Gobierno para recordar

CARLOS CONCHA JIJÓN

Creo que el gobierno de la robolución ciudadana debe ser recordado por siempre, no para odiar, mas sí para reflexionar sobre la monstruosidad que fue y no debe nunca más repetirse convirtiéndose en motivación patriótica para estar siempre atentos a rechazarlos.

La prepotencia y la jactancia operaron brutalmente contra las libertades, en un ejercicio de dominio marcando un camino empastado de intolerancia, derramada en absolutismo y una aureola de poder entrampada en la intransigencia. Sus demostraciones perversas brotaron de pasiones extremas, que borraron de sus conciencias la racionalidad.

Fue un gobierno destructor de honras bajo el capricho de la estupidez, en un desvarío engendrado en el fanatismo. Se tapizaron con élites deshonestas e hicieron sucumbir a la democracia bajo la égida de un contubernio grupal cargado de hipocresía entre sombras espeluznantes. Fue el gobierno fraguado en un dogmatismo politiquero como invento macabro del socialismo siglo XXI, cargado de purulencia ideológica.

Fue un gobierno intransigente en donde desapareció el espacio para la razón; de la misma manera que hicieron trizas los postulados sobre los derechos y libertades que cayeron en un molino de inmoralidad, triturador de ideas benefactoras para formar un gigantesco edificio, en el que primaron el sectarismo ideológico y la flagrante demostración de una tiranía inhumana.

Ese fue el gobierno que se caracterizó porque ejerció inflexiblemente la concentración de poderes, que les permitió manejar el país de manera degradante y fueron capataces tiranuelos. La megalomanía se hizo presente, se enriquecieron, metieron las manos en la justicia y abusaron con un poder omnímodo absorbidos por la vanidad estéril que los transformó en semidioses del contubernio. Debemos desterrar a los gobiernos que mancillan la democracia y luchar contra ensayos demagógicos y degradantes.

[email protected]

CARLOS CONCHA JIJÓN

Creo que el gobierno de la robolución ciudadana debe ser recordado por siempre, no para odiar, mas sí para reflexionar sobre la monstruosidad que fue y no debe nunca más repetirse convirtiéndose en motivación patriótica para estar siempre atentos a rechazarlos.

La prepotencia y la jactancia operaron brutalmente contra las libertades, en un ejercicio de dominio marcando un camino empastado de intolerancia, derramada en absolutismo y una aureola de poder entrampada en la intransigencia. Sus demostraciones perversas brotaron de pasiones extremas, que borraron de sus conciencias la racionalidad.

Fue un gobierno destructor de honras bajo el capricho de la estupidez, en un desvarío engendrado en el fanatismo. Se tapizaron con élites deshonestas e hicieron sucumbir a la democracia bajo la égida de un contubernio grupal cargado de hipocresía entre sombras espeluznantes. Fue el gobierno fraguado en un dogmatismo politiquero como invento macabro del socialismo siglo XXI, cargado de purulencia ideológica.

Fue un gobierno intransigente en donde desapareció el espacio para la razón; de la misma manera que hicieron trizas los postulados sobre los derechos y libertades que cayeron en un molino de inmoralidad, triturador de ideas benefactoras para formar un gigantesco edificio, en el que primaron el sectarismo ideológico y la flagrante demostración de una tiranía inhumana.

Ese fue el gobierno que se caracterizó porque ejerció inflexiblemente la concentración de poderes, que les permitió manejar el país de manera degradante y fueron capataces tiranuelos. La megalomanía se hizo presente, se enriquecieron, metieron las manos en la justicia y abusaron con un poder omnímodo absorbidos por la vanidad estéril que los transformó en semidioses del contubernio. Debemos desterrar a los gobiernos que mancillan la democracia y luchar contra ensayos demagógicos y degradantes.

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CARLOS CONCHA JIJÓN

Creo que el gobierno de la robolución ciudadana debe ser recordado por siempre, no para odiar, mas sí para reflexionar sobre la monstruosidad que fue y no debe nunca más repetirse convirtiéndose en motivación patriótica para estar siempre atentos a rechazarlos.

La prepotencia y la jactancia operaron brutalmente contra las libertades, en un ejercicio de dominio marcando un camino empastado de intolerancia, derramada en absolutismo y una aureola de poder entrampada en la intransigencia. Sus demostraciones perversas brotaron de pasiones extremas, que borraron de sus conciencias la racionalidad.

Fue un gobierno destructor de honras bajo el capricho de la estupidez, en un desvarío engendrado en el fanatismo. Se tapizaron con élites deshonestas e hicieron sucumbir a la democracia bajo la égida de un contubernio grupal cargado de hipocresía entre sombras espeluznantes. Fue el gobierno fraguado en un dogmatismo politiquero como invento macabro del socialismo siglo XXI, cargado de purulencia ideológica.

Fue un gobierno intransigente en donde desapareció el espacio para la razón; de la misma manera que hicieron trizas los postulados sobre los derechos y libertades que cayeron en un molino de inmoralidad, triturador de ideas benefactoras para formar un gigantesco edificio, en el que primaron el sectarismo ideológico y la flagrante demostración de una tiranía inhumana.

Ese fue el gobierno que se caracterizó porque ejerció inflexiblemente la concentración de poderes, que les permitió manejar el país de manera degradante y fueron capataces tiranuelos. La megalomanía se hizo presente, se enriquecieron, metieron las manos en la justicia y abusaron con un poder omnímodo absorbidos por la vanidad estéril que los transformó en semidioses del contubernio. Debemos desterrar a los gobiernos que mancillan la democracia y luchar contra ensayos demagógicos y degradantes.

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Creo que el gobierno de la robolución ciudadana debe ser recordado por siempre, no para odiar, mas sí para reflexionar sobre la monstruosidad que fue y no debe nunca más repetirse convirtiéndose en motivación patriótica para estar siempre atentos a rechazarlos.

La prepotencia y la jactancia operaron brutalmente contra las libertades, en un ejercicio de dominio marcando un camino empastado de intolerancia, derramada en absolutismo y una aureola de poder entrampada en la intransigencia. Sus demostraciones perversas brotaron de pasiones extremas, que borraron de sus conciencias la racionalidad.

Fue un gobierno destructor de honras bajo el capricho de la estupidez, en un desvarío engendrado en el fanatismo. Se tapizaron con élites deshonestas e hicieron sucumbir a la democracia bajo la égida de un contubernio grupal cargado de hipocresía entre sombras espeluznantes. Fue el gobierno fraguado en un dogmatismo politiquero como invento macabro del socialismo siglo XXI, cargado de purulencia ideológica.

Fue un gobierno intransigente en donde desapareció el espacio para la razón; de la misma manera que hicieron trizas los postulados sobre los derechos y libertades que cayeron en un molino de inmoralidad, triturador de ideas benefactoras para formar un gigantesco edificio, en el que primaron el sectarismo ideológico y la flagrante demostración de una tiranía inhumana.

Ese fue el gobierno que se caracterizó porque ejerció inflexiblemente la concentración de poderes, que les permitió manejar el país de manera degradante y fueron capataces tiranuelos. La megalomanía se hizo presente, se enriquecieron, metieron las manos en la justicia y abusaron con un poder omnímodo absorbidos por la vanidad estéril que los transformó en semidioses del contubernio. Debemos desterrar a los gobiernos que mancillan la democracia y luchar contra ensayos demagógicos y degradantes.

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