Marialuz Arellano: Empresaria y triatleta

El Día del Amor y la Amistad ha sido para mí especial, porque unas veces he festejado el amor, otras la amistad; sin embargo, si me hacen pensar sobre cuál ha sido el que más recuerdo o el más memorable, sin duda es el San Valentín de 2005.

Estaba a las puertas de dar a luz a mi hijo Tomás. Tenía una cesárea programada para el 17 de febrero, entonces esa fecha la dedicamos a la unión familiar. En ese momento éramos mi esposo, mi hija Avelina y yo (esperábamos a Tomás y años después llegaron los gemelos: Martín y Julián). Sabíamos que para el siguiente 14 de febrero íbamos a ser cuatro, fue muy especial.

Ahora, cada vez que llega esta época la seguimos festejando y recordamos ese amor profundo, esa conexión intensa con las personas que queremos, con las que compartimos la vida y, sobre todo, con las que escogimos para acompañarnos. Y, por otro lado, me recuerda que estamos a la víspera de conmemorar un año más del nacimiento de Tomás.

En este San Valentín celebremos por ese amor universal, el desinteresado, el más profundo y espiritual. Aquel que cuida de quienes están a nuestro alrededor, que ama no solo a los seres cercanos, sino a todo ser humano y a todo ser sensible. Por ese amor que no exige nada y lo da todo, que crea y construye, alimenta y nutre.