Los peligros más grandes de la humanidad

Patricio Valdivieso Espinosa

Lo que sentimos, hacemos y decimos, nos permite entender que, todos los días la humanidad se debate entre: la prolongación de su existencia, afianzando su conservación; y, la absurda destrucción que provocamos, llevándola a su extinción. En algunos casos como: las guerras, hambrunas y epidemias, las catástrofes masivas son inmisericordes; en otros casos, los abortos, trata de órganos y otros asesinatos, son repudiables; pero obrar sin anteponer los valores ético morales, o dejarnos ganar de la sin razón, también es una forma de acabar con el mundo en que vivimos, y es nuestra responsabilidad, más, si lo hacemos conscientes, siendo repudiable.

Así, podemos entender, que los peligros más grandes de la humanidad los tenemos entre nosotros a diario, y son: la arrogancia, la vanidad y la ingratitud. Los arrogantes, carentes de humildad, presumen ser superiores a los demás, exigiendo siempre privilegios; los vanidosos, ególatras por naturaleza, habitan en la burbuja de los complejos de inferioridad, buscando ser el centro de la atención, teniendo un afán excesivo por ser admirados; y, la ingratitud, provocada por el olvido desmedido de quien recibe un favor, aplicando la amnesia selectiva por parte de los desagradecidos.

A estos antivalores, se suman la egolatría, la soberbia y la hipocresía, poniendo en riesgo el bienestar de la humanidad. La egolatría, nos convierte en seres egoístas, teniendo como caldo de cultivo un absurdo culto a la personalidad; la soberbia, por su parte, rompe el sentido de hermandad, con formas de vida despreciativas que llevan a proceder con arrogancia; y, la hipocresía, revestida de falsedad, que persiste en obrar bajo los esquemas de una doble moral.

Como vemos en nuestra existencia, los verdaderos peligros más grandes para la destrucción o deterioro de la humanidad, están en nuestros actos; por eso, debemos cuidar nuestro actuar si queremos una sociedad más justa; tenemos que revisar constantemente lo que podemos sumar, sabiendo que lo que hacemos construye o destruye nuestra sociedad. (O)

[email protected]

Patricio Valdivieso Espinosa

Lo que sentimos, hacemos y decimos, nos permite entender que, todos los días la humanidad se debate entre: la prolongación de su existencia, afianzando su conservación; y, la absurda destrucción que provocamos, llevándola a su extinción. En algunos casos como: las guerras, hambrunas y epidemias, las catástrofes masivas son inmisericordes; en otros casos, los abortos, trata de órganos y otros asesinatos, son repudiables; pero obrar sin anteponer los valores ético morales, o dejarnos ganar de la sin razón, también es una forma de acabar con el mundo en que vivimos, y es nuestra responsabilidad, más, si lo hacemos conscientes, siendo repudiable.

Así, podemos entender, que los peligros más grandes de la humanidad los tenemos entre nosotros a diario, y son: la arrogancia, la vanidad y la ingratitud. Los arrogantes, carentes de humildad, presumen ser superiores a los demás, exigiendo siempre privilegios; los vanidosos, ególatras por naturaleza, habitan en la burbuja de los complejos de inferioridad, buscando ser el centro de la atención, teniendo un afán excesivo por ser admirados; y, la ingratitud, provocada por el olvido desmedido de quien recibe un favor, aplicando la amnesia selectiva por parte de los desagradecidos.

A estos antivalores, se suman la egolatría, la soberbia y la hipocresía, poniendo en riesgo el bienestar de la humanidad. La egolatría, nos convierte en seres egoístas, teniendo como caldo de cultivo un absurdo culto a la personalidad; la soberbia, por su parte, rompe el sentido de hermandad, con formas de vida despreciativas que llevan a proceder con arrogancia; y, la hipocresía, revestida de falsedad, que persiste en obrar bajo los esquemas de una doble moral.

Como vemos en nuestra existencia, los verdaderos peligros más grandes para la destrucción o deterioro de la humanidad, están en nuestros actos; por eso, debemos cuidar nuestro actuar si queremos una sociedad más justa; tenemos que revisar constantemente lo que podemos sumar, sabiendo que lo que hacemos construye o destruye nuestra sociedad. (O)

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Patricio Valdivieso Espinosa

Lo que sentimos, hacemos y decimos, nos permite entender que, todos los días la humanidad se debate entre: la prolongación de su existencia, afianzando su conservación; y, la absurda destrucción que provocamos, llevándola a su extinción. En algunos casos como: las guerras, hambrunas y epidemias, las catástrofes masivas son inmisericordes; en otros casos, los abortos, trata de órganos y otros asesinatos, son repudiables; pero obrar sin anteponer los valores ético morales, o dejarnos ganar de la sin razón, también es una forma de acabar con el mundo en que vivimos, y es nuestra responsabilidad, más, si lo hacemos conscientes, siendo repudiable.

Así, podemos entender, que los peligros más grandes de la humanidad los tenemos entre nosotros a diario, y son: la arrogancia, la vanidad y la ingratitud. Los arrogantes, carentes de humildad, presumen ser superiores a los demás, exigiendo siempre privilegios; los vanidosos, ególatras por naturaleza, habitan en la burbuja de los complejos de inferioridad, buscando ser el centro de la atención, teniendo un afán excesivo por ser admirados; y, la ingratitud, provocada por el olvido desmedido de quien recibe un favor, aplicando la amnesia selectiva por parte de los desagradecidos.

A estos antivalores, se suman la egolatría, la soberbia y la hipocresía, poniendo en riesgo el bienestar de la humanidad. La egolatría, nos convierte en seres egoístas, teniendo como caldo de cultivo un absurdo culto a la personalidad; la soberbia, por su parte, rompe el sentido de hermandad, con formas de vida despreciativas que llevan a proceder con arrogancia; y, la hipocresía, revestida de falsedad, que persiste en obrar bajo los esquemas de una doble moral.

Como vemos en nuestra existencia, los verdaderos peligros más grandes para la destrucción o deterioro de la humanidad, están en nuestros actos; por eso, debemos cuidar nuestro actuar si queremos una sociedad más justa; tenemos que revisar constantemente lo que podemos sumar, sabiendo que lo que hacemos construye o destruye nuestra sociedad. (O)

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Patricio Valdivieso Espinosa

Lo que sentimos, hacemos y decimos, nos permite entender que, todos los días la humanidad se debate entre: la prolongación de su existencia, afianzando su conservación; y, la absurda destrucción que provocamos, llevándola a su extinción. En algunos casos como: las guerras, hambrunas y epidemias, las catástrofes masivas son inmisericordes; en otros casos, los abortos, trata de órganos y otros asesinatos, son repudiables; pero obrar sin anteponer los valores ético morales, o dejarnos ganar de la sin razón, también es una forma de acabar con el mundo en que vivimos, y es nuestra responsabilidad, más, si lo hacemos conscientes, siendo repudiable.

Así, podemos entender, que los peligros más grandes de la humanidad los tenemos entre nosotros a diario, y son: la arrogancia, la vanidad y la ingratitud. Los arrogantes, carentes de humildad, presumen ser superiores a los demás, exigiendo siempre privilegios; los vanidosos, ególatras por naturaleza, habitan en la burbuja de los complejos de inferioridad, buscando ser el centro de la atención, teniendo un afán excesivo por ser admirados; y, la ingratitud, provocada por el olvido desmedido de quien recibe un favor, aplicando la amnesia selectiva por parte de los desagradecidos.

A estos antivalores, se suman la egolatría, la soberbia y la hipocresía, poniendo en riesgo el bienestar de la humanidad. La egolatría, nos convierte en seres egoístas, teniendo como caldo de cultivo un absurdo culto a la personalidad; la soberbia, por su parte, rompe el sentido de hermandad, con formas de vida despreciativas que llevan a proceder con arrogancia; y, la hipocresía, revestida de falsedad, que persiste en obrar bajo los esquemas de una doble moral.

Como vemos en nuestra existencia, los verdaderos peligros más grandes para la destrucción o deterioro de la humanidad, están en nuestros actos; por eso, debemos cuidar nuestro actuar si queremos una sociedad más justa; tenemos que revisar constantemente lo que podemos sumar, sabiendo que lo que hacemos construye o destruye nuestra sociedad. (O)

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