Guayusa

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Son recuerdos muy lejanos, posiblemente de cuando ya había cumplido mis 12 años, cuando la Misión Salesiana presentó una exposición natural y cultural (en las instalaciones del Instituto Nacional Mejía, plantel fiscal) de lo que en esa época se denominaba ‘pueblos jíbaros’ -hoy shuar, ashuar y otros– como atractivo y promoción de la feria se ofrecía a los visitantes adultos porciones de hojas de una planta llamada guayusa y que yo la conocí y la probé como agua de guayusa -en ese tiempo el té era té, hoy oigo hablar de té de toronjil, de toronja, de frutas rojas y cualquier hierba promovida por los nuevos charlatanes, ya no de feria pueblerina sino de supermercados y malls. Su efecto, lo encontré, para mí un calmante y a la vez lo que hoy en día llaman energizante.

Aparte, ya sin distribución de muestras se presentaba la tan nombrada hoy ayahuasca. Se la describía como una planta alucinógena empleada por los médicos brujos, hoy shamanes, para sus rituales e interpretaciones oníricas. Actualmente cualquier arriesgado la usa, los shamanes se convirtieron en dirigentes y hasta en políticos subversivos. Solamente así puedo explicarme la transmogrificación de un shamán (dirigente) que en los videos se lo ve emplumado (ojalá no me acusen de pecado de odio -ahí se encierra racismo, discriminación excluyente y todo lo que quepa) insultándole al Presidente de mano abierta y de oído resistente a toda estupidez.

Llamando a las Fuerzas Armadas a la sublevación, humillando a militares y periodistas y pasados unos días ante las mismas cámaras, pero ya en la Asamblea Nacional ante una mayoría con mentalidad de rebaño, dice con la cara muy lisa, que no insultó, que no amenazó, que no humilló y que los periodistas (maltratados y golpeados) fueron tratados mejor que en sus propias casas. El shamán nos quiere hacer creer que es otro Mesías, se atreve a decir que habla en nuestro nombre y que es nuestro defensor. No, señor, usted no habla en mi nombre y yo también soy pueblo y no consumo ayahuasca.

[email protected]

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Son recuerdos muy lejanos, posiblemente de cuando ya había cumplido mis 12 años, cuando la Misión Salesiana presentó una exposición natural y cultural (en las instalaciones del Instituto Nacional Mejía, plantel fiscal) de lo que en esa época se denominaba ‘pueblos jíbaros’ -hoy shuar, ashuar y otros– como atractivo y promoción de la feria se ofrecía a los visitantes adultos porciones de hojas de una planta llamada guayusa y que yo la conocí y la probé como agua de guayusa -en ese tiempo el té era té, hoy oigo hablar de té de toronjil, de toronja, de frutas rojas y cualquier hierba promovida por los nuevos charlatanes, ya no de feria pueblerina sino de supermercados y malls. Su efecto, lo encontré, para mí un calmante y a la vez lo que hoy en día llaman energizante.

Aparte, ya sin distribución de muestras se presentaba la tan nombrada hoy ayahuasca. Se la describía como una planta alucinógena empleada por los médicos brujos, hoy shamanes, para sus rituales e interpretaciones oníricas. Actualmente cualquier arriesgado la usa, los shamanes se convirtieron en dirigentes y hasta en políticos subversivos. Solamente así puedo explicarme la transmogrificación de un shamán (dirigente) que en los videos se lo ve emplumado (ojalá no me acusen de pecado de odio -ahí se encierra racismo, discriminación excluyente y todo lo que quepa) insultándole al Presidente de mano abierta y de oído resistente a toda estupidez.

Llamando a las Fuerzas Armadas a la sublevación, humillando a militares y periodistas y pasados unos días ante las mismas cámaras, pero ya en la Asamblea Nacional ante una mayoría con mentalidad de rebaño, dice con la cara muy lisa, que no insultó, que no amenazó, que no humilló y que los periodistas (maltratados y golpeados) fueron tratados mejor que en sus propias casas. El shamán nos quiere hacer creer que es otro Mesías, se atreve a decir que habla en nuestro nombre y que es nuestro defensor. No, señor, usted no habla en mi nombre y yo también soy pueblo y no consumo ayahuasca.

[email protected]

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Son recuerdos muy lejanos, posiblemente de cuando ya había cumplido mis 12 años, cuando la Misión Salesiana presentó una exposición natural y cultural (en las instalaciones del Instituto Nacional Mejía, plantel fiscal) de lo que en esa época se denominaba ‘pueblos jíbaros’ -hoy shuar, ashuar y otros– como atractivo y promoción de la feria se ofrecía a los visitantes adultos porciones de hojas de una planta llamada guayusa y que yo la conocí y la probé como agua de guayusa -en ese tiempo el té era té, hoy oigo hablar de té de toronjil, de toronja, de frutas rojas y cualquier hierba promovida por los nuevos charlatanes, ya no de feria pueblerina sino de supermercados y malls. Su efecto, lo encontré, para mí un calmante y a la vez lo que hoy en día llaman energizante.

Aparte, ya sin distribución de muestras se presentaba la tan nombrada hoy ayahuasca. Se la describía como una planta alucinógena empleada por los médicos brujos, hoy shamanes, para sus rituales e interpretaciones oníricas. Actualmente cualquier arriesgado la usa, los shamanes se convirtieron en dirigentes y hasta en políticos subversivos. Solamente así puedo explicarme la transmogrificación de un shamán (dirigente) que en los videos se lo ve emplumado (ojalá no me acusen de pecado de odio -ahí se encierra racismo, discriminación excluyente y todo lo que quepa) insultándole al Presidente de mano abierta y de oído resistente a toda estupidez.

Llamando a las Fuerzas Armadas a la sublevación, humillando a militares y periodistas y pasados unos días ante las mismas cámaras, pero ya en la Asamblea Nacional ante una mayoría con mentalidad de rebaño, dice con la cara muy lisa, que no insultó, que no amenazó, que no humilló y que los periodistas (maltratados y golpeados) fueron tratados mejor que en sus propias casas. El shamán nos quiere hacer creer que es otro Mesías, se atreve a decir que habla en nuestro nombre y que es nuestro defensor. No, señor, usted no habla en mi nombre y yo también soy pueblo y no consumo ayahuasca.

[email protected]

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Son recuerdos muy lejanos, posiblemente de cuando ya había cumplido mis 12 años, cuando la Misión Salesiana presentó una exposición natural y cultural (en las instalaciones del Instituto Nacional Mejía, plantel fiscal) de lo que en esa época se denominaba ‘pueblos jíbaros’ -hoy shuar, ashuar y otros– como atractivo y promoción de la feria se ofrecía a los visitantes adultos porciones de hojas de una planta llamada guayusa y que yo la conocí y la probé como agua de guayusa -en ese tiempo el té era té, hoy oigo hablar de té de toronjil, de toronja, de frutas rojas y cualquier hierba promovida por los nuevos charlatanes, ya no de feria pueblerina sino de supermercados y malls. Su efecto, lo encontré, para mí un calmante y a la vez lo que hoy en día llaman energizante.

Aparte, ya sin distribución de muestras se presentaba la tan nombrada hoy ayahuasca. Se la describía como una planta alucinógena empleada por los médicos brujos, hoy shamanes, para sus rituales e interpretaciones oníricas. Actualmente cualquier arriesgado la usa, los shamanes se convirtieron en dirigentes y hasta en políticos subversivos. Solamente así puedo explicarme la transmogrificación de un shamán (dirigente) que en los videos se lo ve emplumado (ojalá no me acusen de pecado de odio -ahí se encierra racismo, discriminación excluyente y todo lo que quepa) insultándole al Presidente de mano abierta y de oído resistente a toda estupidez.

Llamando a las Fuerzas Armadas a la sublevación, humillando a militares y periodistas y pasados unos días ante las mismas cámaras, pero ya en la Asamblea Nacional ante una mayoría con mentalidad de rebaño, dice con la cara muy lisa, que no insultó, que no amenazó, que no humilló y que los periodistas (maltratados y golpeados) fueron tratados mejor que en sus propias casas. El shamán nos quiere hacer creer que es otro Mesías, se atreve a decir que habla en nuestro nombre y que es nuestro defensor. No, señor, usted no habla en mi nombre y yo también soy pueblo y no consumo ayahuasca.

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