‘Roldán’, una constante en la literatura de Javier Vásconez

AUTOR. Una ilustración de Vásconez, bajo el pulso de Velarde.
AUTOR. Una ilustración de Vásconez, bajo el pulso de Velarde.
AUTOR. Una ilustración de Vásconez, bajo el pulso de Velarde.
AUTOR. Una ilustración de Vásconez, bajo el pulso de Velarde.
AUTOR. Una ilustración de Vásconez, bajo el pulso de Velarde.
AUTOR. Una ilustración de Vásconez, bajo el pulso de Velarde.
AUTOR. Una ilustración de Vásconez, bajo el pulso de Velarde.
AUTOR. Una ilustración de Vásconez, bajo el pulso de Velarde.

El ser más cercano a Javier Vásconez, quizás, sea Roldán. Ese personaje que el escritor quiteño inventó hace 30 años.

Figura clave de su novela ‘La sombra del apostador’ (1999), Roldán apareció por primera vez en los tres cuentos que hoy reúne ‘Roldán: La historia de un hombre malo’ (La Caracola, 2019), con ilustraciones del reconocido pintor Jorge Velarde.

La idea de este libro se dio luego de que el escritor mexicano Pedro Ángel Palou, quien prologó sus ‘Cuentos reunidos’ (2018), advirtiera que los relatos ‘Roldán el misterioso’, ‘Crónica de la sangre’ y ‘Un resplandor en la ventana’ podrían dar vida a un nuevo tomo.

Este personaje central de su literatura -calificado como una ‘hiena’ por Fernando Escobar en el prólogo de la obra-, se inspira en un hombre tullido de expresión dura que conmovió al escritor al contemplarlo en una calle empinada. Sin malicia alguna, Vásconez comparte sus perspectivas.

Son 20 años de ‘La sombra del apostador’ y más de 30 de Roldán. ¿Cómo ha sido convivir con ese personaje?
Roldán, junto con el doctor Kronz y el fotógrafo Félix Gutiérrez, es quizá el personaje en el que más he pensado y con el que he tenido más dolores de cabeza, por su enorme complejidad sicológica. Lo vemos planear un crimen y cometer un asesinato durante una carrera en ‘La sombra del apostador’, pero también es una víctima de su oscuridad y de su familia.

Todo asesino es un perfeccionista, es decir, un artista”, dice un tal J. Vásconez en la radio, lo que reniega Roldán: ¿Quién se equivoca, Roldán o Vásconez?
Imagino que los dos tienen razón. J. Vásconez entiende el asesinato como un obra de arte, como un trabajo de orfebrería, pero Roldán, que es un asesino, sabe que eso es imposible y que no hay crímenes perfectos.

En ‘Roldán el misterioso’ nos encontramos con un hombre “enamorado de su propia crueldad”. Pensando en la maldad del abuelo, ¿desde la familia no solo se forja el amor, sino el odio?
Lo único que Roldán tiene son sus muletas y su propia crueldad, para poder seguir adelante. Esa es su fuerza. Cuando sale debilitado de la cárcel, después de haber perdido su juventud y rencor inicial, se da cuenta de que ya no le queda nada.

El ser más cercano a Javier Vásconez, quizás, sea Roldán. Ese personaje que el escritor quiteño inventó hace 30 años.

Figura clave de su novela ‘La sombra del apostador’ (1999), Roldán apareció por primera vez en los tres cuentos que hoy reúne ‘Roldán: La historia de un hombre malo’ (La Caracola, 2019), con ilustraciones del reconocido pintor Jorge Velarde.

La idea de este libro se dio luego de que el escritor mexicano Pedro Ángel Palou, quien prologó sus ‘Cuentos reunidos’ (2018), advirtiera que los relatos ‘Roldán el misterioso’, ‘Crónica de la sangre’ y ‘Un resplandor en la ventana’ podrían dar vida a un nuevo tomo.

Este personaje central de su literatura -calificado como una ‘hiena’ por Fernando Escobar en el prólogo de la obra-, se inspira en un hombre tullido de expresión dura que conmovió al escritor al contemplarlo en una calle empinada. Sin malicia alguna, Vásconez comparte sus perspectivas.

Son 20 años de ‘La sombra del apostador’ y más de 30 de Roldán. ¿Cómo ha sido convivir con ese personaje?
Roldán, junto con el doctor Kronz y el fotógrafo Félix Gutiérrez, es quizá el personaje en el que más he pensado y con el que he tenido más dolores de cabeza, por su enorme complejidad sicológica. Lo vemos planear un crimen y cometer un asesinato durante una carrera en ‘La sombra del apostador’, pero también es una víctima de su oscuridad y de su familia.

Todo asesino es un perfeccionista, es decir, un artista”, dice un tal J. Vásconez en la radio, lo que reniega Roldán: ¿Quién se equivoca, Roldán o Vásconez?
Imagino que los dos tienen razón. J. Vásconez entiende el asesinato como un obra de arte, como un trabajo de orfebrería, pero Roldán, que es un asesino, sabe que eso es imposible y que no hay crímenes perfectos.

En ‘Roldán el misterioso’ nos encontramos con un hombre “enamorado de su propia crueldad”. Pensando en la maldad del abuelo, ¿desde la familia no solo se forja el amor, sino el odio?
Lo único que Roldán tiene son sus muletas y su propia crueldad, para poder seguir adelante. Esa es su fuerza. Cuando sale debilitado de la cárcel, después de haber perdido su juventud y rencor inicial, se da cuenta de que ya no le queda nada.

El ser más cercano a Javier Vásconez, quizás, sea Roldán. Ese personaje que el escritor quiteño inventó hace 30 años.

Figura clave de su novela ‘La sombra del apostador’ (1999), Roldán apareció por primera vez en los tres cuentos que hoy reúne ‘Roldán: La historia de un hombre malo’ (La Caracola, 2019), con ilustraciones del reconocido pintor Jorge Velarde.

La idea de este libro se dio luego de que el escritor mexicano Pedro Ángel Palou, quien prologó sus ‘Cuentos reunidos’ (2018), advirtiera que los relatos ‘Roldán el misterioso’, ‘Crónica de la sangre’ y ‘Un resplandor en la ventana’ podrían dar vida a un nuevo tomo.

Este personaje central de su literatura -calificado como una ‘hiena’ por Fernando Escobar en el prólogo de la obra-, se inspira en un hombre tullido de expresión dura que conmovió al escritor al contemplarlo en una calle empinada. Sin malicia alguna, Vásconez comparte sus perspectivas.

Son 20 años de ‘La sombra del apostador’ y más de 30 de Roldán. ¿Cómo ha sido convivir con ese personaje?
Roldán, junto con el doctor Kronz y el fotógrafo Félix Gutiérrez, es quizá el personaje en el que más he pensado y con el que he tenido más dolores de cabeza, por su enorme complejidad sicológica. Lo vemos planear un crimen y cometer un asesinato durante una carrera en ‘La sombra del apostador’, pero también es una víctima de su oscuridad y de su familia.

Todo asesino es un perfeccionista, es decir, un artista”, dice un tal J. Vásconez en la radio, lo que reniega Roldán: ¿Quién se equivoca, Roldán o Vásconez?
Imagino que los dos tienen razón. J. Vásconez entiende el asesinato como un obra de arte, como un trabajo de orfebrería, pero Roldán, que es un asesino, sabe que eso es imposible y que no hay crímenes perfectos.

En ‘Roldán el misterioso’ nos encontramos con un hombre “enamorado de su propia crueldad”. Pensando en la maldad del abuelo, ¿desde la familia no solo se forja el amor, sino el odio?
Lo único que Roldán tiene son sus muletas y su propia crueldad, para poder seguir adelante. Esa es su fuerza. Cuando sale debilitado de la cárcel, después de haber perdido su juventud y rencor inicial, se da cuenta de que ya no le queda nada.

El ser más cercano a Javier Vásconez, quizás, sea Roldán. Ese personaje que el escritor quiteño inventó hace 30 años.

Figura clave de su novela ‘La sombra del apostador’ (1999), Roldán apareció por primera vez en los tres cuentos que hoy reúne ‘Roldán: La historia de un hombre malo’ (La Caracola, 2019), con ilustraciones del reconocido pintor Jorge Velarde.

La idea de este libro se dio luego de que el escritor mexicano Pedro Ángel Palou, quien prologó sus ‘Cuentos reunidos’ (2018), advirtiera que los relatos ‘Roldán el misterioso’, ‘Crónica de la sangre’ y ‘Un resplandor en la ventana’ podrían dar vida a un nuevo tomo.

Este personaje central de su literatura -calificado como una ‘hiena’ por Fernando Escobar en el prólogo de la obra-, se inspira en un hombre tullido de expresión dura que conmovió al escritor al contemplarlo en una calle empinada. Sin malicia alguna, Vásconez comparte sus perspectivas.

Son 20 años de ‘La sombra del apostador’ y más de 30 de Roldán. ¿Cómo ha sido convivir con ese personaje?
Roldán, junto con el doctor Kronz y el fotógrafo Félix Gutiérrez, es quizá el personaje en el que más he pensado y con el que he tenido más dolores de cabeza, por su enorme complejidad sicológica. Lo vemos planear un crimen y cometer un asesinato durante una carrera en ‘La sombra del apostador’, pero también es una víctima de su oscuridad y de su familia.

Todo asesino es un perfeccionista, es decir, un artista”, dice un tal J. Vásconez en la radio, lo que reniega Roldán: ¿Quién se equivoca, Roldán o Vásconez?
Imagino que los dos tienen razón. J. Vásconez entiende el asesinato como un obra de arte, como un trabajo de orfebrería, pero Roldán, que es un asesino, sabe que eso es imposible y que no hay crímenes perfectos.

En ‘Roldán el misterioso’ nos encontramos con un hombre “enamorado de su propia crueldad”. Pensando en la maldad del abuelo, ¿desde la familia no solo se forja el amor, sino el odio?
Lo único que Roldán tiene son sus muletas y su propia crueldad, para poder seguir adelante. Esa es su fuerza. Cuando sale debilitado de la cárcel, después de haber perdido su juventud y rencor inicial, se da cuenta de que ya no le queda nada.

En ‘Crónica de la sangre’ y ‘Un resplandor en la ventana’ está otra constante de su literatura: los hoteles. ¿Estos pueden verse como la metáfora de la inestabilidad de un personaje vacilante, tanto en lo físico como en lo mental?
No lo creo. En cada uno de mis cuentos o de las novelas donde aparece un hotel tienen distintos significados. En unos es un refugio para el amor; en otros para la libertad, los sueños o la muerte.

Ya con ‘Orfila’ o con la edición conmemorativa del ‘Angelote’, lo gráfico toma protagonismo. ¿Por qué esa preocupación por lo ilustrativo en los últimos años?
Te olvidas de ‘Tecla teresina’, el cuento de Lolita y la mariposa que también fue ilustrado por Manuela Ribadeneira. Me gustan los libros ilustrados. Me parecen muy bellos, sobre todo si van acompañados con un cuento y con los colores y las ilustraciones de un pintor. En Ecuador hay excelentes pintores.

¿Cómo fue el acercamiento y el proceso de trabajo con Velarde?
Jorge Velarde es un gran artista. Muy inteligente y receptivo. Supo captar el espíritu del personaje y también el ambiente de los cuentos. Trabajar con él fue una forma de aprendizaje y un ejercicio de amistad.

J. Vásconez está presente en ‘La sombra del apostador’, pero, quizás, ¿Javier está realmente en aquel niño que observa el crimen?
Tal vez, no lo había pensado de ese modo. Los niños son temibles. Observan todo con una sagacidad que a los adultos se nos escapa. Por eso son excelentes narradores. Se fijan en los detalles más insólitos, y es ahí donde empieza la verdadera literatura.

Si podemos adelantar algo de su próxima novela, ¿por qué llegó la hora de suicidar a Roldán…?
En mi próxima novela, ‘Un conde en el parque’, Roldán muere. Un lector me preguntó por que lo había matado. No lo maté. Se suicidó con esa libertad con la que a veces actúan los personajes . Y eso me afectó bastante, aunque haya sido un tipo siniestro. (DVD)

En ‘Crónica de la sangre’ y ‘Un resplandor en la ventana’ está otra constante de su literatura: los hoteles. ¿Estos pueden verse como la metáfora de la inestabilidad de un personaje vacilante, tanto en lo físico como en lo mental?
No lo creo. En cada uno de mis cuentos o de las novelas donde aparece un hotel tienen distintos significados. En unos es un refugio para el amor; en otros para la libertad, los sueños o la muerte.

Ya con ‘Orfila’ o con la edición conmemorativa del ‘Angelote’, lo gráfico toma protagonismo. ¿Por qué esa preocupación por lo ilustrativo en los últimos años?
Te olvidas de ‘Tecla teresina’, el cuento de Lolita y la mariposa que también fue ilustrado por Manuela Ribadeneira. Me gustan los libros ilustrados. Me parecen muy bellos, sobre todo si van acompañados con un cuento y con los colores y las ilustraciones de un pintor. En Ecuador hay excelentes pintores.

¿Cómo fue el acercamiento y el proceso de trabajo con Velarde?
Jorge Velarde es un gran artista. Muy inteligente y receptivo. Supo captar el espíritu del personaje y también el ambiente de los cuentos. Trabajar con él fue una forma de aprendizaje y un ejercicio de amistad.

J. Vásconez está presente en ‘La sombra del apostador’, pero, quizás, ¿Javier está realmente en aquel niño que observa el crimen?
Tal vez, no lo había pensado de ese modo. Los niños son temibles. Observan todo con una sagacidad que a los adultos se nos escapa. Por eso son excelentes narradores. Se fijan en los detalles más insólitos, y es ahí donde empieza la verdadera literatura.

Si podemos adelantar algo de su próxima novela, ¿por qué llegó la hora de suicidar a Roldán…?
En mi próxima novela, ‘Un conde en el parque’, Roldán muere. Un lector me preguntó por que lo había matado. No lo maté. Se suicidó con esa libertad con la que a veces actúan los personajes . Y eso me afectó bastante, aunque haya sido un tipo siniestro. (DVD)

En ‘Crónica de la sangre’ y ‘Un resplandor en la ventana’ está otra constante de su literatura: los hoteles. ¿Estos pueden verse como la metáfora de la inestabilidad de un personaje vacilante, tanto en lo físico como en lo mental?
No lo creo. En cada uno de mis cuentos o de las novelas donde aparece un hotel tienen distintos significados. En unos es un refugio para el amor; en otros para la libertad, los sueños o la muerte.

Ya con ‘Orfila’ o con la edición conmemorativa del ‘Angelote’, lo gráfico toma protagonismo. ¿Por qué esa preocupación por lo ilustrativo en los últimos años?
Te olvidas de ‘Tecla teresina’, el cuento de Lolita y la mariposa que también fue ilustrado por Manuela Ribadeneira. Me gustan los libros ilustrados. Me parecen muy bellos, sobre todo si van acompañados con un cuento y con los colores y las ilustraciones de un pintor. En Ecuador hay excelentes pintores.

¿Cómo fue el acercamiento y el proceso de trabajo con Velarde?
Jorge Velarde es un gran artista. Muy inteligente y receptivo. Supo captar el espíritu del personaje y también el ambiente de los cuentos. Trabajar con él fue una forma de aprendizaje y un ejercicio de amistad.

J. Vásconez está presente en ‘La sombra del apostador’, pero, quizás, ¿Javier está realmente en aquel niño que observa el crimen?
Tal vez, no lo había pensado de ese modo. Los niños son temibles. Observan todo con una sagacidad que a los adultos se nos escapa. Por eso son excelentes narradores. Se fijan en los detalles más insólitos, y es ahí donde empieza la verdadera literatura.

Si podemos adelantar algo de su próxima novela, ¿por qué llegó la hora de suicidar a Roldán…?
En mi próxima novela, ‘Un conde en el parque’, Roldán muere. Un lector me preguntó por que lo había matado. No lo maté. Se suicidó con esa libertad con la que a veces actúan los personajes . Y eso me afectó bastante, aunque haya sido un tipo siniestro. (DVD)

En ‘Crónica de la sangre’ y ‘Un resplandor en la ventana’ está otra constante de su literatura: los hoteles. ¿Estos pueden verse como la metáfora de la inestabilidad de un personaje vacilante, tanto en lo físico como en lo mental?
No lo creo. En cada uno de mis cuentos o de las novelas donde aparece un hotel tienen distintos significados. En unos es un refugio para el amor; en otros para la libertad, los sueños o la muerte.

Ya con ‘Orfila’ o con la edición conmemorativa del ‘Angelote’, lo gráfico toma protagonismo. ¿Por qué esa preocupación por lo ilustrativo en los últimos años?
Te olvidas de ‘Tecla teresina’, el cuento de Lolita y la mariposa que también fue ilustrado por Manuela Ribadeneira. Me gustan los libros ilustrados. Me parecen muy bellos, sobre todo si van acompañados con un cuento y con los colores y las ilustraciones de un pintor. En Ecuador hay excelentes pintores.

¿Cómo fue el acercamiento y el proceso de trabajo con Velarde?
Jorge Velarde es un gran artista. Muy inteligente y receptivo. Supo captar el espíritu del personaje y también el ambiente de los cuentos. Trabajar con él fue una forma de aprendizaje y un ejercicio de amistad.

J. Vásconez está presente en ‘La sombra del apostador’, pero, quizás, ¿Javier está realmente en aquel niño que observa el crimen?
Tal vez, no lo había pensado de ese modo. Los niños son temibles. Observan todo con una sagacidad que a los adultos se nos escapa. Por eso son excelentes narradores. Se fijan en los detalles más insólitos, y es ahí donde empieza la verdadera literatura.

Si podemos adelantar algo de su próxima novela, ¿por qué llegó la hora de suicidar a Roldán…?
En mi próxima novela, ‘Un conde en el parque’, Roldán muere. Un lector me preguntó por que lo había matado. No lo maté. Se suicidó con esa libertad con la que a veces actúan los personajes . Y eso me afectó bastante, aunque haya sido un tipo siniestro. (DVD)