Los Reyes recuerdan las raíces culturales de los negros

RECUERDO. Personajes disfrazados en la fiesta de los Reyes en la Tola, cantón Eloy Alfaro. (Foto: ‘Religiosidad afroecuatoriana’)
RECUERDO. Personajes disfrazados en la fiesta de los Reyes en la Tola, cantón Eloy Alfaro. (Foto: ‘Religiosidad afroecuatoriana’)
RECUERDO. Personajes disfrazados en la fiesta de los Reyes en la Tola, cantón Eloy Alfaro. (Foto: ‘Religiosidad afroecuatoriana’)
RECUERDO. Personajes disfrazados en la fiesta de los Reyes en la Tola, cantón Eloy Alfaro. (Foto: ‘Religiosidad afroecuatoriana’)
RECUERDO. Personajes disfrazados en la fiesta de los Reyes en la Tola, cantón Eloy Alfaro. (Foto: ‘Religiosidad afroecuatoriana’)
RECUERDO. Personajes disfrazados en la fiesta de los Reyes en la Tola, cantón Eloy Alfaro. (Foto: ‘Religiosidad afroecuatoriana’)
RECUERDO. Personajes disfrazados en la fiesta de los Reyes en la Tola, cantón Eloy Alfaro. (Foto: ‘Religiosidad afroecuatoriana’)
RECUERDO. Personajes disfrazados en la fiesta de los Reyes en la Tola, cantón Eloy Alfaro. (Foto: ‘Religiosidad afroecuatoriana’)

En el pueblo afrodescendiente, la fiesta de Reyes no es propiamente religiosa. Aunque tiene su origen en la tradición católica, con el tiempo ha derivado en una festividad popular carnavalera, según el libro ‘Religiosidad afroecuatoriana’, de John Antón Sánchez. Añade que se conoce que la celebración (que se hace desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero) tiene sus raíces en la época colonial, cuando los amos permitían a los esclavos cierta libertad en la forma de festejar.

“En lugar de hacer procesiones católicas, salían a la calle con disfraces y máscaras alusivas a demonios y matachines (personajes), quizá escondiendo a sus deidades o fuerzas espirituales africanas”, según Sánchez.

Agrega que los relatos coloniales dan cuenta de que los esclavos, ese día, recordaban a sus reyes, a sus autoridades africanas, a sus dioses y demás creencias ancestrales, de modo que la conmemoración se convertía en una especie de carnaval, donde recreaban su vida cultural en África. De allí que muchos se disfrazaban de guerreros o simbolizaban a sus dioses africanos.

Va desapareciendo
El escritor señala que en la actualidad el Día de Reyes se efectúa con menos frecuencia; sin embargo, el trabajo de gestores culturales ha contribuido para que esta costumbre no se pierda.

Dura tres días, en los cuales se hacen parodias sobre los blancos, los indígenas y los negros.

Cuenta que en la parroquia Selva Alegre, cantón Eloy Alfaro (Esmeraldas), aún se festeja de forma tradicional, aunque con baja intensidad.

El autor del libro entrevistó a Carlos Gruezo Corozo, fiestero de la comunidad de Selva Alegre, quien cuenta que en la conmemoración intervienen los siguientes personajes: “dos culonas, dos paridoras, dos monos, una dama, seis cayapas, y entre 10 y 15 cucuruchos”.

Todos son especiales, dice, primero porque se disfrazan en una casa o lugar secreto para evitar ser identificados por quienes participan de los días de fiesta, y luego porque durante su desfile no permiten que les toquen, y si alguien lo hace, debe pagar en dinero, alimento o bebida.

Pueden ingresar a las viviendas a sacar a sus ocupantes a bailar o para pedir la colaboración, pero siempre haciendo chistes.

La mayoría de los personajes son mujeres, y según Gruezo, se toman el poder durante los tres días, para lo cual piden permiso a la autoridad del sector para realizar los eventos.

Blancos, negros e indígenas
En ‘Religiosidad afroecuatoriana’ se publica lo que Juana y María Salazar Nazareno contaron a Juan García, antropólogo e historiador y activista cultural defensor de los derechos del pueblo negro del norte de Esmeraldas. Mencionan que “los primeros en salir a jugar eran los blancos. En ese día, los hombres se vestían con las ropas de la mujer y ellas con la de los hombres. La situación es que nadie tenía que conocer quiénes eran los jugadores”.

“Al otro día, salían a jugar los negros. Los competidores se concentraban en una casa o en varias y se vestían de lo que iban a jugar: paridoras, netitos, negros montaraces, labradores de canoa, cazadores, de todo lo que eran los oficios que los mayores tenían en la tradición.

Antes del mediodía salían las tropas con sus músicos (bomberos y cununeros) y sobre todo con su mono, que era el que ponía el orden. La marimba no caminaba, esa estaba en un solo lugar, donde se tenían que encontrar todas las tropas al final del día para el baile”. Cuenta que todos los jugadores se pintaban el cuerpo con carbón de balsa mojado con agua, que se lo preparaba con anticipación y salían a las calles bailando y hablando ‘atravesado, como montacaraces’. (DLH)

En el pueblo afrodescendiente, la fiesta de Reyes no es propiamente religiosa. Aunque tiene su origen en la tradición católica, con el tiempo ha derivado en una festividad popular carnavalera, según el libro ‘Religiosidad afroecuatoriana’, de John Antón Sánchez. Añade que se conoce que la celebración (que se hace desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero) tiene sus raíces en la época colonial, cuando los amos permitían a los esclavos cierta libertad en la forma de festejar.

“En lugar de hacer procesiones católicas, salían a la calle con disfraces y máscaras alusivas a demonios y matachines (personajes), quizá escondiendo a sus deidades o fuerzas espirituales africanas”, según Sánchez.

Agrega que los relatos coloniales dan cuenta de que los esclavos, ese día, recordaban a sus reyes, a sus autoridades africanas, a sus dioses y demás creencias ancestrales, de modo que la conmemoración se convertía en una especie de carnaval, donde recreaban su vida cultural en África. De allí que muchos se disfrazaban de guerreros o simbolizaban a sus dioses africanos.

Va desapareciendo
El escritor señala que en la actualidad el Día de Reyes se efectúa con menos frecuencia; sin embargo, el trabajo de gestores culturales ha contribuido para que esta costumbre no se pierda.

Dura tres días, en los cuales se hacen parodias sobre los blancos, los indígenas y los negros.

Cuenta que en la parroquia Selva Alegre, cantón Eloy Alfaro (Esmeraldas), aún se festeja de forma tradicional, aunque con baja intensidad.

El autor del libro entrevistó a Carlos Gruezo Corozo, fiestero de la comunidad de Selva Alegre, quien cuenta que en la conmemoración intervienen los siguientes personajes: “dos culonas, dos paridoras, dos monos, una dama, seis cayapas, y entre 10 y 15 cucuruchos”.

Todos son especiales, dice, primero porque se disfrazan en una casa o lugar secreto para evitar ser identificados por quienes participan de los días de fiesta, y luego porque durante su desfile no permiten que les toquen, y si alguien lo hace, debe pagar en dinero, alimento o bebida.

Pueden ingresar a las viviendas a sacar a sus ocupantes a bailar o para pedir la colaboración, pero siempre haciendo chistes.

La mayoría de los personajes son mujeres, y según Gruezo, se toman el poder durante los tres días, para lo cual piden permiso a la autoridad del sector para realizar los eventos.

Blancos, negros e indígenas
En ‘Religiosidad afroecuatoriana’ se publica lo que Juana y María Salazar Nazareno contaron a Juan García, antropólogo e historiador y activista cultural defensor de los derechos del pueblo negro del norte de Esmeraldas. Mencionan que “los primeros en salir a jugar eran los blancos. En ese día, los hombres se vestían con las ropas de la mujer y ellas con la de los hombres. La situación es que nadie tenía que conocer quiénes eran los jugadores”.

“Al otro día, salían a jugar los negros. Los competidores se concentraban en una casa o en varias y se vestían de lo que iban a jugar: paridoras, netitos, negros montaraces, labradores de canoa, cazadores, de todo lo que eran los oficios que los mayores tenían en la tradición.

Antes del mediodía salían las tropas con sus músicos (bomberos y cununeros) y sobre todo con su mono, que era el que ponía el orden. La marimba no caminaba, esa estaba en un solo lugar, donde se tenían que encontrar todas las tropas al final del día para el baile”. Cuenta que todos los jugadores se pintaban el cuerpo con carbón de balsa mojado con agua, que se lo preparaba con anticipación y salían a las calles bailando y hablando ‘atravesado, como montacaraces’. (DLH)

En el pueblo afrodescendiente, la fiesta de Reyes no es propiamente religiosa. Aunque tiene su origen en la tradición católica, con el tiempo ha derivado en una festividad popular carnavalera, según el libro ‘Religiosidad afroecuatoriana’, de John Antón Sánchez. Añade que se conoce que la celebración (que se hace desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero) tiene sus raíces en la época colonial, cuando los amos permitían a los esclavos cierta libertad en la forma de festejar.

“En lugar de hacer procesiones católicas, salían a la calle con disfraces y máscaras alusivas a demonios y matachines (personajes), quizá escondiendo a sus deidades o fuerzas espirituales africanas”, según Sánchez.

Agrega que los relatos coloniales dan cuenta de que los esclavos, ese día, recordaban a sus reyes, a sus autoridades africanas, a sus dioses y demás creencias ancestrales, de modo que la conmemoración se convertía en una especie de carnaval, donde recreaban su vida cultural en África. De allí que muchos se disfrazaban de guerreros o simbolizaban a sus dioses africanos.

Va desapareciendo
El escritor señala que en la actualidad el Día de Reyes se efectúa con menos frecuencia; sin embargo, el trabajo de gestores culturales ha contribuido para que esta costumbre no se pierda.

Dura tres días, en los cuales se hacen parodias sobre los blancos, los indígenas y los negros.

Cuenta que en la parroquia Selva Alegre, cantón Eloy Alfaro (Esmeraldas), aún se festeja de forma tradicional, aunque con baja intensidad.

El autor del libro entrevistó a Carlos Gruezo Corozo, fiestero de la comunidad de Selva Alegre, quien cuenta que en la conmemoración intervienen los siguientes personajes: “dos culonas, dos paridoras, dos monos, una dama, seis cayapas, y entre 10 y 15 cucuruchos”.

Todos son especiales, dice, primero porque se disfrazan en una casa o lugar secreto para evitar ser identificados por quienes participan de los días de fiesta, y luego porque durante su desfile no permiten que les toquen, y si alguien lo hace, debe pagar en dinero, alimento o bebida.

Pueden ingresar a las viviendas a sacar a sus ocupantes a bailar o para pedir la colaboración, pero siempre haciendo chistes.

La mayoría de los personajes son mujeres, y según Gruezo, se toman el poder durante los tres días, para lo cual piden permiso a la autoridad del sector para realizar los eventos.

Blancos, negros e indígenas
En ‘Religiosidad afroecuatoriana’ se publica lo que Juana y María Salazar Nazareno contaron a Juan García, antropólogo e historiador y activista cultural defensor de los derechos del pueblo negro del norte de Esmeraldas. Mencionan que “los primeros en salir a jugar eran los blancos. En ese día, los hombres se vestían con las ropas de la mujer y ellas con la de los hombres. La situación es que nadie tenía que conocer quiénes eran los jugadores”.

“Al otro día, salían a jugar los negros. Los competidores se concentraban en una casa o en varias y se vestían de lo que iban a jugar: paridoras, netitos, negros montaraces, labradores de canoa, cazadores, de todo lo que eran los oficios que los mayores tenían en la tradición.

Antes del mediodía salían las tropas con sus músicos (bomberos y cununeros) y sobre todo con su mono, que era el que ponía el orden. La marimba no caminaba, esa estaba en un solo lugar, donde se tenían que encontrar todas las tropas al final del día para el baile”. Cuenta que todos los jugadores se pintaban el cuerpo con carbón de balsa mojado con agua, que se lo preparaba con anticipación y salían a las calles bailando y hablando ‘atravesado, como montacaraces’. (DLH)

En el pueblo afrodescendiente, la fiesta de Reyes no es propiamente religiosa. Aunque tiene su origen en la tradición católica, con el tiempo ha derivado en una festividad popular carnavalera, según el libro ‘Religiosidad afroecuatoriana’, de John Antón Sánchez. Añade que se conoce que la celebración (que se hace desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero) tiene sus raíces en la época colonial, cuando los amos permitían a los esclavos cierta libertad en la forma de festejar.

“En lugar de hacer procesiones católicas, salían a la calle con disfraces y máscaras alusivas a demonios y matachines (personajes), quizá escondiendo a sus deidades o fuerzas espirituales africanas”, según Sánchez.

Agrega que los relatos coloniales dan cuenta de que los esclavos, ese día, recordaban a sus reyes, a sus autoridades africanas, a sus dioses y demás creencias ancestrales, de modo que la conmemoración se convertía en una especie de carnaval, donde recreaban su vida cultural en África. De allí que muchos se disfrazaban de guerreros o simbolizaban a sus dioses africanos.

Va desapareciendo
El escritor señala que en la actualidad el Día de Reyes se efectúa con menos frecuencia; sin embargo, el trabajo de gestores culturales ha contribuido para que esta costumbre no se pierda.

Dura tres días, en los cuales se hacen parodias sobre los blancos, los indígenas y los negros.

Cuenta que en la parroquia Selva Alegre, cantón Eloy Alfaro (Esmeraldas), aún se festeja de forma tradicional, aunque con baja intensidad.

El autor del libro entrevistó a Carlos Gruezo Corozo, fiestero de la comunidad de Selva Alegre, quien cuenta que en la conmemoración intervienen los siguientes personajes: “dos culonas, dos paridoras, dos monos, una dama, seis cayapas, y entre 10 y 15 cucuruchos”.

Todos son especiales, dice, primero porque se disfrazan en una casa o lugar secreto para evitar ser identificados por quienes participan de los días de fiesta, y luego porque durante su desfile no permiten que les toquen, y si alguien lo hace, debe pagar en dinero, alimento o bebida.

Pueden ingresar a las viviendas a sacar a sus ocupantes a bailar o para pedir la colaboración, pero siempre haciendo chistes.

La mayoría de los personajes son mujeres, y según Gruezo, se toman el poder durante los tres días, para lo cual piden permiso a la autoridad del sector para realizar los eventos.

Blancos, negros e indígenas
En ‘Religiosidad afroecuatoriana’ se publica lo que Juana y María Salazar Nazareno contaron a Juan García, antropólogo e historiador y activista cultural defensor de los derechos del pueblo negro del norte de Esmeraldas. Mencionan que “los primeros en salir a jugar eran los blancos. En ese día, los hombres se vestían con las ropas de la mujer y ellas con la de los hombres. La situación es que nadie tenía que conocer quiénes eran los jugadores”.

“Al otro día, salían a jugar los negros. Los competidores se concentraban en una casa o en varias y se vestían de lo que iban a jugar: paridoras, netitos, negros montaraces, labradores de canoa, cazadores, de todo lo que eran los oficios que los mayores tenían en la tradición.

Antes del mediodía salían las tropas con sus músicos (bomberos y cununeros) y sobre todo con su mono, que era el que ponía el orden. La marimba no caminaba, esa estaba en un solo lugar, donde se tenían que encontrar todas las tropas al final del día para el baile”. Cuenta que todos los jugadores se pintaban el cuerpo con carbón de balsa mojado con agua, que se lo preparaba con anticipación y salían a las calles bailando y hablando ‘atravesado, como montacaraces’. (DLH)