Perversidad política

Parece que es cierto aquello de que “Para todos los hombres, diga lo que se diga, siempre hubo una sola moral” ( J. L. Borges). Los nazis, a pesar de su criminal conducta no eran una excepción y llamaban a Churchill “belicista desacreditado”, mientras invadían y conquistaba a Europa mediante sus rápidas guerras, que produjeron 50 millones de muertos.

Viene al cuento cuando Maduro manifiesta que el socialismo está de plácemes por la violencia que impera últimamente en Ecuador y Chile, países democráticos donde el vandalismo, aprovechando de justos reclamos sociales, destruye naciones, produce muertos, heridos y terror.

Maduro y sus compinches se manifiestan partidarios de la paz y de la comprensión entre los hombres. Sin embargo, les parece normal la pobreza y represión en Venezuela, Nicaragua y la falta de libertades y atraso en Cuba. Cínicamente cierran los ojos cuando el salario mínimo en Venezuela es de siete dólares y de cuatrocientos cincuenta dólares en Chile.

Su moral es la misma de Stalin que proclamaba el amor y la paz entre las naciones, pero que mediante sus purgas políticas asesinaba a 20 millones de compatriotas rusos opositores. Sin embargo se le llamaba “el Padrecito”. Atila, quien “por donde cruzaba no criaba el pasto”, significa “el padrecito”.

Estos mismos que desacreditan la guerra -y que invocan a Dios y a pajaritos- aplauden el terrorismo en nuestros países y los paredones donde han fusilado a sus enemigos. En el Ecuador, Jaime Vargas, discípulo “pacifista” de esta moral, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), habla de que los indígenas deben tener su propio ejército.

Tal aspiración es inconstitucional, pero no deja de ser una peligrosa necedad revolucionaria. Como decía Voltaire: “El necio es vitalicio y sin peros pero es mucho más funesto que un malvado”

Desde luego que la causa de soportar acciones y decires tan simples pero nocivos es que se olvida lo principal: carecemos de educación cívica, conocimiento histórico y de un claro entendimiento, por algo estamos en el tercer mundo. Somos un país privilegiado pero inconcluso.

[email protected]

Parece que es cierto aquello de que “Para todos los hombres, diga lo que se diga, siempre hubo una sola moral” ( J. L. Borges). Los nazis, a pesar de su criminal conducta no eran una excepción y llamaban a Churchill “belicista desacreditado”, mientras invadían y conquistaba a Europa mediante sus rápidas guerras, que produjeron 50 millones de muertos.

Viene al cuento cuando Maduro manifiesta que el socialismo está de plácemes por la violencia que impera últimamente en Ecuador y Chile, países democráticos donde el vandalismo, aprovechando de justos reclamos sociales, destruye naciones, produce muertos, heridos y terror.

Maduro y sus compinches se manifiestan partidarios de la paz y de la comprensión entre los hombres. Sin embargo, les parece normal la pobreza y represión en Venezuela, Nicaragua y la falta de libertades y atraso en Cuba. Cínicamente cierran los ojos cuando el salario mínimo en Venezuela es de siete dólares y de cuatrocientos cincuenta dólares en Chile.

Su moral es la misma de Stalin que proclamaba el amor y la paz entre las naciones, pero que mediante sus purgas políticas asesinaba a 20 millones de compatriotas rusos opositores. Sin embargo se le llamaba “el Padrecito”. Atila, quien “por donde cruzaba no criaba el pasto”, significa “el padrecito”.

Estos mismos que desacreditan la guerra -y que invocan a Dios y a pajaritos- aplauden el terrorismo en nuestros países y los paredones donde han fusilado a sus enemigos. En el Ecuador, Jaime Vargas, discípulo “pacifista” de esta moral, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), habla de que los indígenas deben tener su propio ejército.

Tal aspiración es inconstitucional, pero no deja de ser una peligrosa necedad revolucionaria. Como decía Voltaire: “El necio es vitalicio y sin peros pero es mucho más funesto que un malvado”

Desde luego que la causa de soportar acciones y decires tan simples pero nocivos es que se olvida lo principal: carecemos de educación cívica, conocimiento histórico y de un claro entendimiento, por algo estamos en el tercer mundo. Somos un país privilegiado pero inconcluso.

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Parece que es cierto aquello de que “Para todos los hombres, diga lo que se diga, siempre hubo una sola moral” ( J. L. Borges). Los nazis, a pesar de su criminal conducta no eran una excepción y llamaban a Churchill “belicista desacreditado”, mientras invadían y conquistaba a Europa mediante sus rápidas guerras, que produjeron 50 millones de muertos.

Viene al cuento cuando Maduro manifiesta que el socialismo está de plácemes por la violencia que impera últimamente en Ecuador y Chile, países democráticos donde el vandalismo, aprovechando de justos reclamos sociales, destruye naciones, produce muertos, heridos y terror.

Maduro y sus compinches se manifiestan partidarios de la paz y de la comprensión entre los hombres. Sin embargo, les parece normal la pobreza y represión en Venezuela, Nicaragua y la falta de libertades y atraso en Cuba. Cínicamente cierran los ojos cuando el salario mínimo en Venezuela es de siete dólares y de cuatrocientos cincuenta dólares en Chile.

Su moral es la misma de Stalin que proclamaba el amor y la paz entre las naciones, pero que mediante sus purgas políticas asesinaba a 20 millones de compatriotas rusos opositores. Sin embargo se le llamaba “el Padrecito”. Atila, quien “por donde cruzaba no criaba el pasto”, significa “el padrecito”.

Estos mismos que desacreditan la guerra -y que invocan a Dios y a pajaritos- aplauden el terrorismo en nuestros países y los paredones donde han fusilado a sus enemigos. En el Ecuador, Jaime Vargas, discípulo “pacifista” de esta moral, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), habla de que los indígenas deben tener su propio ejército.

Tal aspiración es inconstitucional, pero no deja de ser una peligrosa necedad revolucionaria. Como decía Voltaire: “El necio es vitalicio y sin peros pero es mucho más funesto que un malvado”

Desde luego que la causa de soportar acciones y decires tan simples pero nocivos es que se olvida lo principal: carecemos de educación cívica, conocimiento histórico y de un claro entendimiento, por algo estamos en el tercer mundo. Somos un país privilegiado pero inconcluso.

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Parece que es cierto aquello de que “Para todos los hombres, diga lo que se diga, siempre hubo una sola moral” ( J. L. Borges). Los nazis, a pesar de su criminal conducta no eran una excepción y llamaban a Churchill “belicista desacreditado”, mientras invadían y conquistaba a Europa mediante sus rápidas guerras, que produjeron 50 millones de muertos.

Viene al cuento cuando Maduro manifiesta que el socialismo está de plácemes por la violencia que impera últimamente en Ecuador y Chile, países democráticos donde el vandalismo, aprovechando de justos reclamos sociales, destruye naciones, produce muertos, heridos y terror.

Maduro y sus compinches se manifiestan partidarios de la paz y de la comprensión entre los hombres. Sin embargo, les parece normal la pobreza y represión en Venezuela, Nicaragua y la falta de libertades y atraso en Cuba. Cínicamente cierran los ojos cuando el salario mínimo en Venezuela es de siete dólares y de cuatrocientos cincuenta dólares en Chile.

Su moral es la misma de Stalin que proclamaba el amor y la paz entre las naciones, pero que mediante sus purgas políticas asesinaba a 20 millones de compatriotas rusos opositores. Sin embargo se le llamaba “el Padrecito”. Atila, quien “por donde cruzaba no criaba el pasto”, significa “el padrecito”.

Estos mismos que desacreditan la guerra -y que invocan a Dios y a pajaritos- aplauden el terrorismo en nuestros países y los paredones donde han fusilado a sus enemigos. En el Ecuador, Jaime Vargas, discípulo “pacifista” de esta moral, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), habla de que los indígenas deben tener su propio ejército.

Tal aspiración es inconstitucional, pero no deja de ser una peligrosa necedad revolucionaria. Como decía Voltaire: “El necio es vitalicio y sin peros pero es mucho más funesto que un malvado”

Desde luego que la causa de soportar acciones y decires tan simples pero nocivos es que se olvida lo principal: carecemos de educación cívica, conocimiento histórico y de un claro entendimiento, por algo estamos en el tercer mundo. Somos un país privilegiado pero inconcluso.

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