Agua de sunfo y otras otavaleñidades

POR: Germánico Solis

Cuenta el reconocido artista plástico otavaleño Withman Gualsaquí, que este último domingo se reunieron decenas de primos y parientes de la ascendencia y descendencia de su madre, Teresita Sasi, y también agnados y cognados de parte de su padre, el maestro Luis Gonzalo Gualsaquí, todos empecinados en ascender a los parajes de Mojanda, donde se ubican las lóbregas lagunas de ese nudo y el empinado pico Fuya Fuya; la finalidad, enseñar a las tempranas generaciones la pertenencia a la tierra, reconocer los senderos que unían a otros destinos y que fueron transitados por los mayores creados con el amasijo del barro originario.

La tónica de esta aventura vivida desde hace varios años, es estimar el uso de la bicicleta kilómetros antes de llegar a las lagunas, reconociendo recodos, restregándose en alguna voltereta con el lodo, respirar el aire frío, esquivar en lo posible los charcos, experimentar el vértigo de la ocurrencia e identificar plantas, frutos y aves de esos andurriales.

Formaron esta vez el aventurero pelotón los Sasi, Chamba, Salazar, Tulcanazo y Gualsaquí. Partieron desde el barrio Copacabana en horas de la madrugada, niños y niñas, adolescentes, jóvenes, y veteranos. El recorrido fue útil para remembrar el arrojo de las viejas generaciones para cumplir emprendimientos, el comercio, transporte de productos y alimentos usando esos atajos. A su debido tiempo saborearon el cucabe o fiambre que dejó complacidos los paladares y que consistió en tostado, mote, fritada. Se habló que en tiempos pasados no era prohibido la cacería de aves y animales silvestres y el uso de escopetas, que son nostalgia los motilones, gualicones, cerotes y otros frutos del páramo como el famoso “locotucuna” que enloquecía a quien por equivocación lo consumía.

No recogieron esta vez el musgo que fue necesario para adornar el nacimiento del Niño Dios que guarda la familia desde hace 70 años, y que es venerado por los tenderos del Mercado 24 de Mayo, quienes les llaman “comadre” y “compadre” a doña Teresita Sasi y a su hijo el pintor Withman Gualsaquí. Tampoco bebieron el agua de la planta de sunfo, tonificadora para el frío y buena para el mal de altura.

POR: Germánico Solis

Cuenta el reconocido artista plástico otavaleño Withman Gualsaquí, que este último domingo se reunieron decenas de primos y parientes de la ascendencia y descendencia de su madre, Teresita Sasi, y también agnados y cognados de parte de su padre, el maestro Luis Gonzalo Gualsaquí, todos empecinados en ascender a los parajes de Mojanda, donde se ubican las lóbregas lagunas de ese nudo y el empinado pico Fuya Fuya; la finalidad, enseñar a las tempranas generaciones la pertenencia a la tierra, reconocer los senderos que unían a otros destinos y que fueron transitados por los mayores creados con el amasijo del barro originario.

La tónica de esta aventura vivida desde hace varios años, es estimar el uso de la bicicleta kilómetros antes de llegar a las lagunas, reconociendo recodos, restregándose en alguna voltereta con el lodo, respirar el aire frío, esquivar en lo posible los charcos, experimentar el vértigo de la ocurrencia e identificar plantas, frutos y aves de esos andurriales.

Formaron esta vez el aventurero pelotón los Sasi, Chamba, Salazar, Tulcanazo y Gualsaquí. Partieron desde el barrio Copacabana en horas de la madrugada, niños y niñas, adolescentes, jóvenes, y veteranos. El recorrido fue útil para remembrar el arrojo de las viejas generaciones para cumplir emprendimientos, el comercio, transporte de productos y alimentos usando esos atajos. A su debido tiempo saborearon el cucabe o fiambre que dejó complacidos los paladares y que consistió en tostado, mote, fritada. Se habló que en tiempos pasados no era prohibido la cacería de aves y animales silvestres y el uso de escopetas, que son nostalgia los motilones, gualicones, cerotes y otros frutos del páramo como el famoso “locotucuna” que enloquecía a quien por equivocación lo consumía.

No recogieron esta vez el musgo que fue necesario para adornar el nacimiento del Niño Dios que guarda la familia desde hace 70 años, y que es venerado por los tenderos del Mercado 24 de Mayo, quienes les llaman “comadre” y “compadre” a doña Teresita Sasi y a su hijo el pintor Withman Gualsaquí. Tampoco bebieron el agua de la planta de sunfo, tonificadora para el frío y buena para el mal de altura.

POR: Germánico Solis

Cuenta el reconocido artista plástico otavaleño Withman Gualsaquí, que este último domingo se reunieron decenas de primos y parientes de la ascendencia y descendencia de su madre, Teresita Sasi, y también agnados y cognados de parte de su padre, el maestro Luis Gonzalo Gualsaquí, todos empecinados en ascender a los parajes de Mojanda, donde se ubican las lóbregas lagunas de ese nudo y el empinado pico Fuya Fuya; la finalidad, enseñar a las tempranas generaciones la pertenencia a la tierra, reconocer los senderos que unían a otros destinos y que fueron transitados por los mayores creados con el amasijo del barro originario.

La tónica de esta aventura vivida desde hace varios años, es estimar el uso de la bicicleta kilómetros antes de llegar a las lagunas, reconociendo recodos, restregándose en alguna voltereta con el lodo, respirar el aire frío, esquivar en lo posible los charcos, experimentar el vértigo de la ocurrencia e identificar plantas, frutos y aves de esos andurriales.

Formaron esta vez el aventurero pelotón los Sasi, Chamba, Salazar, Tulcanazo y Gualsaquí. Partieron desde el barrio Copacabana en horas de la madrugada, niños y niñas, adolescentes, jóvenes, y veteranos. El recorrido fue útil para remembrar el arrojo de las viejas generaciones para cumplir emprendimientos, el comercio, transporte de productos y alimentos usando esos atajos. A su debido tiempo saborearon el cucabe o fiambre que dejó complacidos los paladares y que consistió en tostado, mote, fritada. Se habló que en tiempos pasados no era prohibido la cacería de aves y animales silvestres y el uso de escopetas, que son nostalgia los motilones, gualicones, cerotes y otros frutos del páramo como el famoso “locotucuna” que enloquecía a quien por equivocación lo consumía.

No recogieron esta vez el musgo que fue necesario para adornar el nacimiento del Niño Dios que guarda la familia desde hace 70 años, y que es venerado por los tenderos del Mercado 24 de Mayo, quienes les llaman “comadre” y “compadre” a doña Teresita Sasi y a su hijo el pintor Withman Gualsaquí. Tampoco bebieron el agua de la planta de sunfo, tonificadora para el frío y buena para el mal de altura.

POR: Germánico Solis

Cuenta el reconocido artista plástico otavaleño Withman Gualsaquí, que este último domingo se reunieron decenas de primos y parientes de la ascendencia y descendencia de su madre, Teresita Sasi, y también agnados y cognados de parte de su padre, el maestro Luis Gonzalo Gualsaquí, todos empecinados en ascender a los parajes de Mojanda, donde se ubican las lóbregas lagunas de ese nudo y el empinado pico Fuya Fuya; la finalidad, enseñar a las tempranas generaciones la pertenencia a la tierra, reconocer los senderos que unían a otros destinos y que fueron transitados por los mayores creados con el amasijo del barro originario.

La tónica de esta aventura vivida desde hace varios años, es estimar el uso de la bicicleta kilómetros antes de llegar a las lagunas, reconociendo recodos, restregándose en alguna voltereta con el lodo, respirar el aire frío, esquivar en lo posible los charcos, experimentar el vértigo de la ocurrencia e identificar plantas, frutos y aves de esos andurriales.

Formaron esta vez el aventurero pelotón los Sasi, Chamba, Salazar, Tulcanazo y Gualsaquí. Partieron desde el barrio Copacabana en horas de la madrugada, niños y niñas, adolescentes, jóvenes, y veteranos. El recorrido fue útil para remembrar el arrojo de las viejas generaciones para cumplir emprendimientos, el comercio, transporte de productos y alimentos usando esos atajos. A su debido tiempo saborearon el cucabe o fiambre que dejó complacidos los paladares y que consistió en tostado, mote, fritada. Se habló que en tiempos pasados no era prohibido la cacería de aves y animales silvestres y el uso de escopetas, que son nostalgia los motilones, gualicones, cerotes y otros frutos del páramo como el famoso “locotucuna” que enloquecía a quien por equivocación lo consumía.

No recogieron esta vez el musgo que fue necesario para adornar el nacimiento del Niño Dios que guarda la familia desde hace 70 años, y que es venerado por los tenderos del Mercado 24 de Mayo, quienes les llaman “comadre” y “compadre” a doña Teresita Sasi y a su hijo el pintor Withman Gualsaquí. Tampoco bebieron el agua de la planta de sunfo, tonificadora para el frío y buena para el mal de altura.