Morante, el poeta de los ruedos

Personalidad. La genial expresión taurina de Morante de la Puebla (Crédito: Andrea Acosta)
Personalidad. La genial expresión taurina de Morante de la Puebla (Crédito: Andrea Acosta)
Personalidad. La genial expresión taurina de Morante de la Puebla (Crédito: Andrea Acosta)
Personalidad. La genial expresión taurina de Morante de la Puebla (Crédito: Andrea Acosta)
Personalidad. La genial expresión taurina de Morante de la Puebla (Crédito: Andrea Acosta)
Personalidad. La genial expresión taurina de Morante de la Puebla (Crédito: Andrea Acosta)
Personalidad. La genial expresión taurina de Morante de la Puebla (Crédito: Andrea Acosta)
Personalidad. La genial expresión taurina de Morante de la Puebla (Crédito: Andrea Acosta)

Por: Santiago Aguilar

La inclusión en los carteles de la Feria de Latacunga de José Antonio Morante de la Puebla, causa entusiasmo y emoción en la nutrida nómina de seguidores del genial coleta español. Para sus prosélitos, Morante, por su portentosa capacidad de expresión, es un torero de culto al que se reverencia y admira por su sinigual tauromaquia y cautivante personalidad.

El caso es que el hechicero de la Puebla del Río vuelve a estas tierras para, una vez más, mostrar su clase; ahora perfumada por la solera y la maestría correspondientes a sus cuarenta años de edad y veintidós temporadas como matador de toros.

Fue hace cinco años, en la misma arena latacungueña, cuando el lidiador sedujo a un noble toro de Huagrahuasi al protagonizar una tarde inolvidable, de aquellas de registro, memoria y legado; en una impresionante faena pletórica de arte y torería en la que, el gran Morante, dejó su alma en los vuelos de los engaños manejados con una técnica magistral y desgarrada sensibilidad. Magnum Opus de tonos rosa capotero al inicio y rojo muletero después.

Desde aquella tarde de noviembre, hemos echado de menos al virtuoso diestro y a su magnífica forma de decir el toreo. Es que, Morante de la Puebla con los engaños en sus manos habla en un lenguaje distinto, en una jerga única. Diserta en el dialecto de la intimidad y de la conmoción -aspectos de aparente contraposición- que, en este caso, están intrínsecamente ligados. Pues, son la interioridad y la profundidad de su creación las que otorgan sustancia a un mensaje taurino que toca las fibras más hondas de quienes lo atestiguan, contagiándose de la intensa vivencia individual del artista que, a un solo tiempo, consigue desatar una conmoción que emerge del alma de cada aficionado que, entre impresionado y sobrecogido, se aúna al júbilo de la congregación del circular graderío.

El toreo sempiterno de Morante se sostiene en su sensibilidad, ya que para el poeta de los ruedos: “el toreo no tiene explicación, es un sentimiento; pues el toreo vive del arte y el misterio”.

Por: Santiago Aguilar

La inclusión en los carteles de la Feria de Latacunga de José Antonio Morante de la Puebla, causa entusiasmo y emoción en la nutrida nómina de seguidores del genial coleta español. Para sus prosélitos, Morante, por su portentosa capacidad de expresión, es un torero de culto al que se reverencia y admira por su sinigual tauromaquia y cautivante personalidad.

El caso es que el hechicero de la Puebla del Río vuelve a estas tierras para, una vez más, mostrar su clase; ahora perfumada por la solera y la maestría correspondientes a sus cuarenta años de edad y veintidós temporadas como matador de toros.

Fue hace cinco años, en la misma arena latacungueña, cuando el lidiador sedujo a un noble toro de Huagrahuasi al protagonizar una tarde inolvidable, de aquellas de registro, memoria y legado; en una impresionante faena pletórica de arte y torería en la que, el gran Morante, dejó su alma en los vuelos de los engaños manejados con una técnica magistral y desgarrada sensibilidad. Magnum Opus de tonos rosa capotero al inicio y rojo muletero después.

Desde aquella tarde de noviembre, hemos echado de menos al virtuoso diestro y a su magnífica forma de decir el toreo. Es que, Morante de la Puebla con los engaños en sus manos habla en un lenguaje distinto, en una jerga única. Diserta en el dialecto de la intimidad y de la conmoción -aspectos de aparente contraposición- que, en este caso, están intrínsecamente ligados. Pues, son la interioridad y la profundidad de su creación las que otorgan sustancia a un mensaje taurino que toca las fibras más hondas de quienes lo atestiguan, contagiándose de la intensa vivencia individual del artista que, a un solo tiempo, consigue desatar una conmoción que emerge del alma de cada aficionado que, entre impresionado y sobrecogido, se aúna al júbilo de la congregación del circular graderío.

El toreo sempiterno de Morante se sostiene en su sensibilidad, ya que para el poeta de los ruedos: “el toreo no tiene explicación, es un sentimiento; pues el toreo vive del arte y el misterio”.

Por: Santiago Aguilar

La inclusión en los carteles de la Feria de Latacunga de José Antonio Morante de la Puebla, causa entusiasmo y emoción en la nutrida nómina de seguidores del genial coleta español. Para sus prosélitos, Morante, por su portentosa capacidad de expresión, es un torero de culto al que se reverencia y admira por su sinigual tauromaquia y cautivante personalidad.

El caso es que el hechicero de la Puebla del Río vuelve a estas tierras para, una vez más, mostrar su clase; ahora perfumada por la solera y la maestría correspondientes a sus cuarenta años de edad y veintidós temporadas como matador de toros.

Fue hace cinco años, en la misma arena latacungueña, cuando el lidiador sedujo a un noble toro de Huagrahuasi al protagonizar una tarde inolvidable, de aquellas de registro, memoria y legado; en una impresionante faena pletórica de arte y torería en la que, el gran Morante, dejó su alma en los vuelos de los engaños manejados con una técnica magistral y desgarrada sensibilidad. Magnum Opus de tonos rosa capotero al inicio y rojo muletero después.

Desde aquella tarde de noviembre, hemos echado de menos al virtuoso diestro y a su magnífica forma de decir el toreo. Es que, Morante de la Puebla con los engaños en sus manos habla en un lenguaje distinto, en una jerga única. Diserta en el dialecto de la intimidad y de la conmoción -aspectos de aparente contraposición- que, en este caso, están intrínsecamente ligados. Pues, son la interioridad y la profundidad de su creación las que otorgan sustancia a un mensaje taurino que toca las fibras más hondas de quienes lo atestiguan, contagiándose de la intensa vivencia individual del artista que, a un solo tiempo, consigue desatar una conmoción que emerge del alma de cada aficionado que, entre impresionado y sobrecogido, se aúna al júbilo de la congregación del circular graderío.

El toreo sempiterno de Morante se sostiene en su sensibilidad, ya que para el poeta de los ruedos: “el toreo no tiene explicación, es un sentimiento; pues el toreo vive del arte y el misterio”.

Por: Santiago Aguilar

La inclusión en los carteles de la Feria de Latacunga de José Antonio Morante de la Puebla, causa entusiasmo y emoción en la nutrida nómina de seguidores del genial coleta español. Para sus prosélitos, Morante, por su portentosa capacidad de expresión, es un torero de culto al que se reverencia y admira por su sinigual tauromaquia y cautivante personalidad.

El caso es que el hechicero de la Puebla del Río vuelve a estas tierras para, una vez más, mostrar su clase; ahora perfumada por la solera y la maestría correspondientes a sus cuarenta años de edad y veintidós temporadas como matador de toros.

Fue hace cinco años, en la misma arena latacungueña, cuando el lidiador sedujo a un noble toro de Huagrahuasi al protagonizar una tarde inolvidable, de aquellas de registro, memoria y legado; en una impresionante faena pletórica de arte y torería en la que, el gran Morante, dejó su alma en los vuelos de los engaños manejados con una técnica magistral y desgarrada sensibilidad. Magnum Opus de tonos rosa capotero al inicio y rojo muletero después.

Desde aquella tarde de noviembre, hemos echado de menos al virtuoso diestro y a su magnífica forma de decir el toreo. Es que, Morante de la Puebla con los engaños en sus manos habla en un lenguaje distinto, en una jerga única. Diserta en el dialecto de la intimidad y de la conmoción -aspectos de aparente contraposición- que, en este caso, están intrínsecamente ligados. Pues, son la interioridad y la profundidad de su creación las que otorgan sustancia a un mensaje taurino que toca las fibras más hondas de quienes lo atestiguan, contagiándose de la intensa vivencia individual del artista que, a un solo tiempo, consigue desatar una conmoción que emerge del alma de cada aficionado que, entre impresionado y sobrecogido, se aúna al júbilo de la congregación del circular graderío.

El toreo sempiterno de Morante se sostiene en su sensibilidad, ya que para el poeta de los ruedos: “el toreo no tiene explicación, es un sentimiento; pues el toreo vive del arte y el misterio”.