El Ecuador que no queremos

Carlos Freile

La gran mayoría de ecuatorianos no queremos una patria enferma de varias dolencias asquerosas que unos pocos iluminados nos quieren contagiar, quién sabe por qué motivos. No queremos un Ecuador en que el asesinato de niños no nacidos sea considerado un progreso; ni uno en que los violadores queden tan campantes después de cometer su execrable crimen.

No queremos un Ecuador en que los impulsadores de una reforma ajena a nuestra tradición cultural obran con violencia de palabra y obra, insultan y agreden. No queremos un Ecuador en que la mentira y la manipulación de datos se usan con toda desfachatez para apoyar una propuesta a la que la mayoría ha dicho no, aunque los farsantes afirmen lo contrario. No queremos un Ecuador en que se dicen medias verdades o se ocultan realidades para desprestigiar a otros; podría dar decenas de ejemplos surgidos en los últimos días.

No queremos un Ecuador en que los iluminados rechazan a voz en cuello ciertas imposiciones coloniales y aceptan otras sin mencionar su condición de programas impuestos por los poderes supranacionales.

No queremos que los fabricantes de muñecos de paja (merefiero a la conocida falacia lógica) engatusen a los ingenuos o a los ignorantes con la adulteración del presente y del pasado de ciertas instituciones o con la caricaturización de motivos, causas y orígenes de luchas combativas por la verdad o la vida.

No queremos un Ecuador en que a un ciudadano se le quite el derecho a opinar por creer en una religión; ni uno en que se confunde Estado con sociedad, opinión pública con parecer de cuatro privilegiados; ni uno en que predomina el sentimentalismo manipulado frente a la razón.

Ya hace más de un siglo una minoría impuso a todos una visión del Estado contraria a las convicciones mayoritarias (de esos polvos vienen estos lodos) con la fuerza de las armas y la ayuda extranjera, esa sí no rechazada como colonialista. No queremos un Ecuador en que esas formas antidemocráticas se vuelvan a imponer con prepotencia y dólares. Y vengan palos.

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