin embargo, que alguien que se echó en el bolsillo millones de dólares ilegítimamente fuera encauzado y condenado y ya esté en la calle, sin cumplir la condena con el rigor que el delito exigía, es un acto de barbarie


El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad”. Giovanni Papini Escritor italiano (1881-1956)

No mires nunca de dónde vienes, sino a dónde vas. Pierre Augustin de Beaumarchais Poeta dramático francés 1732-1799)