Ineptocleptocracia

ORLANDO AMORES TERÁN

La clase pobre cuando accede a la clase media, tiene otras aspiraciones, porque salió de la pobreza, adopta un comportamiento usualmente consumista, se adhiere a propuestas que satisfacen sus nuevas aspiraciones. El narco-comunismo sabe que se produce ese cambio de subjetividad, por ello mantiene a la gran masa, en absoluta pobreza, dependiente del Estado totalitario, y persigue con violencia, toda manifestación de religiosidad, a fin de convertir al Estado, en el nuevo dios de esa sociedad humillada y adoctrinada.

En cambio la ineptocracia que tomó el poder y los aparatos estatales, en su gran mayoría saltan de la intrascendencia y oscura mediocridad, a varios niveles administrativos, que los hace parte de una cleptocracia que institucionaliza: robo de bienes públicos, peculado, nepotismo, clientelismo, corrupción, cinismo. Este estatus, también cambia su subjetividad y los obliga a mantener el sistema ineptocleptocrático por todos los medios, para garantizar su permanencia e impunidad.

Allí surge su adhesión al narcotráfico, como el mecanismo de acceder a inconmensurables recursos económicos y humanos, para sostenerse en el poder, lo que los vuelve una organización criminal, con vínculos internacionales, de altísimo peligro, porque la organización política de la nación, la convierten en un narco-estado que dispone de una narco-fuerza pública, que sostiene una narco-legislatura, y una narco-justicia. La putrefacción perfecta de una sociedad. Eso es lo que proponen los narco-comunistas que auspician las «brisas bolivarianas» que hay que erradicar. Debemos entender que el narco-comunismo, es expansivo, violento, utiliza mecanismos democráticos, para asegurar su agresión en impunidad, porque operan a su favor varios lacayos enquistados en CIDH, Amnistía Internacional, defensorías del pueblo, ONGs de DDHH, que amenazan a la fuerza pública y a líderes políticos, con juicios por lesa humanidad, si reaccionan contra los manifestantes, aún cuando éstos conviertan su protesta en vandalismo, saqueo, destrucción e impongan el terror a la población indefensa. [email protected]

ORLANDO AMORES TERÁN

La clase pobre cuando accede a la clase media, tiene otras aspiraciones, porque salió de la pobreza, adopta un comportamiento usualmente consumista, se adhiere a propuestas que satisfacen sus nuevas aspiraciones. El narco-comunismo sabe que se produce ese cambio de subjetividad, por ello mantiene a la gran masa, en absoluta pobreza, dependiente del Estado totalitario, y persigue con violencia, toda manifestación de religiosidad, a fin de convertir al Estado, en el nuevo dios de esa sociedad humillada y adoctrinada.

En cambio la ineptocracia que tomó el poder y los aparatos estatales, en su gran mayoría saltan de la intrascendencia y oscura mediocridad, a varios niveles administrativos, que los hace parte de una cleptocracia que institucionaliza: robo de bienes públicos, peculado, nepotismo, clientelismo, corrupción, cinismo. Este estatus, también cambia su subjetividad y los obliga a mantener el sistema ineptocleptocrático por todos los medios, para garantizar su permanencia e impunidad.

Allí surge su adhesión al narcotráfico, como el mecanismo de acceder a inconmensurables recursos económicos y humanos, para sostenerse en el poder, lo que los vuelve una organización criminal, con vínculos internacionales, de altísimo peligro, porque la organización política de la nación, la convierten en un narco-estado que dispone de una narco-fuerza pública, que sostiene una narco-legislatura, y una narco-justicia. La putrefacción perfecta de una sociedad. Eso es lo que proponen los narco-comunistas que auspician las «brisas bolivarianas» que hay que erradicar. Debemos entender que el narco-comunismo, es expansivo, violento, utiliza mecanismos democráticos, para asegurar su agresión en impunidad, porque operan a su favor varios lacayos enquistados en CIDH, Amnistía Internacional, defensorías del pueblo, ONGs de DDHH, que amenazan a la fuerza pública y a líderes políticos, con juicios por lesa humanidad, si reaccionan contra los manifestantes, aún cuando éstos conviertan su protesta en vandalismo, saqueo, destrucción e impongan el terror a la población indefensa. [email protected]

ORLANDO AMORES TERÁN

La clase pobre cuando accede a la clase media, tiene otras aspiraciones, porque salió de la pobreza, adopta un comportamiento usualmente consumista, se adhiere a propuestas que satisfacen sus nuevas aspiraciones. El narco-comunismo sabe que se produce ese cambio de subjetividad, por ello mantiene a la gran masa, en absoluta pobreza, dependiente del Estado totalitario, y persigue con violencia, toda manifestación de religiosidad, a fin de convertir al Estado, en el nuevo dios de esa sociedad humillada y adoctrinada.

En cambio la ineptocracia que tomó el poder y los aparatos estatales, en su gran mayoría saltan de la intrascendencia y oscura mediocridad, a varios niveles administrativos, que los hace parte de una cleptocracia que institucionaliza: robo de bienes públicos, peculado, nepotismo, clientelismo, corrupción, cinismo. Este estatus, también cambia su subjetividad y los obliga a mantener el sistema ineptocleptocrático por todos los medios, para garantizar su permanencia e impunidad.

Allí surge su adhesión al narcotráfico, como el mecanismo de acceder a inconmensurables recursos económicos y humanos, para sostenerse en el poder, lo que los vuelve una organización criminal, con vínculos internacionales, de altísimo peligro, porque la organización política de la nación, la convierten en un narco-estado que dispone de una narco-fuerza pública, que sostiene una narco-legislatura, y una narco-justicia. La putrefacción perfecta de una sociedad. Eso es lo que proponen los narco-comunistas que auspician las «brisas bolivarianas» que hay que erradicar. Debemos entender que el narco-comunismo, es expansivo, violento, utiliza mecanismos democráticos, para asegurar su agresión en impunidad, porque operan a su favor varios lacayos enquistados en CIDH, Amnistía Internacional, defensorías del pueblo, ONGs de DDHH, que amenazan a la fuerza pública y a líderes políticos, con juicios por lesa humanidad, si reaccionan contra los manifestantes, aún cuando éstos conviertan su protesta en vandalismo, saqueo, destrucción e impongan el terror a la población indefensa. [email protected]

ORLANDO AMORES TERÁN

La clase pobre cuando accede a la clase media, tiene otras aspiraciones, porque salió de la pobreza, adopta un comportamiento usualmente consumista, se adhiere a propuestas que satisfacen sus nuevas aspiraciones. El narco-comunismo sabe que se produce ese cambio de subjetividad, por ello mantiene a la gran masa, en absoluta pobreza, dependiente del Estado totalitario, y persigue con violencia, toda manifestación de religiosidad, a fin de convertir al Estado, en el nuevo dios de esa sociedad humillada y adoctrinada.

En cambio la ineptocracia que tomó el poder y los aparatos estatales, en su gran mayoría saltan de la intrascendencia y oscura mediocridad, a varios niveles administrativos, que los hace parte de una cleptocracia que institucionaliza: robo de bienes públicos, peculado, nepotismo, clientelismo, corrupción, cinismo. Este estatus, también cambia su subjetividad y los obliga a mantener el sistema ineptocleptocrático por todos los medios, para garantizar su permanencia e impunidad.

Allí surge su adhesión al narcotráfico, como el mecanismo de acceder a inconmensurables recursos económicos y humanos, para sostenerse en el poder, lo que los vuelve una organización criminal, con vínculos internacionales, de altísimo peligro, porque la organización política de la nación, la convierten en un narco-estado que dispone de una narco-fuerza pública, que sostiene una narco-legislatura, y una narco-justicia. La putrefacción perfecta de una sociedad. Eso es lo que proponen los narco-comunistas que auspician las «brisas bolivarianas» que hay que erradicar. Debemos entender que el narco-comunismo, es expansivo, violento, utiliza mecanismos democráticos, para asegurar su agresión en impunidad, porque operan a su favor varios lacayos enquistados en CIDH, Amnistía Internacional, defensorías del pueblo, ONGs de DDHH, que amenazan a la fuerza pública y a líderes políticos, con juicios por lesa humanidad, si reaccionan contra los manifestantes, aún cuando éstos conviertan su protesta en vandalismo, saqueo, destrucción e impongan el terror a la población indefensa. [email protected]