El año de las definiciones

Giuseppe Cabrera

Estamos a las puertas del año de mayores incertidumbres, desde por lo menos 2006, incertidumbres políticas y sociales.

Este 2020, se inscriben las candidaturas a presidente y asambleístas nacionales y provinciales. Y, además de lo difícil que está resultando vislumbrar los próximos escenarios políticos, también el económico está entre dicho. El gobierno ha apostado un programa de reformas tributarias con las cuales asegura el Ecuador volverá al sendero del progreso económico, pero mientras eso pasa las fuerzas y posiciones políticas se van alineando estructurando desde Quito y Guayaquil con proyección a todo el país.

Pocas pistas tenemos de quienes serán los candidatos para el próximo año, pero algo me dice que si aún en un escenario tan dicotómico como el que había trazado Correa, entre su revolución y la opción de las elites, representada en Lasso, por su pasado, incluso en ese contexto hubo una docena de candidatos, en una arena en la que el vacío de una figura de tanto poder acumulado durante 10 años, lo más probable es que tengamos aún más candidatos que antes, todos dispersos, la mayoría sin programa, solamente soñando que los eventos del 2006 que hicieron que ganara la revolución ciudadana se pueden calcar y darse dos veces y en política si las cosas pasan dos veces, es porque la segunda viene como tragedia. Si a algo le temo es a un Bolsonaro ecuatoriano, las protestas de octubre y la migración venezolana pueden justificar este tipo de retórica, la del populismo de extrema derecha que articula todas las demandas populares insatisfechas alrededor del miedo al extranjero y la violencia para controlar la inseguridad, si va a ser un outsider quien use este discurso o Nebot o Lasso, quienes radicalicen su discurso, eso aún no lo sé. Pero, si en 2017 Espinel andaba prometiendo cortar manos a discreta y siniestra, sin estupor por violentar los derechos humanos, no me va a sorprender cuando un discurso con esa tónica aumente para el 2021.

Un año electoral se nos viene, pero al mismo tiempo es un año de reflexión y análisis que nos tiene que preparar para la fugaz y ruidosa cita electoral que tendremos en 2021.

Giuseppe Cabrera

Estamos a las puertas del año de mayores incertidumbres, desde por lo menos 2006, incertidumbres políticas y sociales.

Este 2020, se inscriben las candidaturas a presidente y asambleístas nacionales y provinciales. Y, además de lo difícil que está resultando vislumbrar los próximos escenarios políticos, también el económico está entre dicho. El gobierno ha apostado un programa de reformas tributarias con las cuales asegura el Ecuador volverá al sendero del progreso económico, pero mientras eso pasa las fuerzas y posiciones políticas se van alineando estructurando desde Quito y Guayaquil con proyección a todo el país.

Pocas pistas tenemos de quienes serán los candidatos para el próximo año, pero algo me dice que si aún en un escenario tan dicotómico como el que había trazado Correa, entre su revolución y la opción de las elites, representada en Lasso, por su pasado, incluso en ese contexto hubo una docena de candidatos, en una arena en la que el vacío de una figura de tanto poder acumulado durante 10 años, lo más probable es que tengamos aún más candidatos que antes, todos dispersos, la mayoría sin programa, solamente soñando que los eventos del 2006 que hicieron que ganara la revolución ciudadana se pueden calcar y darse dos veces y en política si las cosas pasan dos veces, es porque la segunda viene como tragedia. Si a algo le temo es a un Bolsonaro ecuatoriano, las protestas de octubre y la migración venezolana pueden justificar este tipo de retórica, la del populismo de extrema derecha que articula todas las demandas populares insatisfechas alrededor del miedo al extranjero y la violencia para controlar la inseguridad, si va a ser un outsider quien use este discurso o Nebot o Lasso, quienes radicalicen su discurso, eso aún no lo sé. Pero, si en 2017 Espinel andaba prometiendo cortar manos a discreta y siniestra, sin estupor por violentar los derechos humanos, no me va a sorprender cuando un discurso con esa tónica aumente para el 2021.

Un año electoral se nos viene, pero al mismo tiempo es un año de reflexión y análisis que nos tiene que preparar para la fugaz y ruidosa cita electoral que tendremos en 2021.

Giuseppe Cabrera

Estamos a las puertas del año de mayores incertidumbres, desde por lo menos 2006, incertidumbres políticas y sociales.

Este 2020, se inscriben las candidaturas a presidente y asambleístas nacionales y provinciales. Y, además de lo difícil que está resultando vislumbrar los próximos escenarios políticos, también el económico está entre dicho. El gobierno ha apostado un programa de reformas tributarias con las cuales asegura el Ecuador volverá al sendero del progreso económico, pero mientras eso pasa las fuerzas y posiciones políticas se van alineando estructurando desde Quito y Guayaquil con proyección a todo el país.

Pocas pistas tenemos de quienes serán los candidatos para el próximo año, pero algo me dice que si aún en un escenario tan dicotómico como el que había trazado Correa, entre su revolución y la opción de las elites, representada en Lasso, por su pasado, incluso en ese contexto hubo una docena de candidatos, en una arena en la que el vacío de una figura de tanto poder acumulado durante 10 años, lo más probable es que tengamos aún más candidatos que antes, todos dispersos, la mayoría sin programa, solamente soñando que los eventos del 2006 que hicieron que ganara la revolución ciudadana se pueden calcar y darse dos veces y en política si las cosas pasan dos veces, es porque la segunda viene como tragedia. Si a algo le temo es a un Bolsonaro ecuatoriano, las protestas de octubre y la migración venezolana pueden justificar este tipo de retórica, la del populismo de extrema derecha que articula todas las demandas populares insatisfechas alrededor del miedo al extranjero y la violencia para controlar la inseguridad, si va a ser un outsider quien use este discurso o Nebot o Lasso, quienes radicalicen su discurso, eso aún no lo sé. Pero, si en 2017 Espinel andaba prometiendo cortar manos a discreta y siniestra, sin estupor por violentar los derechos humanos, no me va a sorprender cuando un discurso con esa tónica aumente para el 2021.

Un año electoral se nos viene, pero al mismo tiempo es un año de reflexión y análisis que nos tiene que preparar para la fugaz y ruidosa cita electoral que tendremos en 2021.

Giuseppe Cabrera

Estamos a las puertas del año de mayores incertidumbres, desde por lo menos 2006, incertidumbres políticas y sociales.

Este 2020, se inscriben las candidaturas a presidente y asambleístas nacionales y provinciales. Y, además de lo difícil que está resultando vislumbrar los próximos escenarios políticos, también el económico está entre dicho. El gobierno ha apostado un programa de reformas tributarias con las cuales asegura el Ecuador volverá al sendero del progreso económico, pero mientras eso pasa las fuerzas y posiciones políticas se van alineando estructurando desde Quito y Guayaquil con proyección a todo el país.

Pocas pistas tenemos de quienes serán los candidatos para el próximo año, pero algo me dice que si aún en un escenario tan dicotómico como el que había trazado Correa, entre su revolución y la opción de las elites, representada en Lasso, por su pasado, incluso en ese contexto hubo una docena de candidatos, en una arena en la que el vacío de una figura de tanto poder acumulado durante 10 años, lo más probable es que tengamos aún más candidatos que antes, todos dispersos, la mayoría sin programa, solamente soñando que los eventos del 2006 que hicieron que ganara la revolución ciudadana se pueden calcar y darse dos veces y en política si las cosas pasan dos veces, es porque la segunda viene como tragedia. Si a algo le temo es a un Bolsonaro ecuatoriano, las protestas de octubre y la migración venezolana pueden justificar este tipo de retórica, la del populismo de extrema derecha que articula todas las demandas populares insatisfechas alrededor del miedo al extranjero y la violencia para controlar la inseguridad, si va a ser un outsider quien use este discurso o Nebot o Lasso, quienes radicalicen su discurso, eso aún no lo sé. Pero, si en 2017 Espinel andaba prometiendo cortar manos a discreta y siniestra, sin estupor por violentar los derechos humanos, no me va a sorprender cuando un discurso con esa tónica aumente para el 2021.

Un año electoral se nos viene, pero al mismo tiempo es un año de reflexión y análisis que nos tiene que preparar para la fugaz y ruidosa cita electoral que tendremos en 2021.