Acoso y agresiones sexuales a policías durante el paro nacional

Las afectadas han rendido su versión ante la CIDH, Fiscalía y la Asamblea.

Durante un paro o una protesta social es posible ver piedras y bombas lacrimógenas cruzando por el aire, así como policías y ciudadanos enfrentados.

Lo que jamás debería normalizarse es que, en medio del caos, un grupo de mujeres sean maniatadas, que les abran sus blusas, que les toquen los senos y las zonas íntimas, que las escupan o que les rocíen gasolina y orina mientras les repiten, cientos de veces, que morirán, pero que antes las violarán.

Entre el 3 y el 13 de octubre, Ecuador vivió uno de los capítulos con mayor violencia registrados en las últimas décadas. Fueron 11 días de inagotable agresividad. 264 horas para las que nadie estaba preparado y quienes supuestamente lo estaban se enfrentaron a momentos que irrumpieron su intimidad, su salud física y mental. En esas jornadas quedó en evidencia el por qué en el país, diariamente se registran 42 denuncias por violación o agresión sexual a mujeres y menores.

Diario La Hora conversó con las policías que vivieron episodios que marcaron un punto de quiere para ellas y sus familias. Estos son sus testimonios. (AVV)

DATO:

Las versiones de las policías se encuentran en la Fiscalía General del Estado.

DATO:

Las versiones y reconocimiento de lugar se han hecho también ante la CIDH y la Asamblea Nacional.

Las afectadas han rendido su versión ante la CIDH, Fiscalía y la Asamblea.

Durante un paro o una protesta social es posible ver piedras y bombas lacrimógenas cruzando por el aire, así como policías y ciudadanos enfrentados.

Lo que jamás debería normalizarse es que, en medio del caos, un grupo de mujeres sean maniatadas, que les abran sus blusas, que les toquen los senos y las zonas íntimas, que las escupan o que les rocíen gasolina y orina mientras les repiten, cientos de veces, que morirán, pero que antes las violarán.

Entre el 3 y el 13 de octubre, Ecuador vivió uno de los capítulos con mayor violencia registrados en las últimas décadas. Fueron 11 días de inagotable agresividad. 264 horas para las que nadie estaba preparado y quienes supuestamente lo estaban se enfrentaron a momentos que irrumpieron su intimidad, su salud física y mental. En esas jornadas quedó en evidencia el por qué en el país, diariamente se registran 42 denuncias por violación o agresión sexual a mujeres y menores.

Diario La Hora conversó con las policías que vivieron episodios que marcaron un punto de quiere para ellas y sus familias. Estos son sus testimonios. (AVV)

DATO:

Las versiones de las policías se encuentran en la Fiscalía General del Estado.

DATO:

Las versiones y reconocimiento de lugar se han hecho también ante la CIDH y la Asamblea Nacional.

Las afectadas han rendido su versión ante la CIDH, Fiscalía y la Asamblea.

Durante un paro o una protesta social es posible ver piedras y bombas lacrimógenas cruzando por el aire, así como policías y ciudadanos enfrentados.

Lo que jamás debería normalizarse es que, en medio del caos, un grupo de mujeres sean maniatadas, que les abran sus blusas, que les toquen los senos y las zonas íntimas, que las escupan o que les rocíen gasolina y orina mientras les repiten, cientos de veces, que morirán, pero que antes las violarán.

Entre el 3 y el 13 de octubre, Ecuador vivió uno de los capítulos con mayor violencia registrados en las últimas décadas. Fueron 11 días de inagotable agresividad. 264 horas para las que nadie estaba preparado y quienes supuestamente lo estaban se enfrentaron a momentos que irrumpieron su intimidad, su salud física y mental. En esas jornadas quedó en evidencia el por qué en el país, diariamente se registran 42 denuncias por violación o agresión sexual a mujeres y menores.

Diario La Hora conversó con las policías que vivieron episodios que marcaron un punto de quiere para ellas y sus familias. Estos son sus testimonios. (AVV)

DATO:

Las versiones de las policías se encuentran en la Fiscalía General del Estado.

DATO:

Las versiones y reconocimiento de lugar se han hecho también ante la CIDH y la Asamblea Nacional.

Las afectadas han rendido su versión ante la CIDH, Fiscalía y la Asamblea.

Durante un paro o una protesta social es posible ver piedras y bombas lacrimógenas cruzando por el aire, así como policías y ciudadanos enfrentados.

Lo que jamás debería normalizarse es que, en medio del caos, un grupo de mujeres sean maniatadas, que les abran sus blusas, que les toquen los senos y las zonas íntimas, que las escupan o que les rocíen gasolina y orina mientras les repiten, cientos de veces, que morirán, pero que antes las violarán.

Entre el 3 y el 13 de octubre, Ecuador vivió uno de los capítulos con mayor violencia registrados en las últimas décadas. Fueron 11 días de inagotable agresividad. 264 horas para las que nadie estaba preparado y quienes supuestamente lo estaban se enfrentaron a momentos que irrumpieron su intimidad, su salud física y mental. En esas jornadas quedó en evidencia el por qué en el país, diariamente se registran 42 denuncias por violación o agresión sexual a mujeres y menores.

Diario La Hora conversó con las policías que vivieron episodios que marcaron un punto de quiere para ellas y sus familias. Estos son sus testimonios. (AVV)

DATO:

Las versiones de las policías se encuentran en la Fiscalía General del Estado.

DATO:

Las versiones y reconocimiento de lugar se han hecho también ante la CIDH y la Asamblea Nacional.

Sargento SEGUNDO. Amparo Segovia, 16 años de servicio.
Sargento SEGUNDO. Amparo Segovia, 16 años de servicio.
Sargento SEGUNDO. Amparo Segovia, 16 años de servicio.
Sargento SEGUNDO. Amparo Segovia, 16 años de servicio.
Sargento SEGUNDO. Amparo Segovia, 16 años de servicio.
Sargento SEGUNDO. Amparo Segovia, 16 años de servicio.
Sargento SEGUNDO. Amparo Segovia, 16 años de servicio.
Sargento SEGUNDO. Amparo Segovia, 16 años de servicio.

‘Prefería que me maten a que me violen’

El 10 octubre, a las 17:00, nos encontrábamos en la UPC (Pujilí-Cotopaxi) y más de 2.000 indígenas ingresaron, nos sacaron, dijeron que éramos asesinos, nos lanzaron piedras, palos, nos desprendieron de nuestras chompas y nos llevaron como trofeos a la Plaza Sucre.

Querían quemarnos, pedían gasolina. Decían que querían matarnos, cortarnos las cabezas, que teníamos que pagar la muerte de los hermanos indígenas.

Nos manosearon, fuimos objeto de hombres y mujeres, que nos tocaban indicando que teníamos chips. Nos amarraron las manos con unas fajas, con sogas, la cintura; y con bufandas nos taparon los ojos. Nos trataban mal, nos echaron orina.

A mi compañera y a mí nos decían que nos violarían, nos apretaban los senos, las partes íntimas; yo les pedía de favor que me tapen los senos, que me cierren la blusa. Prefería que me maten a que me violen…

Luego de dos horas llegamos a la comunidad Maca Milipungo, solo escuchábamos “trae a esas, aquí les vamos a hacer sufrir”, indicando que nos querían violar a mi compañera y a mí, que éramos las únicas mujeres entre 12 personas: ocho militares, tres policías y un civil.

Pasamos cinco días secuestrados. No nos respetaron como mujeres, traían los casquillos del gas lacrimógeno y decían “esto te vamos a meter en la boca, vas a ver lo que te pasa”.

Mi familia está muy afectada. Cuando me secuestraron dieron noticias falsas, dijeron que yo había fallecido. Mi mamá se había desmayado.

Llegué a pensar que no iba a vivir. Siempre tenía presente a mis hijos, tengo una de 15 y uno de 12 años. Rogaba a Dios por ellos, no quería morirme, porque ellos me necesitan.

‘Prefería que me maten a que me violen’

El 10 octubre, a las 17:00, nos encontrábamos en la UPC (Pujilí-Cotopaxi) y más de 2.000 indígenas ingresaron, nos sacaron, dijeron que éramos asesinos, nos lanzaron piedras, palos, nos desprendieron de nuestras chompas y nos llevaron como trofeos a la Plaza Sucre.

Querían quemarnos, pedían gasolina. Decían que querían matarnos, cortarnos las cabezas, que teníamos que pagar la muerte de los hermanos indígenas.

Nos manosearon, fuimos objeto de hombres y mujeres, que nos tocaban indicando que teníamos chips. Nos amarraron las manos con unas fajas, con sogas, la cintura; y con bufandas nos taparon los ojos. Nos trataban mal, nos echaron orina.

A mi compañera y a mí nos decían que nos violarían, nos apretaban los senos, las partes íntimas; yo les pedía de favor que me tapen los senos, que me cierren la blusa. Prefería que me maten a que me violen…

Luego de dos horas llegamos a la comunidad Maca Milipungo, solo escuchábamos “trae a esas, aquí les vamos a hacer sufrir”, indicando que nos querían violar a mi compañera y a mí, que éramos las únicas mujeres entre 12 personas: ocho militares, tres policías y un civil.

Pasamos cinco días secuestrados. No nos respetaron como mujeres, traían los casquillos del gas lacrimógeno y decían “esto te vamos a meter en la boca, vas a ver lo que te pasa”.

Mi familia está muy afectada. Cuando me secuestraron dieron noticias falsas, dijeron que yo había fallecido. Mi mamá se había desmayado.

Llegué a pensar que no iba a vivir. Siempre tenía presente a mis hijos, tengo una de 15 y uno de 12 años. Rogaba a Dios por ellos, no quería morirme, porque ellos me necesitan.

‘Prefería que me maten a que me violen’

El 10 octubre, a las 17:00, nos encontrábamos en la UPC (Pujilí-Cotopaxi) y más de 2.000 indígenas ingresaron, nos sacaron, dijeron que éramos asesinos, nos lanzaron piedras, palos, nos desprendieron de nuestras chompas y nos llevaron como trofeos a la Plaza Sucre.

Querían quemarnos, pedían gasolina. Decían que querían matarnos, cortarnos las cabezas, que teníamos que pagar la muerte de los hermanos indígenas.

Nos manosearon, fuimos objeto de hombres y mujeres, que nos tocaban indicando que teníamos chips. Nos amarraron las manos con unas fajas, con sogas, la cintura; y con bufandas nos taparon los ojos. Nos trataban mal, nos echaron orina.

A mi compañera y a mí nos decían que nos violarían, nos apretaban los senos, las partes íntimas; yo les pedía de favor que me tapen los senos, que me cierren la blusa. Prefería que me maten a que me violen…

Luego de dos horas llegamos a la comunidad Maca Milipungo, solo escuchábamos “trae a esas, aquí les vamos a hacer sufrir”, indicando que nos querían violar a mi compañera y a mí, que éramos las únicas mujeres entre 12 personas: ocho militares, tres policías y un civil.

Pasamos cinco días secuestrados. No nos respetaron como mujeres, traían los casquillos del gas lacrimógeno y decían “esto te vamos a meter en la boca, vas a ver lo que te pasa”.

Mi familia está muy afectada. Cuando me secuestraron dieron noticias falsas, dijeron que yo había fallecido. Mi mamá se había desmayado.

Llegué a pensar que no iba a vivir. Siempre tenía presente a mis hijos, tengo una de 15 y uno de 12 años. Rogaba a Dios por ellos, no quería morirme, porque ellos me necesitan.

‘Prefería que me maten a que me violen’

El 10 octubre, a las 17:00, nos encontrábamos en la UPC (Pujilí-Cotopaxi) y más de 2.000 indígenas ingresaron, nos sacaron, dijeron que éramos asesinos, nos lanzaron piedras, palos, nos desprendieron de nuestras chompas y nos llevaron como trofeos a la Plaza Sucre.

Querían quemarnos, pedían gasolina. Decían que querían matarnos, cortarnos las cabezas, que teníamos que pagar la muerte de los hermanos indígenas.

Nos manosearon, fuimos objeto de hombres y mujeres, que nos tocaban indicando que teníamos chips. Nos amarraron las manos con unas fajas, con sogas, la cintura; y con bufandas nos taparon los ojos. Nos trataban mal, nos echaron orina.

A mi compañera y a mí nos decían que nos violarían, nos apretaban los senos, las partes íntimas; yo les pedía de favor que me tapen los senos, que me cierren la blusa. Prefería que me maten a que me violen…

Luego de dos horas llegamos a la comunidad Maca Milipungo, solo escuchábamos “trae a esas, aquí les vamos a hacer sufrir”, indicando que nos querían violar a mi compañera y a mí, que éramos las únicas mujeres entre 12 personas: ocho militares, tres policías y un civil.

Pasamos cinco días secuestrados. No nos respetaron como mujeres, traían los casquillos del gas lacrimógeno y decían “esto te vamos a meter en la boca, vas a ver lo que te pasa”.

Mi familia está muy afectada. Cuando me secuestraron dieron noticias falsas, dijeron que yo había fallecido. Mi mamá se había desmayado.

Llegué a pensar que no iba a vivir. Siempre tenía presente a mis hijos, tengo una de 15 y uno de 12 años. Rogaba a Dios por ellos, no quería morirme, porque ellos me necesitan.

Sargento.  Jacqueline Comina, 16 años de servicio en la Policía.
Sargento. Jacqueline Comina, 16 años de servicio en la Policía.
Sargento.  Jacqueline Comina, 16 años de servicio en la Policía.
Sargento. Jacqueline Comina, 16 años de servicio en la Policía.
Sargento.  Jacqueline Comina, 16 años de servicio en la Policía.
Sargento. Jacqueline Comina, 16 años de servicio en la Policía.
Sargento.  Jacqueline Comina, 16 años de servicio en la Policía.
Sargento. Jacqueline Comina, 16 años de servicio en la Policía.

‘Decían que nos querían violar’

El jueves 10 de octubre me encontraba en la UPC- Pujilí. Rutinariamente nuestra labor es el patrullaje de la ciudad. Pero ese día estábamos concentrados en las instalaciones por el paro. Ahí nos dimos cuenta que nos encontrábamos rodeados por los manifestantes,.

Intentamos salir, pero fuimos retenidos. No puedo determinar si era gente infiltrada, pero de etnia indígena pudimos darnos cuenta que sí había.

Nos trasladaron por las calles hasta la plaza central (Sucre), ahí había como 2.000 manifestantes.

Cuando llegamos nos pidieron que nos retiráramos las prendas policiales. Pedían que entregáramos todos los celulares y nos rebuscaron en los bolsillos.

Entre la multitud de manifestantes decían que nos iban a quemar. Que debíamos morir, así como estaban muriendo indígenas en Quito.

Cuando llegamos a la comunidad de Maca Milipungo, escuché a alguien decir que nos iban a violar.

Fue algo muy difícil. Sufrí golpes, hematomas. Cuando nos cubrieron los ojos, ahí recibíamos golpes en todas partes del cuerpo. Tengo un golpe en la rodilla, otro en la pierna y también por la parte de la espalda, que me dieron con un palo donde me llegaron hasta el seno.

Nosotras hablamos con la gente, pero no escuchaban, les pedíamos que no nos hicieran daño. Mi familia está muy afectada por la situación que he pasado. Mi hija tiene ocho años y estoy trabajando con ella, porque está afectada.

‘Decían que nos querían violar’

El jueves 10 de octubre me encontraba en la UPC- Pujilí. Rutinariamente nuestra labor es el patrullaje de la ciudad. Pero ese día estábamos concentrados en las instalaciones por el paro. Ahí nos dimos cuenta que nos encontrábamos rodeados por los manifestantes,.

Intentamos salir, pero fuimos retenidos. No puedo determinar si era gente infiltrada, pero de etnia indígena pudimos darnos cuenta que sí había.

Nos trasladaron por las calles hasta la plaza central (Sucre), ahí había como 2.000 manifestantes.

Cuando llegamos nos pidieron que nos retiráramos las prendas policiales. Pedían que entregáramos todos los celulares y nos rebuscaron en los bolsillos.

Entre la multitud de manifestantes decían que nos iban a quemar. Que debíamos morir, así como estaban muriendo indígenas en Quito.

Cuando llegamos a la comunidad de Maca Milipungo, escuché a alguien decir que nos iban a violar.

Fue algo muy difícil. Sufrí golpes, hematomas. Cuando nos cubrieron los ojos, ahí recibíamos golpes en todas partes del cuerpo. Tengo un golpe en la rodilla, otro en la pierna y también por la parte de la espalda, que me dieron con un palo donde me llegaron hasta el seno.

Nosotras hablamos con la gente, pero no escuchaban, les pedíamos que no nos hicieran daño. Mi familia está muy afectada por la situación que he pasado. Mi hija tiene ocho años y estoy trabajando con ella, porque está afectada.

‘Decían que nos querían violar’

El jueves 10 de octubre me encontraba en la UPC- Pujilí. Rutinariamente nuestra labor es el patrullaje de la ciudad. Pero ese día estábamos concentrados en las instalaciones por el paro. Ahí nos dimos cuenta que nos encontrábamos rodeados por los manifestantes,.

Intentamos salir, pero fuimos retenidos. No puedo determinar si era gente infiltrada, pero de etnia indígena pudimos darnos cuenta que sí había.

Nos trasladaron por las calles hasta la plaza central (Sucre), ahí había como 2.000 manifestantes.

Cuando llegamos nos pidieron que nos retiráramos las prendas policiales. Pedían que entregáramos todos los celulares y nos rebuscaron en los bolsillos.

Entre la multitud de manifestantes decían que nos iban a quemar. Que debíamos morir, así como estaban muriendo indígenas en Quito.

Cuando llegamos a la comunidad de Maca Milipungo, escuché a alguien decir que nos iban a violar.

Fue algo muy difícil. Sufrí golpes, hematomas. Cuando nos cubrieron los ojos, ahí recibíamos golpes en todas partes del cuerpo. Tengo un golpe en la rodilla, otro en la pierna y también por la parte de la espalda, que me dieron con un palo donde me llegaron hasta el seno.

Nosotras hablamos con la gente, pero no escuchaban, les pedíamos que no nos hicieran daño. Mi familia está muy afectada por la situación que he pasado. Mi hija tiene ocho años y estoy trabajando con ella, porque está afectada.

‘Decían que nos querían violar’

El jueves 10 de octubre me encontraba en la UPC- Pujilí. Rutinariamente nuestra labor es el patrullaje de la ciudad. Pero ese día estábamos concentrados en las instalaciones por el paro. Ahí nos dimos cuenta que nos encontrábamos rodeados por los manifestantes,.

Intentamos salir, pero fuimos retenidos. No puedo determinar si era gente infiltrada, pero de etnia indígena pudimos darnos cuenta que sí había.

Nos trasladaron por las calles hasta la plaza central (Sucre), ahí había como 2.000 manifestantes.

Cuando llegamos nos pidieron que nos retiráramos las prendas policiales. Pedían que entregáramos todos los celulares y nos rebuscaron en los bolsillos.

Entre la multitud de manifestantes decían que nos iban a quemar. Que debíamos morir, así como estaban muriendo indígenas en Quito.

Cuando llegamos a la comunidad de Maca Milipungo, escuché a alguien decir que nos iban a violar.

Fue algo muy difícil. Sufrí golpes, hematomas. Cuando nos cubrieron los ojos, ahí recibíamos golpes en todas partes del cuerpo. Tengo un golpe en la rodilla, otro en la pierna y también por la parte de la espalda, que me dieron con un palo donde me llegaron hasta el seno.

Nosotras hablamos con la gente, pero no escuchaban, les pedíamos que no nos hicieran daño. Mi familia está muy afectada por la situación que he pasado. Mi hija tiene ocho años y estoy trabajando con ella, porque está afectada.

Policía. María José Baque, cinco años de servicio en la Policía.
Policía. María José Baque, cinco años de servicio en la Policía.
Policía. María José Baque, cinco años de servicio en la Policía.
Policía. María José Baque, cinco años de servicio en la Policía.
Policía. María José Baque, cinco años de servicio en la Policía.
Policía. María José Baque, cinco años de servicio en la Policía.
Policía. María José Baque, cinco años de servicio en la Policía.
Policía. María José Baque, cinco años de servicio en la Policía.

‘Quisieron desvestirnos, denigrar nuestro uniforme’

Pertenezco al grupo de personas motorizadas. El 12 de octubre nos encontrábamos cumpliendo órdenes de servicio que eran retiro de escombros de vías de nuestro distrito Calderón (norte de Quito). Yo estaba en el peaje de Oyacoto.

El ambiente siempre fue agresivo. Estábamos 57 personas, éramos tres mujeres. Los manifestantes nos agredieron con palos y piedras. Al momento que una de mis clases (compañera) salió herida, logró escapar con mi sargento y me quedé sola como mujer, en un grupo de 54 compañeros. Nos obligaron a caminar desde el peaje hasta el estadio de Calderón.

En el estadio nos retuvieron y, al momento de despojarme de mis prendas policiales, fui manoseada todo el cuerpo por los manifestantes. No tenían vestimenta indígena. Estuvimos retenidos desde aproximadamente las 11:30 hasta las 21:00. que fue el rescate.

Nos encerraron en un camerino donde quisieron desvestirnos, denigrar nuestro uniforme y lo único que lograron fue sacarnos las botas. Ahí, con el pretexto de buscar si tenía un celular, para grabar o comunicarme con algún familiar, nuevamente me manosean. Trataba de quitarles las manos para evitar que aprieten mis senos y mis nalgas. Les indicaba que no tenía nada topándome yo. En medio de mi desesperación, se me ocurre decir que estoy embarazada, pensé que así iban a calmarse, pero no.

No se ponían de acuerdo si quemarnos, llevarnos a El Arbolito, a la Casa de la Cultura…

Mi madre vio todo por Facebook, porque los manifestantes estaban transmitiendo, mi madre estaba destrozada al ver que yo podía ser quemada.

‘Quisieron desvestirnos, denigrar nuestro uniforme’

Pertenezco al grupo de personas motorizadas. El 12 de octubre nos encontrábamos cumpliendo órdenes de servicio que eran retiro de escombros de vías de nuestro distrito Calderón (norte de Quito). Yo estaba en el peaje de Oyacoto.

El ambiente siempre fue agresivo. Estábamos 57 personas, éramos tres mujeres. Los manifestantes nos agredieron con palos y piedras. Al momento que una de mis clases (compañera) salió herida, logró escapar con mi sargento y me quedé sola como mujer, en un grupo de 54 compañeros. Nos obligaron a caminar desde el peaje hasta el estadio de Calderón.

En el estadio nos retuvieron y, al momento de despojarme de mis prendas policiales, fui manoseada todo el cuerpo por los manifestantes. No tenían vestimenta indígena. Estuvimos retenidos desde aproximadamente las 11:30 hasta las 21:00. que fue el rescate.

Nos encerraron en un camerino donde quisieron desvestirnos, denigrar nuestro uniforme y lo único que lograron fue sacarnos las botas. Ahí, con el pretexto de buscar si tenía un celular, para grabar o comunicarme con algún familiar, nuevamente me manosean. Trataba de quitarles las manos para evitar que aprieten mis senos y mis nalgas. Les indicaba que no tenía nada topándome yo. En medio de mi desesperación, se me ocurre decir que estoy embarazada, pensé que así iban a calmarse, pero no.

No se ponían de acuerdo si quemarnos, llevarnos a El Arbolito, a la Casa de la Cultura…

Mi madre vio todo por Facebook, porque los manifestantes estaban transmitiendo, mi madre estaba destrozada al ver que yo podía ser quemada.

‘Quisieron desvestirnos, denigrar nuestro uniforme’

Pertenezco al grupo de personas motorizadas. El 12 de octubre nos encontrábamos cumpliendo órdenes de servicio que eran retiro de escombros de vías de nuestro distrito Calderón (norte de Quito). Yo estaba en el peaje de Oyacoto.

El ambiente siempre fue agresivo. Estábamos 57 personas, éramos tres mujeres. Los manifestantes nos agredieron con palos y piedras. Al momento que una de mis clases (compañera) salió herida, logró escapar con mi sargento y me quedé sola como mujer, en un grupo de 54 compañeros. Nos obligaron a caminar desde el peaje hasta el estadio de Calderón.

En el estadio nos retuvieron y, al momento de despojarme de mis prendas policiales, fui manoseada todo el cuerpo por los manifestantes. No tenían vestimenta indígena. Estuvimos retenidos desde aproximadamente las 11:30 hasta las 21:00. que fue el rescate.

Nos encerraron en un camerino donde quisieron desvestirnos, denigrar nuestro uniforme y lo único que lograron fue sacarnos las botas. Ahí, con el pretexto de buscar si tenía un celular, para grabar o comunicarme con algún familiar, nuevamente me manosean. Trataba de quitarles las manos para evitar que aprieten mis senos y mis nalgas. Les indicaba que no tenía nada topándome yo. En medio de mi desesperación, se me ocurre decir que estoy embarazada, pensé que así iban a calmarse, pero no.

No se ponían de acuerdo si quemarnos, llevarnos a El Arbolito, a la Casa de la Cultura…

Mi madre vio todo por Facebook, porque los manifestantes estaban transmitiendo, mi madre estaba destrozada al ver que yo podía ser quemada.

‘Quisieron desvestirnos, denigrar nuestro uniforme’

Pertenezco al grupo de personas motorizadas. El 12 de octubre nos encontrábamos cumpliendo órdenes de servicio que eran retiro de escombros de vías de nuestro distrito Calderón (norte de Quito). Yo estaba en el peaje de Oyacoto.

El ambiente siempre fue agresivo. Estábamos 57 personas, éramos tres mujeres. Los manifestantes nos agredieron con palos y piedras. Al momento que una de mis clases (compañera) salió herida, logró escapar con mi sargento y me quedé sola como mujer, en un grupo de 54 compañeros. Nos obligaron a caminar desde el peaje hasta el estadio de Calderón.

En el estadio nos retuvieron y, al momento de despojarme de mis prendas policiales, fui manoseada todo el cuerpo por los manifestantes. No tenían vestimenta indígena. Estuvimos retenidos desde aproximadamente las 11:30 hasta las 21:00. que fue el rescate.

Nos encerraron en un camerino donde quisieron desvestirnos, denigrar nuestro uniforme y lo único que lograron fue sacarnos las botas. Ahí, con el pretexto de buscar si tenía un celular, para grabar o comunicarme con algún familiar, nuevamente me manosean. Trataba de quitarles las manos para evitar que aprieten mis senos y mis nalgas. Les indicaba que no tenía nada topándome yo. En medio de mi desesperación, se me ocurre decir que estoy embarazada, pensé que así iban a calmarse, pero no.

No se ponían de acuerdo si quemarnos, llevarnos a El Arbolito, a la Casa de la Cultura…

Mi madre vio todo por Facebook, porque los manifestantes estaban transmitiendo, mi madre estaba destrozada al ver que yo podía ser quemada.

Cabo. Johanna Mina, 14 años de servicio en la Policía.
Cabo. Johanna Mina, 14 años de servicio en la Policía.
Cabo. Johanna Mina, 14 años de servicio en la Policía.
Cabo. Johanna Mina, 14 años de servicio en la Policía.
Cabo. Johanna Mina, 14 años de servicio en la Policía.
Cabo. Johanna Mina, 14 años de servicio en la Policía.
Cabo. Johanna Mina, 14 años de servicio en la Policía.
Cabo. Johanna Mina, 14 años de servicio en la Policía.

‘No te preparan para ver sufrir a tu familia’

Lo que pasó en Calderón fue algo bastante doloroso, frustrante. No solo estoy afectada sicológicamente yo, sino mi familia, mi mamá, mi hijo (quien vive en Esmeraldas), que cada vez que vengo me dice: “Mamá no te vayas, no quiero que te maten”.

Él está así porque el 12 de octubre, fui agredida física, sicologica y verbalmente. Como ahora suben todo a redes sociales, mi sobrino ve y le indica mi foto con mi rostro y mi cuerpo lleno de sangre, porque me habían partido la cabeza. Ese es un día que jamás lo voy a olvidar.

Estuve asignada al kilómetro 0 de la panamericana Guayllabamba- Quito donde fuimos a diálogar sobre el cierre de la vía, pero fue imposible porque nos atacaron, nos lanzaron piedras y bombas caseras. Eso era una guerra.

Decían que debíamos morir, así como sus compañeros estaban muertos. En eso nos botaron al piso y me impactó una piedra en la cabeza y yo dije me voy a morir desangrada, agarré fuerzas y me paré.

Cuando caminaba, nos agarró un grupo de personas para quitarnos las prendas y echarnos gasolina. A mí me echaron tiñer para quemarme.

Luego una doctora nos ayudó, nos llevó hasta un centro de salud, me curó y luego nos vistió de doctoras, con mandil, para que salieramos.

‘No te preparan para ver sufrir a tu familia’

Lo que pasó en Calderón fue algo bastante doloroso, frustrante. No solo estoy afectada sicológicamente yo, sino mi familia, mi mamá, mi hijo (quien vive en Esmeraldas), que cada vez que vengo me dice: “Mamá no te vayas, no quiero que te maten”.

Él está así porque el 12 de octubre, fui agredida física, sicologica y verbalmente. Como ahora suben todo a redes sociales, mi sobrino ve y le indica mi foto con mi rostro y mi cuerpo lleno de sangre, porque me habían partido la cabeza. Ese es un día que jamás lo voy a olvidar.

Estuve asignada al kilómetro 0 de la panamericana Guayllabamba- Quito donde fuimos a diálogar sobre el cierre de la vía, pero fue imposible porque nos atacaron, nos lanzaron piedras y bombas caseras. Eso era una guerra.

Decían que debíamos morir, así como sus compañeros estaban muertos. En eso nos botaron al piso y me impactó una piedra en la cabeza y yo dije me voy a morir desangrada, agarré fuerzas y me paré.

Cuando caminaba, nos agarró un grupo de personas para quitarnos las prendas y echarnos gasolina. A mí me echaron tiñer para quemarme.

Luego una doctora nos ayudó, nos llevó hasta un centro de salud, me curó y luego nos vistió de doctoras, con mandil, para que salieramos.

‘No te preparan para ver sufrir a tu familia’

Lo que pasó en Calderón fue algo bastante doloroso, frustrante. No solo estoy afectada sicológicamente yo, sino mi familia, mi mamá, mi hijo (quien vive en Esmeraldas), que cada vez que vengo me dice: “Mamá no te vayas, no quiero que te maten”.

Él está así porque el 12 de octubre, fui agredida física, sicologica y verbalmente. Como ahora suben todo a redes sociales, mi sobrino ve y le indica mi foto con mi rostro y mi cuerpo lleno de sangre, porque me habían partido la cabeza. Ese es un día que jamás lo voy a olvidar.

Estuve asignada al kilómetro 0 de la panamericana Guayllabamba- Quito donde fuimos a diálogar sobre el cierre de la vía, pero fue imposible porque nos atacaron, nos lanzaron piedras y bombas caseras. Eso era una guerra.

Decían que debíamos morir, así como sus compañeros estaban muertos. En eso nos botaron al piso y me impactó una piedra en la cabeza y yo dije me voy a morir desangrada, agarré fuerzas y me paré.

Cuando caminaba, nos agarró un grupo de personas para quitarnos las prendas y echarnos gasolina. A mí me echaron tiñer para quemarme.

Luego una doctora nos ayudó, nos llevó hasta un centro de salud, me curó y luego nos vistió de doctoras, con mandil, para que salieramos.

‘No te preparan para ver sufrir a tu familia’

Lo que pasó en Calderón fue algo bastante doloroso, frustrante. No solo estoy afectada sicológicamente yo, sino mi familia, mi mamá, mi hijo (quien vive en Esmeraldas), que cada vez que vengo me dice: “Mamá no te vayas, no quiero que te maten”.

Él está así porque el 12 de octubre, fui agredida física, sicologica y verbalmente. Como ahora suben todo a redes sociales, mi sobrino ve y le indica mi foto con mi rostro y mi cuerpo lleno de sangre, porque me habían partido la cabeza. Ese es un día que jamás lo voy a olvidar.

Estuve asignada al kilómetro 0 de la panamericana Guayllabamba- Quito donde fuimos a diálogar sobre el cierre de la vía, pero fue imposible porque nos atacaron, nos lanzaron piedras y bombas caseras. Eso era una guerra.

Decían que debíamos morir, así como sus compañeros estaban muertos. En eso nos botaron al piso y me impactó una piedra en la cabeza y yo dije me voy a morir desangrada, agarré fuerzas y me paré.

Cuando caminaba, nos agarró un grupo de personas para quitarnos las prendas y echarnos gasolina. A mí me echaron tiñer para quemarme.

Luego una doctora nos ayudó, nos llevó hasta un centro de salud, me curó y luego nos vistió de doctoras, con mandil, para que salieramos.