¡¿Hasta cuándo?!

PACO MONCAYO

El 23 de diciembre del año anterior, la conciencia de los ecuatorianos fue sacudida por el informe del Fondo de la Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF): 3,1 millones de niños y adolescentes en Ecuador habían caído en condiciones de pobreza multidimensional y enfrentaban mayores privaciones en educación, salud, alimentación, vivienda, trabajo y protección social.  6 de cada 10 niños vivían en situación de pobreza multidimensional extrema. Como sólo el 30% de los hogares tienen acceso a internet, 6 de cada 10 niños no podían continuar sus estudios a través de plataformas digitales (en las zonas rurales, 8 de cada 10). Los ingresos familiares de estas inocentes víctimas apenas alcanzaban a cubrir el 29 % del costo de la canasta básica; en consecuencia, 2,3 millones de personas se encontraban en riesgo de inseguridad alimentaria. A estas familias les tomaría alrededor de 17 años salir de esta situación. Una tragedia de dimensiones catastróficas.

El 29 de mayo de este año, UNICEF propuso al gobierno varias líneas de acción: 1) reabrir las escuelas y los servicios de primera infancia, de manera progresiva, voluntaria y biosegura, en razón de que alrededor de 90 mil niños han abandonado el sistema educativo; 2) Combatir la desnutrición crónica infantil, porque 1 de cada 3 niños menores de 2 años sufre desnutrición crónica (el segundo peor país de América Latina y el Caribe, después de Guatemala); 3) prevenir el embarazo en niñas y adolescentes (en  2018, cada día, 6 niñas de 10 a 14 años y 148 adolescentes tuvieron un hijo); 4) promover una infancia libre de violencia, pues los niños, niñas y adolescentes se encuentran más expuestos, por la pandemia,  a ser víctimas de violencia física, psicológica, negligencia, violencia sexual y violencia en línea; y 5) una mejor distribución de la riqueza.

Mientras tantos ecuatorianos sufren de infames condiciones de vida, los responsables de enfrentar y tratar de resolver esta trágica situación, ciegos ante la violencia que asuela los campos y las ciudades, reinciden en la vieja práctica politiquera de un enfrentamiento estéril, de todos contra todos y algunos de ellos conspiran, descaradamente, contra la democracia. ¡¿Hasta cuándo?!