Marcha de la dignidad y el civismo

ATILIO RUGEL ALBÁN

Cuando no alcanzamos un grado de madurez suficiente porque hemos llevado una niñez y adolescencia sin el debido control y la falta de haber aprendido valores fundamentales para hacernos ciudadanos de bien amantes de la verdad y cultivadores del don más sagrado de las personas que es el honor, entonces nos convertimos en esclavos de situaciones que obedecen a procedimientos conductuales ambivalentes, que hacen variar el carácter y que para que me entiendan metafóricamente es como el día que brilla con un sol radiante y luego se torna nublado.

He escuchado por los medios de comunicación que se hace una invitación al pueblo de Esmeraldas, a que se sume a una marcha de protesta contra las autoridades gubernamentales y cuyo objetivo es llamar la atención que se merece Esmeraldas, porque todos sabemos que este es el último intento que puede llevarnos ‘a un paro provincial’, luego de haber agotado todos los medios de diálogo y haber sido víctimas de engaños tras engaños que han hecho rebosar el vaso de la paciencia y colmaron nuestra capacidad de seguir siendo víctimas de la indiferencia y el caudillismo centralista de los que manejan la cosa pública.

Lo escuché al Ab. Estuardo Quiñónez, que es uno de los coordinadores de este llamado, al igual que la Asociación de Jubilados que insistían en convocar al pueblo para que respalde la medida, señalando que tal situación no tiene tintes políticos y que son ajenos a cualquier credo partidista, lo cual se respeta. Siendo así, se espera que una verdadera ‘oleada humana’ supere por lo menos más de 20.000 personas que haga vibrar las calles y se escuche un solo grito que enarbole el blanco y verde de nuestra Bandera. Que la dirigencia política de algunos movimientos saquen a relucir el civismo de los esmeraldeños que somos producto de la misma arcilla y no demos la espalda como sucedió cuando se nos cercenó nuestra territorialidad.

Hay que aprender a vivir con dignidad y no cuidar cargos que son producto del voto popular y cuando llegan a ellos abandonan al pueblo, porque tenemos el grave defecto de culpar a los demás de los males que padecemos. Es hora de dar la cara y salir del círculo vicioso que nos mantiene en el inmovilismo y negatividad que no nos deja salir del laberinto de las incomprensiones, para no ver la luz al final del túnel.