Curules vacías

Fabián Cueva Jiménez

A muchos nos sucede, cuando creemos que vamos a llegar tarde a una cita de amistad o de trabajo, nos alteramos y hasta nos deprimimos; y esto, porque somos puntuales: nos gusta planificar y preparar y no nos molestamos cuando somos los primeros en llegar. Creemos en la puntualidad como lo mínimo que se puede pedir a una persona.

Contrariamente, hay muchos tardones crónicos, que tienen distinta percepción del tiempo y como este no existe y es subjetivo, dejan a algunos factores que los conduzcan hacia ese mal comportamiento.

Diana de Lonzar en ‘No vuelvo a llegar tarde’, dice luego de varios experimentos que, para los puntuales un minuto son 60 segundos, para los impuntuales 77 o más, porque ellos subestiman el tiempo y piensan que están dentro de la normalidad. Otra psicóloga, por el tema de la puntualidad clasifica a las personas, en tipo A: organizadas, impacientes, preocupadas y de tipo B: relajadas, poco estresadas, distraídas, histriónicas, narcisistas, inmaduras.

Lo anterior, trasladando a lo que se vive en la Asamblea Nacional del Ecuador aclara, las sesiones no se inician a la hora convocada, hay experiencia propia: cientos de maestros jubilados llamados a presenciar los debates de una ley, esperaban y expresaban por el atraso de más de una hora, en coro alto: “respeto a los jubilados”.

Ahora, las denuncias surgen en el mismo seno de la Asamblea, atrasos y faltas a sesiones en comisiones y plenarias, hay una lista vergonzosa y también abandonos premeditados por maniobras políticas, configurando adicionalmente la imagen de subdesarrollo.

En una débil democracia como la nuestra, con un bajo nivel educativo que deja autoridades abusivas y pueblos manipulables, debe aparecer la presión social en contra de las curules vacías, no de todas, castigar también por las erradas resoluciones: en contra del aborto por violación y la no incautación de los dineros robados.

A los atrasados crónicos, hay que escarmentarlos, por los 2.300 millones de dólares que dicen pierde el país, por esa irresponsabilidad.

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