Maestros jubilados

Rosalía Arteaga Serrano

La única manera de sacar adelante a un país es invirtiendo en educación, es dedicándole atención a este sector. Si, por otro lado, sabemos que para mejorar la calidad de la educación es necesario tener maestros preparados, con mística, dedicados a su profesión. Es fácil inferir dónde tenemos que colocar los recursos y la priorización.

Cuando hacemos un análisis de los salarios promedios de los profesores, encontramos que están por debajo de los de otras profesiones. Un buen profesor es el que prepara sus clases, investiga, se mantiene al día en las nuevas tecnologías, conoce de su materia y también de pedagogía y sabe que después de las aulas, tendrá que revisar trabajos y exámenes, lo que se llevará buena parte del tiempo en familia o descansado. Hay malos maestros, pero de ellos no vamos ahora.

Hemos asistido a un hecho absurdo, el que, a los profesores jubilados no se les pague sus incentivos jubilares, y hemos asistido a reclamos permanentes, a huelgas de hambre, a veces protagonizadas por ancianos. Sabemos que algunos de ellos incluso fallecieron sin ver de cerca ni disfrutar de la merecida y justa recompensa a su trabajo.

¿Cómo hablamos de mejorar la educación, si nos enfrentamos a estas situaciones? ¿Cómo, si los profesores invierten parte de su tiempo en las protestas? ¿Si no hay la atención requerida para que exista tranquilidad en los jubilados y en los que vienen detrás?

Las políticas del Ministerio de Educación y del Estado deben priorizar la inversión y la capacitación y actualización de los docentes; en preocuparse por su calidad de vida y por salarios dignos, que les permitan ocuparse en sus tareas fundamentales, para aportar con soluciones en este mundo tan complejo en el que sus estudiantes deberán desenvolverse. Hacia allá deben mirar políticas nacionales de largo aliento, si queremos construir un país mejor.

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