El dolor crónico es un problema subestimado

ENFERMEDAD. Los de la tercera edad engrosan las estadísticas de este problema, por el desgaste del cuerpo.
ENFERMEDAD. Los de la tercera edad engrosan las estadísticas de este problema, por el desgaste del cuerpo.
ENFERMEDAD. Los de la tercera edad engrosan las estadísticas de este problema, por el desgaste del cuerpo.
ENFERMEDAD. Los de la tercera edad engrosan las estadísticas de este problema, por el desgaste del cuerpo.
ENFERMEDAD. Los de la tercera edad engrosan las estadísticas de este problema, por el desgaste del cuerpo.
ENFERMEDAD. Los de la tercera edad engrosan las estadísticas de este problema, por el desgaste del cuerpo.
ENFERMEDAD. Los de la tercera edad engrosan las estadísticas de este problema, por el desgaste del cuerpo.
ENFERMEDAD. Los de la tercera edad engrosan las estadísticas de este problema, por el desgaste del cuerpo.

En los últimos tiempos, los médicos han visto el incremento de pacientes que se quejan de algún dolor, síntoma que incluso puede impedir una actividad laboral y, en ocasiones, contribuir al deterioro de las relaciones familiares.

Hay dolores agudos y crónicos. Los primeros mejoran después de curar el proceso patológico y los segundos van más allá de la sanación; es decir, que persisten aún después de recibir tratamiento, explica Manuel Sempértegui, anestesiólogo y terapista del dolor.

En esa clasificación también se incluye al psicogénico. Al paciente que experimenta un dolor real, pero que el médico no ha podido clasificar en ninguno de los síndromes dolorosos que se conocen, se lo refiere al sicólogo o siquiatra, porque “hay que tomar en cuenta la parte emocional del dolor”.

El crónico afecta a 3 de cada 10 personas en América Latina, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En base a ese cálculo, en Ecuador, que tiene un poco más de 17 millones de habitantes, existirían 5’100.000 personas, aproximadamente, enfrentando ese padecimiento.

Esta situación ha llevado a la formación de especialistas que atienden esta patología, que a criterio de Sempértegui, debería ser un problema de salud pública.

Afectación

La causa original del dolor crónico puede deberse a una lesión, infección o edad, aunque en algunos casos no hay un agente claro. Puede ser, por ejemplo, un esguince de tobillo, artritis o cáncer. Pero, a pesar de existir una patología de base, a ese dolor hay que tratarlo, no como un síntoma de la enfermedad, sino como una entidad independiente que requiere de tratamiento diferente, menciona el especialista.

De acuerdo con Sempértegui, la población que más refiere dolores crónicos es la mayor de 65 años, no necesariamente por una entidad, sino por el desgaste propio del cuerpo.

Para la terapia, primero “hay que entender la fisiopatología del dolor” para establecer la más adecuada. Considera que un equipo multidisciplinario e interdisciplinario debe atender a la persona, porque “lo ideal es hacer un tratamiento integral, no solo pensando en el dolor físico, sino también en la parte emocional”, enfatiza.

Según la Asociación Mundial para Estudio y Tratamiento del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés), no se puede separar la parte física de la emocional, por lo que hay que hacer un tratamiento integral.

Cuidado

Dependiendo del dolor, se establecerá la mejor opción terapéutica. Puede ser fisioterapia, láserterapia, radiofrecuencia, neuromodulación y magnetoterapia; que no quitan el dolor, sino que modulan su percepción en el cerebro. En algunos casos se recurre al uso de medicamento y en últimas a procesos invasivos.

El dolor no solo se trata con fármacos e intervencionismo, sino “con cambiar un poco de actitud de vida”, lo que a su vez contribuye al ejercicio de medicina preventiva que evita una serie de patologías. El experto aclara que los fármacos no están exentos de efectos secundarios.

Hablar de tiempos para garantizar una mejoría es difícil, asegura. Depende de muchos factores, como las experiencias vividas por el paciente y de los tratamientos que haya recibido. (CM)

Terapia alternativa

La osteopatía, un tipo de medicina alternativa, trabaja en el dolor crónico con el uso de técnicas manuales que atienden no solo el sitio del dolor, sino la parte del cuerpo o el órgano que lo está provocando.

La osteópta Sandra Granja dice que para mejores resultados se busca la razón o el origen del dolor crónico. Puede ser un problema visceral, un accidente de tránsito que jamás fue tratado o la alteración de la fascia (tejido conectivo que une todas las partes del cuerpo), que puede provocar dolor referido en cualquier otro sitio del cuerpo. El tratamiento se realiza solo con técnicas manuales, ejerciendo movimientos sobre la parte que está provocando la molestia, para darle movilidad y reducir los síntomas.

Granja aduce que otra técnica a la que se recurre en la osteopatía es la Thurst, conocida comúnmente como ‘sacar los cuyes’. Consiste en realizar movimientos rápidos, precisos y de impacto fuerte. Otra forma es dar movilidad a la fascia.

La automedicación

Ingerir medicamentos sin prescripción de un profesional, al igual que en otras enfermedades, en el dolor crónico se puede dar paso a fracasos y abusos y ha crear resistencias farmacológicas, para cuando se intenta realizar un tratamiento adecuado y mejorar la sintomatología. “Muchos creen que un fármaco sirve para cualquier tipo de dolor y no es así”, explica Manuel Sempértegui, anestesiólogo y terapista del dolor.

En los últimos tiempos, los médicos han visto el incremento de pacientes que se quejan de algún dolor, síntoma que incluso puede impedir una actividad laboral y, en ocasiones, contribuir al deterioro de las relaciones familiares.

Hay dolores agudos y crónicos. Los primeros mejoran después de curar el proceso patológico y los segundos van más allá de la sanación; es decir, que persisten aún después de recibir tratamiento, explica Manuel Sempértegui, anestesiólogo y terapista del dolor.

En esa clasificación también se incluye al psicogénico. Al paciente que experimenta un dolor real, pero que el médico no ha podido clasificar en ninguno de los síndromes dolorosos que se conocen, se lo refiere al sicólogo o siquiatra, porque “hay que tomar en cuenta la parte emocional del dolor”.

El crónico afecta a 3 de cada 10 personas en América Latina, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En base a ese cálculo, en Ecuador, que tiene un poco más de 17 millones de habitantes, existirían 5’100.000 personas, aproximadamente, enfrentando ese padecimiento.

Esta situación ha llevado a la formación de especialistas que atienden esta patología, que a criterio de Sempértegui, debería ser un problema de salud pública.

Afectación

La causa original del dolor crónico puede deberse a una lesión, infección o edad, aunque en algunos casos no hay un agente claro. Puede ser, por ejemplo, un esguince de tobillo, artritis o cáncer. Pero, a pesar de existir una patología de base, a ese dolor hay que tratarlo, no como un síntoma de la enfermedad, sino como una entidad independiente que requiere de tratamiento diferente, menciona el especialista.

De acuerdo con Sempértegui, la población que más refiere dolores crónicos es la mayor de 65 años, no necesariamente por una entidad, sino por el desgaste propio del cuerpo.

Para la terapia, primero “hay que entender la fisiopatología del dolor” para establecer la más adecuada. Considera que un equipo multidisciplinario e interdisciplinario debe atender a la persona, porque “lo ideal es hacer un tratamiento integral, no solo pensando en el dolor físico, sino también en la parte emocional”, enfatiza.

Según la Asociación Mundial para Estudio y Tratamiento del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés), no se puede separar la parte física de la emocional, por lo que hay que hacer un tratamiento integral.

Cuidado

Dependiendo del dolor, se establecerá la mejor opción terapéutica. Puede ser fisioterapia, láserterapia, radiofrecuencia, neuromodulación y magnetoterapia; que no quitan el dolor, sino que modulan su percepción en el cerebro. En algunos casos se recurre al uso de medicamento y en últimas a procesos invasivos.

El dolor no solo se trata con fármacos e intervencionismo, sino “con cambiar un poco de actitud de vida”, lo que a su vez contribuye al ejercicio de medicina preventiva que evita una serie de patologías. El experto aclara que los fármacos no están exentos de efectos secundarios.

Hablar de tiempos para garantizar una mejoría es difícil, asegura. Depende de muchos factores, como las experiencias vividas por el paciente y de los tratamientos que haya recibido. (CM)

Terapia alternativa

La osteopatía, un tipo de medicina alternativa, trabaja en el dolor crónico con el uso de técnicas manuales que atienden no solo el sitio del dolor, sino la parte del cuerpo o el órgano que lo está provocando.

La osteópta Sandra Granja dice que para mejores resultados se busca la razón o el origen del dolor crónico. Puede ser un problema visceral, un accidente de tránsito que jamás fue tratado o la alteración de la fascia (tejido conectivo que une todas las partes del cuerpo), que puede provocar dolor referido en cualquier otro sitio del cuerpo. El tratamiento se realiza solo con técnicas manuales, ejerciendo movimientos sobre la parte que está provocando la molestia, para darle movilidad y reducir los síntomas.

Granja aduce que otra técnica a la que se recurre en la osteopatía es la Thurst, conocida comúnmente como ‘sacar los cuyes’. Consiste en realizar movimientos rápidos, precisos y de impacto fuerte. Otra forma es dar movilidad a la fascia.

La automedicación

Ingerir medicamentos sin prescripción de un profesional, al igual que en otras enfermedades, en el dolor crónico se puede dar paso a fracasos y abusos y ha crear resistencias farmacológicas, para cuando se intenta realizar un tratamiento adecuado y mejorar la sintomatología. “Muchos creen que un fármaco sirve para cualquier tipo de dolor y no es así”, explica Manuel Sempértegui, anestesiólogo y terapista del dolor.

En los últimos tiempos, los médicos han visto el incremento de pacientes que se quejan de algún dolor, síntoma que incluso puede impedir una actividad laboral y, en ocasiones, contribuir al deterioro de las relaciones familiares.

Hay dolores agudos y crónicos. Los primeros mejoran después de curar el proceso patológico y los segundos van más allá de la sanación; es decir, que persisten aún después de recibir tratamiento, explica Manuel Sempértegui, anestesiólogo y terapista del dolor.

En esa clasificación también se incluye al psicogénico. Al paciente que experimenta un dolor real, pero que el médico no ha podido clasificar en ninguno de los síndromes dolorosos que se conocen, se lo refiere al sicólogo o siquiatra, porque “hay que tomar en cuenta la parte emocional del dolor”.

El crónico afecta a 3 de cada 10 personas en América Latina, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En base a ese cálculo, en Ecuador, que tiene un poco más de 17 millones de habitantes, existirían 5’100.000 personas, aproximadamente, enfrentando ese padecimiento.

Esta situación ha llevado a la formación de especialistas que atienden esta patología, que a criterio de Sempértegui, debería ser un problema de salud pública.

Afectación

La causa original del dolor crónico puede deberse a una lesión, infección o edad, aunque en algunos casos no hay un agente claro. Puede ser, por ejemplo, un esguince de tobillo, artritis o cáncer. Pero, a pesar de existir una patología de base, a ese dolor hay que tratarlo, no como un síntoma de la enfermedad, sino como una entidad independiente que requiere de tratamiento diferente, menciona el especialista.

De acuerdo con Sempértegui, la población que más refiere dolores crónicos es la mayor de 65 años, no necesariamente por una entidad, sino por el desgaste propio del cuerpo.

Para la terapia, primero “hay que entender la fisiopatología del dolor” para establecer la más adecuada. Considera que un equipo multidisciplinario e interdisciplinario debe atender a la persona, porque “lo ideal es hacer un tratamiento integral, no solo pensando en el dolor físico, sino también en la parte emocional”, enfatiza.

Según la Asociación Mundial para Estudio y Tratamiento del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés), no se puede separar la parte física de la emocional, por lo que hay que hacer un tratamiento integral.

Cuidado

Dependiendo del dolor, se establecerá la mejor opción terapéutica. Puede ser fisioterapia, láserterapia, radiofrecuencia, neuromodulación y magnetoterapia; que no quitan el dolor, sino que modulan su percepción en el cerebro. En algunos casos se recurre al uso de medicamento y en últimas a procesos invasivos.

El dolor no solo se trata con fármacos e intervencionismo, sino “con cambiar un poco de actitud de vida”, lo que a su vez contribuye al ejercicio de medicina preventiva que evita una serie de patologías. El experto aclara que los fármacos no están exentos de efectos secundarios.

Hablar de tiempos para garantizar una mejoría es difícil, asegura. Depende de muchos factores, como las experiencias vividas por el paciente y de los tratamientos que haya recibido. (CM)

Terapia alternativa

La osteopatía, un tipo de medicina alternativa, trabaja en el dolor crónico con el uso de técnicas manuales que atienden no solo el sitio del dolor, sino la parte del cuerpo o el órgano que lo está provocando.

La osteópta Sandra Granja dice que para mejores resultados se busca la razón o el origen del dolor crónico. Puede ser un problema visceral, un accidente de tránsito que jamás fue tratado o la alteración de la fascia (tejido conectivo que une todas las partes del cuerpo), que puede provocar dolor referido en cualquier otro sitio del cuerpo. El tratamiento se realiza solo con técnicas manuales, ejerciendo movimientos sobre la parte que está provocando la molestia, para darle movilidad y reducir los síntomas.

Granja aduce que otra técnica a la que se recurre en la osteopatía es la Thurst, conocida comúnmente como ‘sacar los cuyes’. Consiste en realizar movimientos rápidos, precisos y de impacto fuerte. Otra forma es dar movilidad a la fascia.

La automedicación

Ingerir medicamentos sin prescripción de un profesional, al igual que en otras enfermedades, en el dolor crónico se puede dar paso a fracasos y abusos y ha crear resistencias farmacológicas, para cuando se intenta realizar un tratamiento adecuado y mejorar la sintomatología. “Muchos creen que un fármaco sirve para cualquier tipo de dolor y no es así”, explica Manuel Sempértegui, anestesiólogo y terapista del dolor.

En los últimos tiempos, los médicos han visto el incremento de pacientes que se quejan de algún dolor, síntoma que incluso puede impedir una actividad laboral y, en ocasiones, contribuir al deterioro de las relaciones familiares.

Hay dolores agudos y crónicos. Los primeros mejoran después de curar el proceso patológico y los segundos van más allá de la sanación; es decir, que persisten aún después de recibir tratamiento, explica Manuel Sempértegui, anestesiólogo y terapista del dolor.

En esa clasificación también se incluye al psicogénico. Al paciente que experimenta un dolor real, pero que el médico no ha podido clasificar en ninguno de los síndromes dolorosos que se conocen, se lo refiere al sicólogo o siquiatra, porque “hay que tomar en cuenta la parte emocional del dolor”.

El crónico afecta a 3 de cada 10 personas en América Latina, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En base a ese cálculo, en Ecuador, que tiene un poco más de 17 millones de habitantes, existirían 5’100.000 personas, aproximadamente, enfrentando ese padecimiento.

Esta situación ha llevado a la formación de especialistas que atienden esta patología, que a criterio de Sempértegui, debería ser un problema de salud pública.

Afectación

La causa original del dolor crónico puede deberse a una lesión, infección o edad, aunque en algunos casos no hay un agente claro. Puede ser, por ejemplo, un esguince de tobillo, artritis o cáncer. Pero, a pesar de existir una patología de base, a ese dolor hay que tratarlo, no como un síntoma de la enfermedad, sino como una entidad independiente que requiere de tratamiento diferente, menciona el especialista.

De acuerdo con Sempértegui, la población que más refiere dolores crónicos es la mayor de 65 años, no necesariamente por una entidad, sino por el desgaste propio del cuerpo.

Para la terapia, primero “hay que entender la fisiopatología del dolor” para establecer la más adecuada. Considera que un equipo multidisciplinario e interdisciplinario debe atender a la persona, porque “lo ideal es hacer un tratamiento integral, no solo pensando en el dolor físico, sino también en la parte emocional”, enfatiza.

Según la Asociación Mundial para Estudio y Tratamiento del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés), no se puede separar la parte física de la emocional, por lo que hay que hacer un tratamiento integral.

Cuidado

Dependiendo del dolor, se establecerá la mejor opción terapéutica. Puede ser fisioterapia, láserterapia, radiofrecuencia, neuromodulación y magnetoterapia; que no quitan el dolor, sino que modulan su percepción en el cerebro. En algunos casos se recurre al uso de medicamento y en últimas a procesos invasivos.

El dolor no solo se trata con fármacos e intervencionismo, sino “con cambiar un poco de actitud de vida”, lo que a su vez contribuye al ejercicio de medicina preventiva que evita una serie de patologías. El experto aclara que los fármacos no están exentos de efectos secundarios.

Hablar de tiempos para garantizar una mejoría es difícil, asegura. Depende de muchos factores, como las experiencias vividas por el paciente y de los tratamientos que haya recibido. (CM)

Terapia alternativa

La osteopatía, un tipo de medicina alternativa, trabaja en el dolor crónico con el uso de técnicas manuales que atienden no solo el sitio del dolor, sino la parte del cuerpo o el órgano que lo está provocando.

La osteópta Sandra Granja dice que para mejores resultados se busca la razón o el origen del dolor crónico. Puede ser un problema visceral, un accidente de tránsito que jamás fue tratado o la alteración de la fascia (tejido conectivo que une todas las partes del cuerpo), que puede provocar dolor referido en cualquier otro sitio del cuerpo. El tratamiento se realiza solo con técnicas manuales, ejerciendo movimientos sobre la parte que está provocando la molestia, para darle movilidad y reducir los síntomas.

Granja aduce que otra técnica a la que se recurre en la osteopatía es la Thurst, conocida comúnmente como ‘sacar los cuyes’. Consiste en realizar movimientos rápidos, precisos y de impacto fuerte. Otra forma es dar movilidad a la fascia.

La automedicación

Ingerir medicamentos sin prescripción de un profesional, al igual que en otras enfermedades, en el dolor crónico se puede dar paso a fracasos y abusos y ha crear resistencias farmacológicas, para cuando se intenta realizar un tratamiento adecuado y mejorar la sintomatología. “Muchos creen que un fármaco sirve para cualquier tipo de dolor y no es así”, explica Manuel Sempértegui, anestesiólogo y terapista del dolor.