Quito, amenazas y delincuencia

Sara Serrano Albuja

La amenaza del coronavirus es ínfima en relación con la inseguridad y desempleo que atacan a Quito, debido a políticas municipales y estatales que desprecian a nuestra ciudad. Quito viene convocando marchas en contra de la delincuencia. El Chaquiñán de Tumbaco, que fuera un destacado escenario para la sana recreación deportiva, hoy es blanco de ataques delictivos, como ocurre con tantos parques olvidados a su suerte.

Los noticieros alertan sobre la delincuencia y el caos territorial. Grupos de interés están proponiendo retacear la urbe y cantonizar los territorios de Quito, como lo sostiene, por ejemplo, la llamada Junta Cívica del Valle de Tumbaco. Este es un globo de ensayo peligroso que puede llevar a la secesión y otros problemas con inmanejables impactos.

Lo que Quito y sus valles deben exigir es que los impuestos se reinviertan con transparencia en la ciudad para volver a equilibrios básicos y sostenibles. ¿Si los territorios se separan, deberán también pagar o devengar los recursos que de Quito se han obtenido para sus obras y equipamientos? Para ello, existen herramientas democráticas como la solicitud de revocatoria del mandato.

La pseudojusticia y su palabrería leguleya han dejado en la impunidad a los autores de los ataques octubre contra la ciudad y la Contraloría, al minimizar los delitos de terrorismo catalogándolos a modo de ofensas de menor gravedad como “paralización de servicios” o “destrucción de bienes”. Los próceres quiteños fueron rebeldes contra la opresión colonial, pero nunca terroristas o destructores de Quito.

El territorio de Quito, golpeado, olvidado, no debe ser retaceado ni convertido en tierra de nadie. Quito es la ciudad más desempleada y pauperizada del país. No tiene seguridad, inversión, justicia, desarrollo, y paga impuestos que se van de su circunscripción a raudales.

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