Estado paralelo: ilegal e inconstitucional

Nuestra Carta Magna no es eterna ni inmutable, es un producto humano que se puede modificar de acuerdo con las necesidades y los deseos de la sociedad. Una y otra vez, a lo largo de la historia de nuestro país, esto ha sucedido. Pero, mientras siga en vigencia la actual, hay que actuar respetándola. Nadie está por encima ni al margen de esta ley de leyes, nadie puede ignorarla ni manipularla a su antojo.

En consecuencia, el Estado puede (y debe) intervenir cuando los particulares, para obtener beneficios concretos, hacen algo que se opone a lo que marcan las normas. Deben ser perseguidos y juzgados, porque se trata de delitos y es su obligación castigar lo que, con nuestras leyes por delante, se considera delitos o infracciones. Esto incluye la violencia y la corrupción.

Tenemos un país en el que vivimos grupos y personas culturalmente diferentes. La crítica y la disidencia sean ideológicas, políticas, religiosas, económicas, étnicas, de género o sexuales son habituales y, sin duda alguna, necesarias en la convivencia social. Pero nadie tiene derecho, incluido el Gobierno, de convertir sus puntos de vista, ideas y valores en un deber para todos los demás.

Tenemos diferencias en modos de pensar y vivir, de concebir el pasado y el futuro, de considerar cuáles son las necesidades, los deseos y las prioridades, cuáles las conductas adecuadas, qué es lo correcto, lo justo y lo bueno. Los ciudadanos podemos, en democracia, sostener que unos principios o valores son mejores que otros. Sin embargo, pretender, por ejemplo, crear un Estado paralelo al que tenemos es ilegal e inconstitucional, por lo tanto punible.


Los hombres olvidan que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”. John Locke Filósofo inglés (1622-1704)Existe en todos nosotros un fondo de humanidad mucho menos variable de lo que se cree”. Anatole France Escritor francés (1844-1924)

Nuestra Carta Magna no es eterna ni inmutable, es un producto humano que se puede modificar de acuerdo con las necesidades y los deseos de la sociedad. Una y otra vez, a lo largo de la historia de nuestro país, esto ha sucedido. Pero, mientras siga en vigencia la actual, hay que actuar respetándola. Nadie está por encima ni al margen de esta ley de leyes, nadie puede ignorarla ni manipularla a su antojo.

En consecuencia, el Estado puede (y debe) intervenir cuando los particulares, para obtener beneficios concretos, hacen algo que se opone a lo que marcan las normas. Deben ser perseguidos y juzgados, porque se trata de delitos y es su obligación castigar lo que, con nuestras leyes por delante, se considera delitos o infracciones. Esto incluye la violencia y la corrupción.

Tenemos un país en el que vivimos grupos y personas culturalmente diferentes. La crítica y la disidencia sean ideológicas, políticas, religiosas, económicas, étnicas, de género o sexuales son habituales y, sin duda alguna, necesarias en la convivencia social. Pero nadie tiene derecho, incluido el Gobierno, de convertir sus puntos de vista, ideas y valores en un deber para todos los demás.

Tenemos diferencias en modos de pensar y vivir, de concebir el pasado y el futuro, de considerar cuáles son las necesidades, los deseos y las prioridades, cuáles las conductas adecuadas, qué es lo correcto, lo justo y lo bueno. Los ciudadanos podemos, en democracia, sostener que unos principios o valores son mejores que otros. Sin embargo, pretender, por ejemplo, crear un Estado paralelo al que tenemos es ilegal e inconstitucional, por lo tanto punible.


Los hombres olvidan que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”. John Locke Filósofo inglés (1622-1704)Existe en todos nosotros un fondo de humanidad mucho menos variable de lo que se cree”. Anatole France Escritor francés (1844-1924)

Nuestra Carta Magna no es eterna ni inmutable, es un producto humano que se puede modificar de acuerdo con las necesidades y los deseos de la sociedad. Una y otra vez, a lo largo de la historia de nuestro país, esto ha sucedido. Pero, mientras siga en vigencia la actual, hay que actuar respetándola. Nadie está por encima ni al margen de esta ley de leyes, nadie puede ignorarla ni manipularla a su antojo.

En consecuencia, el Estado puede (y debe) intervenir cuando los particulares, para obtener beneficios concretos, hacen algo que se opone a lo que marcan las normas. Deben ser perseguidos y juzgados, porque se trata de delitos y es su obligación castigar lo que, con nuestras leyes por delante, se considera delitos o infracciones. Esto incluye la violencia y la corrupción.

Tenemos un país en el que vivimos grupos y personas culturalmente diferentes. La crítica y la disidencia sean ideológicas, políticas, religiosas, económicas, étnicas, de género o sexuales son habituales y, sin duda alguna, necesarias en la convivencia social. Pero nadie tiene derecho, incluido el Gobierno, de convertir sus puntos de vista, ideas y valores en un deber para todos los demás.

Tenemos diferencias en modos de pensar y vivir, de concebir el pasado y el futuro, de considerar cuáles son las necesidades, los deseos y las prioridades, cuáles las conductas adecuadas, qué es lo correcto, lo justo y lo bueno. Los ciudadanos podemos, en democracia, sostener que unos principios o valores son mejores que otros. Sin embargo, pretender, por ejemplo, crear un Estado paralelo al que tenemos es ilegal e inconstitucional, por lo tanto punible.


Los hombres olvidan que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”. John Locke Filósofo inglés (1622-1704)Existe en todos nosotros un fondo de humanidad mucho menos variable de lo que se cree”. Anatole France Escritor francés (1844-1924)

Nuestra Carta Magna no es eterna ni inmutable, es un producto humano que se puede modificar de acuerdo con las necesidades y los deseos de la sociedad. Una y otra vez, a lo largo de la historia de nuestro país, esto ha sucedido. Pero, mientras siga en vigencia la actual, hay que actuar respetándola. Nadie está por encima ni al margen de esta ley de leyes, nadie puede ignorarla ni manipularla a su antojo.

En consecuencia, el Estado puede (y debe) intervenir cuando los particulares, para obtener beneficios concretos, hacen algo que se opone a lo que marcan las normas. Deben ser perseguidos y juzgados, porque se trata de delitos y es su obligación castigar lo que, con nuestras leyes por delante, se considera delitos o infracciones. Esto incluye la violencia y la corrupción.

Tenemos un país en el que vivimos grupos y personas culturalmente diferentes. La crítica y la disidencia sean ideológicas, políticas, religiosas, económicas, étnicas, de género o sexuales son habituales y, sin duda alguna, necesarias en la convivencia social. Pero nadie tiene derecho, incluido el Gobierno, de convertir sus puntos de vista, ideas y valores en un deber para todos los demás.

Tenemos diferencias en modos de pensar y vivir, de concebir el pasado y el futuro, de considerar cuáles son las necesidades, los deseos y las prioridades, cuáles las conductas adecuadas, qué es lo correcto, lo justo y lo bueno. Los ciudadanos podemos, en democracia, sostener que unos principios o valores son mejores que otros. Sin embargo, pretender, por ejemplo, crear un Estado paralelo al que tenemos es ilegal e inconstitucional, por lo tanto punible.


Los hombres olvidan que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”. John Locke Filósofo inglés (1622-1704)Existe en todos nosotros un fondo de humanidad mucho menos variable de lo que se cree”. Anatole France Escritor francés (1844-1924)