Anomalía de la Voyager 2 en el espacio interestelar

RECREACIÓN.  Una Voyager entrando en el espacio interestelar. (Imagen: NASA JPL / Caltech)
RECREACIÓN. Una Voyager entrando en el espacio interestelar. (Imagen: NASA JPL / Caltech)

Habiendo partido de la Tierra en 1977, las sondas espaciales Voyager 1 y Voyager 2 están ya en el espacio interestelar, lo que las convierte en los objetos de fabricación humana más alejados de la Tierra. El espacio interestelar está dominado por el plasma, o gas ionizado, originado esencialmente a lo largo de millones de años por estrellas gigantes en sus sucesivas muertes.

El pasado 25 de enero, la Voyager 2 no ejecutó una maniobra programada en la que la nave gira 360 grados con el fin de calibrar un instrumento que lleva a bordo para medición de campos magnéticos. El análisis de la telemetría de la nave indicó que una demora inexplicable en la ejecución a bordo de las órdenes de maniobra dejó operando al mismo tiempo dos sistemas que consumen niveles relativamente altos de energía. Esto provocó que la demanda energética del vehículo sobrepasara la disponibilidad de energía. A raíz de ello, se activó una de las rutinas informáticas autónomas de protección de fallos de la nave.

En su día se programaron múltiples rutinas de protección contra fallos tanto en la Voyager 1 como en la Voyager 2, con el fin de permitir que cada sonda ejecute automáticamente acciones para protegerse si surgen circunstancias potencialmente dañinas. La rutina del software de protección contra fallos ejecutada por la Voyager 2 parece que hizo bien su trabajo y apagó los instrumentos científicos de la Voyager 2 para compensar el déficit de energía. El 28 de enero, los ingenieros del programa Voyager ya habían desconectado con éxito uno de los sistemas de alta potencia y volvieron a activar los instrumentos científicos, pero sin reanudar todavía la toma de datos.

El 5 de febrero, los operadores de la misión informaron que la Voyager 2 sigue estable y que las comunicaciones entre ella y la Tierra son buenas. La nave ya ha reanudado la toma de datos científicos, y el personal del programa está ahora evaluando la salud de los instrumentos después de su breve apagado.

La alimentación eléctrica de las Voyager proviene de un generador termoeléctrico de radioisótopos (RTG por sus siglas en inglés), que convierte el calor de la desintegración de material radiactivo en electricidad para alimentar los sistemas de a bordo. Debido a la desintegración natural del material dentro del RTG, la disponibilidad de energía de la Voyager 2 se reduce en aproximadamente 4 vatios por año. El año pasado, los ingenieros apagaron en la nave un calentador de un instrumento para rayos cósmicos a fin de compensar esta pérdida progresiva de energía, y el instrumento continúa funcionando pese a las dificultades impuestas por la desactivación de ese calentador.

Además de administrar el suministro eléctrico de cada Voyager, los operadores de la misión también deben administrar la temperatura de ciertos sistemas en la nave. Si, por ejemplo, los conductos de combustible del vehículo se congelaran y debido a ello se rompieran, la Voyager ya no podría maniobrar para apuntar su antena hacia la Tierra con el fin de enviar datos y recibir órdenes. La temperatura de la nave se mantiene dentro de límites tolerables mediante el uso de calentadores o aprovechando el calor residual generado con el funcionamiento de otros instrumentos y sistemas de a bordo.

El equipo tardó varios días en evaluar la situación actual, principalmente debido a la distancia de la Voyager 2 a la Tierra, alrededor de 18.500 millones de kilómetros. Las comunicaciones viajan a la velocidad de la luz pero aún así tardan aproximadamente 17 horas en llegar a la nave, y la respuesta emitida por la nave tarda otras 17 horas en alcanzar la Tierra. Como resultado de ello, los ingenieros de la misión tienen que esperar como mínimo unas 34 horas para averiguar si sus órdenes han tenido el efecto deseado en la nave. (Fuente: NCYT Amazings)