A manera de conclusión

Andrés Poma Costa

Después de días difíciles producto de una crisis social intensa, en donde varios fueron los hechos que paralizaron nuestra vida, el clima enardecido y la ansiedad frenética han ido desapareciendo lentamente; sin embargo, acuerdos hasta hoy inciertos, ideas políticas irracionales y una sociedad aún más dividida, generan dudas en nosotros sobre el alcance definitivo de un ambiente en plena calma.

Luego de haber observado imágenes fuertes sin mucha explicación y haber escuchado frases desafortunadas carentes de sentido, podemos señalar que a pesar de nuestras claras diferencias, no hay razón más importante que convivir en paz. El orden, la armonía y el sosiego, aunque sean momentáneos e incluso inestables ante la inseguridad del futuro, son esenciales para detener pasiones muchas veces peligrosas.

Es difícil determinar los días que vendrán. Si somos objetivos y basados en la experiencia, sabemos que podrían llegar momentos de incertidumbre, de criterios encontrados y hasta de un pesimismo disfrazado de buenas intenciones. Pero, más allá de esto, el aprendizaje derivado de la angustia, la indolencia y la locura, tiene que ayudarnos a dejar a un lado grietas, racismos y complejos, porque queramos o no, somos y seguiremos siendo parte de esta sociedad.

La esperanza, el optimismo y el compromiso tienen que ser los términos que impulsen acuerdos auténticos, conversaciones sinceras y propósitos comunes. Reconstruir, reflexionar, abandonar juicios sin criterio, son acciones ineludibles para un proceso reparador, mismo que precisa de la cooperación voluntaria de todos. Es nuestro deber asumir responsabilidades sociales, y hacer el esfuerzo necesario para construir de inmediato un presente promisorio, el cual seguramente habita en el deseo de quien ansía un entorno mejor. (O)

Twitter: @andrespomacosta

Andrés Poma Costa

Después de días difíciles producto de una crisis social intensa, en donde varios fueron los hechos que paralizaron nuestra vida, el clima enardecido y la ansiedad frenética han ido desapareciendo lentamente; sin embargo, acuerdos hasta hoy inciertos, ideas políticas irracionales y una sociedad aún más dividida, generan dudas en nosotros sobre el alcance definitivo de un ambiente en plena calma.

Luego de haber observado imágenes fuertes sin mucha explicación y haber escuchado frases desafortunadas carentes de sentido, podemos señalar que a pesar de nuestras claras diferencias, no hay razón más importante que convivir en paz. El orden, la armonía y el sosiego, aunque sean momentáneos e incluso inestables ante la inseguridad del futuro, son esenciales para detener pasiones muchas veces peligrosas.

Es difícil determinar los días que vendrán. Si somos objetivos y basados en la experiencia, sabemos que podrían llegar momentos de incertidumbre, de criterios encontrados y hasta de un pesimismo disfrazado de buenas intenciones. Pero, más allá de esto, el aprendizaje derivado de la angustia, la indolencia y la locura, tiene que ayudarnos a dejar a un lado grietas, racismos y complejos, porque queramos o no, somos y seguiremos siendo parte de esta sociedad.

La esperanza, el optimismo y el compromiso tienen que ser los términos que impulsen acuerdos auténticos, conversaciones sinceras y propósitos comunes. Reconstruir, reflexionar, abandonar juicios sin criterio, son acciones ineludibles para un proceso reparador, mismo que precisa de la cooperación voluntaria de todos. Es nuestro deber asumir responsabilidades sociales, y hacer el esfuerzo necesario para construir de inmediato un presente promisorio, el cual seguramente habita en el deseo de quien ansía un entorno mejor. (O)

Twitter: @andrespomacosta

Andrés Poma Costa

Después de días difíciles producto de una crisis social intensa, en donde varios fueron los hechos que paralizaron nuestra vida, el clima enardecido y la ansiedad frenética han ido desapareciendo lentamente; sin embargo, acuerdos hasta hoy inciertos, ideas políticas irracionales y una sociedad aún más dividida, generan dudas en nosotros sobre el alcance definitivo de un ambiente en plena calma.

Luego de haber observado imágenes fuertes sin mucha explicación y haber escuchado frases desafortunadas carentes de sentido, podemos señalar que a pesar de nuestras claras diferencias, no hay razón más importante que convivir en paz. El orden, la armonía y el sosiego, aunque sean momentáneos e incluso inestables ante la inseguridad del futuro, son esenciales para detener pasiones muchas veces peligrosas.

Es difícil determinar los días que vendrán. Si somos objetivos y basados en la experiencia, sabemos que podrían llegar momentos de incertidumbre, de criterios encontrados y hasta de un pesimismo disfrazado de buenas intenciones. Pero, más allá de esto, el aprendizaje derivado de la angustia, la indolencia y la locura, tiene que ayudarnos a dejar a un lado grietas, racismos y complejos, porque queramos o no, somos y seguiremos siendo parte de esta sociedad.

La esperanza, el optimismo y el compromiso tienen que ser los términos que impulsen acuerdos auténticos, conversaciones sinceras y propósitos comunes. Reconstruir, reflexionar, abandonar juicios sin criterio, son acciones ineludibles para un proceso reparador, mismo que precisa de la cooperación voluntaria de todos. Es nuestro deber asumir responsabilidades sociales, y hacer el esfuerzo necesario para construir de inmediato un presente promisorio, el cual seguramente habita en el deseo de quien ansía un entorno mejor. (O)

Twitter: @andrespomacosta

Andrés Poma Costa

Después de días difíciles producto de una crisis social intensa, en donde varios fueron los hechos que paralizaron nuestra vida, el clima enardecido y la ansiedad frenética han ido desapareciendo lentamente; sin embargo, acuerdos hasta hoy inciertos, ideas políticas irracionales y una sociedad aún más dividida, generan dudas en nosotros sobre el alcance definitivo de un ambiente en plena calma.

Luego de haber observado imágenes fuertes sin mucha explicación y haber escuchado frases desafortunadas carentes de sentido, podemos señalar que a pesar de nuestras claras diferencias, no hay razón más importante que convivir en paz. El orden, la armonía y el sosiego, aunque sean momentáneos e incluso inestables ante la inseguridad del futuro, son esenciales para detener pasiones muchas veces peligrosas.

Es difícil determinar los días que vendrán. Si somos objetivos y basados en la experiencia, sabemos que podrían llegar momentos de incertidumbre, de criterios encontrados y hasta de un pesimismo disfrazado de buenas intenciones. Pero, más allá de esto, el aprendizaje derivado de la angustia, la indolencia y la locura, tiene que ayudarnos a dejar a un lado grietas, racismos y complejos, porque queramos o no, somos y seguiremos siendo parte de esta sociedad.

La esperanza, el optimismo y el compromiso tienen que ser los términos que impulsen acuerdos auténticos, conversaciones sinceras y propósitos comunes. Reconstruir, reflexionar, abandonar juicios sin criterio, son acciones ineludibles para un proceso reparador, mismo que precisa de la cooperación voluntaria de todos. Es nuestro deber asumir responsabilidades sociales, y hacer el esfuerzo necesario para construir de inmediato un presente promisorio, el cual seguramente habita en el deseo de quien ansía un entorno mejor. (O)

Twitter: @andrespomacosta