Crueldades dejadas por la conquista

POR: Germánico Solis

“Masacres, asesinatos, amputaciones de manos y pies, heridas curadas con aceite hirviendo, violaciones… semejantes crímenes parecen sacados de una mente perturbada. Sin embargo esto era el día a día en las batallas que tuvieron lugar durante la conquista de América. Un periodo de nuestra historia que tiende a mitificarse obviando sus pasajes más oscuros”, es lo que sostiene el catedrático de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, Antonio Espino López, refiriéndose a los métodos de represión utilizados en invasión o conquista de América.

Siempre se mitificaron los hechos, sea por un falso patriotismo o por los enfoques de los historiadores. La ocupación de América fue un proceso espantoso, se recurrió a estratagemas jurídicas y religiosas, autorizando un derecho hispano en estas tierras por civilizar y evangelizar, cuando más bien obedecía a un deseo de apoderarse de las riquezas.

Algunas instituciones prueban el aparataje de dominación y opresión a los indígenas. Las mitas que desintegraron la organización nativa y su relación con la tierra. Los obrajes donde los indígenas fabricaban productos textiles. Y los batanes que transformaban los tejidos, utilizando el agua que accionaba martillos que compactaban los géneros. El Perú mercadeaba como cincuenta y cinco mil varas anuales de paños procedentes de Riobamba.

La tenencia de la tierra en América permitió que la hacienda sea una organización económica. La disminución de la población indígena significó baja de tributos para los encomenderos, lo que llevó a que las encomiendas no solo se apropien del excedente de producción de los indios, sino a utilizarlos como fuerza de trabajo. La transición desde la estancia hacia la hacienda se caracterizó por la concentración de tierras, acaparamiento del agua, sujeción de los indígenas al predio y la utilización de esclavos africanos.

En nuestro medio, casi han desaparecido manifiestos en las costumbre indígenas, especialmente en los sectores pobres y que revelaban obediencia y sumisión, como responder a alguna asistencia con la frase: “Dios solo pay patroncito”, o por alguna asiduidad, besar la mano a su “dadivoso patrón blanco”.