No a la pirotecnia

Hever Sánchez M.

Durante la historia, el ser humano siempre ha tenido comportamientos aberrantes para realizar sus fiestas. Con la invención de la pólvora en China, nacieron también los juegos artificiales que se irían perfeccionando a través del tiempo, les pusieron colorido para que se hagan más atractivos a los ojos de las personas.

En la actualidad, estos juegos parecen imprescindibles en casi todas las sociedades de la tierra. Sus ruidos ensordecedores y la luminosidad aumentan el morbo desenfrenado de los espectadores. Aunque aparentemente se festeja con ellos, estos juegos provocan daños irremediables en el medio ambiente y una terrible alteración en el comportamiento de los animales. Los materiales con los que son construidos son altamente tóxicos. El amonio y perclorato de potasio, se concentran en el agua contaminándola a más no poder.

La capacidad auditiva de los animales es muy superior a la de los seres humanos. Al ser detonadas estas explosiones, sus daños son irreversibles. Muchos mueren con los tímpanos reventados, otros mueren de infarto; generalmente las aves abandonan sus pichones y ya no regresan a sus nidos por la confusión que les causan los estruendos. Según un estudio de la Universidad Lomonosov de Moscú, la población de pájaros estaría descendiendo drásticamente debido a las explosiones.

La pirotecnia mueve millones de dólares alrededor de cada celebración, pero después solo queda un olor a tragedia, pólvora y muerte. La educación para detenerla, debería venir desde los jardines de infantes, escuelas y colegios, pero eso al Estado mediocre no le interesa, son los cabildos quienes deben prohibirla.

Millones de pájaros, perros y otros animales ya están sentenciados a la tortura y muerte en las navidades y ‘año viejo’ que se avecinan. Qué paradójico, trágico y retrógrado, que en la Navidad, en donde el mundo cristiano celebra la llegada de Jesús, se lo haga precisamente atentando, envenenando y asesinando la creación que dicen adorar. (O)

@Hever_Sanchez_M

[email protected]

Hever Sánchez M.

Durante la historia, el ser humano siempre ha tenido comportamientos aberrantes para realizar sus fiestas. Con la invención de la pólvora en China, nacieron también los juegos artificiales que se irían perfeccionando a través del tiempo, les pusieron colorido para que se hagan más atractivos a los ojos de las personas.

En la actualidad, estos juegos parecen imprescindibles en casi todas las sociedades de la tierra. Sus ruidos ensordecedores y la luminosidad aumentan el morbo desenfrenado de los espectadores. Aunque aparentemente se festeja con ellos, estos juegos provocan daños irremediables en el medio ambiente y una terrible alteración en el comportamiento de los animales. Los materiales con los que son construidos son altamente tóxicos. El amonio y perclorato de potasio, se concentran en el agua contaminándola a más no poder.

La capacidad auditiva de los animales es muy superior a la de los seres humanos. Al ser detonadas estas explosiones, sus daños son irreversibles. Muchos mueren con los tímpanos reventados, otros mueren de infarto; generalmente las aves abandonan sus pichones y ya no regresan a sus nidos por la confusión que les causan los estruendos. Según un estudio de la Universidad Lomonosov de Moscú, la población de pájaros estaría descendiendo drásticamente debido a las explosiones.

La pirotecnia mueve millones de dólares alrededor de cada celebración, pero después solo queda un olor a tragedia, pólvora y muerte. La educación para detenerla, debería venir desde los jardines de infantes, escuelas y colegios, pero eso al Estado mediocre no le interesa, son los cabildos quienes deben prohibirla.

Millones de pájaros, perros y otros animales ya están sentenciados a la tortura y muerte en las navidades y ‘año viejo’ que se avecinan. Qué paradójico, trágico y retrógrado, que en la Navidad, en donde el mundo cristiano celebra la llegada de Jesús, se lo haga precisamente atentando, envenenando y asesinando la creación que dicen adorar. (O)

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Durante la historia, el ser humano siempre ha tenido comportamientos aberrantes para realizar sus fiestas. Con la invención de la pólvora en China, nacieron también los juegos artificiales que se irían perfeccionando a través del tiempo, les pusieron colorido para que se hagan más atractivos a los ojos de las personas.

En la actualidad, estos juegos parecen imprescindibles en casi todas las sociedades de la tierra. Sus ruidos ensordecedores y la luminosidad aumentan el morbo desenfrenado de los espectadores. Aunque aparentemente se festeja con ellos, estos juegos provocan daños irremediables en el medio ambiente y una terrible alteración en el comportamiento de los animales. Los materiales con los que son construidos son altamente tóxicos. El amonio y perclorato de potasio, se concentran en el agua contaminándola a más no poder.

La capacidad auditiva de los animales es muy superior a la de los seres humanos. Al ser detonadas estas explosiones, sus daños son irreversibles. Muchos mueren con los tímpanos reventados, otros mueren de infarto; generalmente las aves abandonan sus pichones y ya no regresan a sus nidos por la confusión que les causan los estruendos. Según un estudio de la Universidad Lomonosov de Moscú, la población de pájaros estaría descendiendo drásticamente debido a las explosiones.

La pirotecnia mueve millones de dólares alrededor de cada celebración, pero después solo queda un olor a tragedia, pólvora y muerte. La educación para detenerla, debería venir desde los jardines de infantes, escuelas y colegios, pero eso al Estado mediocre no le interesa, son los cabildos quienes deben prohibirla.

Millones de pájaros, perros y otros animales ya están sentenciados a la tortura y muerte en las navidades y ‘año viejo’ que se avecinan. Qué paradójico, trágico y retrógrado, que en la Navidad, en donde el mundo cristiano celebra la llegada de Jesús, se lo haga precisamente atentando, envenenando y asesinando la creación que dicen adorar. (O)

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Durante la historia, el ser humano siempre ha tenido comportamientos aberrantes para realizar sus fiestas. Con la invención de la pólvora en China, nacieron también los juegos artificiales que se irían perfeccionando a través del tiempo, les pusieron colorido para que se hagan más atractivos a los ojos de las personas.

En la actualidad, estos juegos parecen imprescindibles en casi todas las sociedades de la tierra. Sus ruidos ensordecedores y la luminosidad aumentan el morbo desenfrenado de los espectadores. Aunque aparentemente se festeja con ellos, estos juegos provocan daños irremediables en el medio ambiente y una terrible alteración en el comportamiento de los animales. Los materiales con los que son construidos son altamente tóxicos. El amonio y perclorato de potasio, se concentran en el agua contaminándola a más no poder.

La capacidad auditiva de los animales es muy superior a la de los seres humanos. Al ser detonadas estas explosiones, sus daños son irreversibles. Muchos mueren con los tímpanos reventados, otros mueren de infarto; generalmente las aves abandonan sus pichones y ya no regresan a sus nidos por la confusión que les causan los estruendos. Según un estudio de la Universidad Lomonosov de Moscú, la población de pájaros estaría descendiendo drásticamente debido a las explosiones.

La pirotecnia mueve millones de dólares alrededor de cada celebración, pero después solo queda un olor a tragedia, pólvora y muerte. La educación para detenerla, debería venir desde los jardines de infantes, escuelas y colegios, pero eso al Estado mediocre no le interesa, son los cabildos quienes deben prohibirla.

Millones de pájaros, perros y otros animales ya están sentenciados a la tortura y muerte en las navidades y ‘año viejo’ que se avecinan. Qué paradójico, trágico y retrógrado, que en la Navidad, en donde el mundo cristiano celebra la llegada de Jesús, se lo haga precisamente atentando, envenenando y asesinando la creación que dicen adorar. (O)

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