Reformarnos para reformar

Nicolás Merizalde

Todos los días se va haciendo país. Pero como todo en la vida, unos más y otros menos. El martes, 17 de septiembre, fue uno de esos que dejan marca, la Asamblea Nacional dejó claras sus prioridades, atributos, miserias y flaquezas; nos refleja ostensiblemente bien, aunque no queramos admitirlo. Las reformas al COIP son más que esa discusión tergiversada del aborto, que el país deberá enfrentar con mayor seriedad y con menos de esa rabia cegadora en los unos y la taimada perspectiva de los otros. Creo, que en un Estado laico también las personas de fe son dignas de ser escuchadas y el intento de denigrar su opinión me parece igual de autoritario que otros actos de ‘ultraderecha’; me molesta ese aire de superioridad con el que enfrentamos las discusiones. No hay diálogo posible, ni acuerdo razonable por esa vía.

Pero también hay más cosas. Hoy somos un país que permite el consumo de marihuana medicinal. Un país que ha decidido permitir que el comercio con hidrocarburos en la frontera, (lo que en buen romance es contrabando) haya dejado de ser delito. Ese gusto tan nuestro, de dispararnos el pie. Y un país donde los políticos se encubren para que los preciados bienes que manaron de la corrupción no sean incautados. Quizás esto sirva, para que el ciudadano común tome en cuenta la utilidad de las leyes, la importancia de los legisladores, y el valor de su voto.

La Corte Constitucional también brilló por detener el pedido de consulta del prefecto del Azuay que parecía más bien un acto de populismo buenista antes que el intento de una propuesta seria. Que no seamos parte de la Unasur ha sido otra buena noticia, a ver si entendemos que la integración no debe tener manchas ideológicas para que funcione. Y por último está el robo masivo de datos, una tragedia silenciosa de la que no somos conscientes y que de seguro no acaba de pasar cola.