El afán de hablar

Carlos Freile

Pareciera que hoy día sufrimos otra grave epidemia: la de hablar por hablar y escribir por escribir, sin darse antes el trabajo de pensar o de investigar cuando fuere el caso. Me cuentan de alguien que ha dicho que en América se pronuncia la z como s porque los conquistadores eran pobres y se les habían caído los dientes. ¡Qué pena que los sabios lingüistas y especialistas en fonética hayan dedicado tantos desvelos para escribir sesudos tratados sobre el tema! ¡Tiempo malgastado!

Hace pocas semanas una distinguida señora escribía en un diario capitalino que en la Iglesia Católica se había discutido durante siglos si la Virgen María había tenido o no ombligo. La “opinionista” ha oído campanas y no sabe donde: lo cierto es que hubo discusión sobre si Adán debía ser pintado con o sin ombligo pues se interpretaba la Biblia de manera literal; por ejemplo el ensayista anglicano Thomas Browne en 1646 sostuvo que la imagen del primer hombre debía aparecer con el vientre totalmente liso, pues no nació de mujer. De allí a la virginidad de María hay un abismo.

Otros han afirmado que los indígenas, antes de la llegada de Benalcázar y sus soldados, labraban la tierra con arados tirados por llamas. Escuché a un airado profesor secundario negar que Eugenio Espejo fuera católico y afirmar con rotundidad que era librepensador. Se atribuyen obras literarias, musicales, pictóricas al quisque predilecto del respectivo experto… Y así por el estilo.

La gente habla, escribe, “mensajea”, “tuitea” lo que se le ocurre, con tal de figurar, de ser vistos y reconocidos como sabios. Cuando se trata de poner los puntos sobre las íes arde Troya. En cierta pequeña polémica sobre un tema histórico me atreví a citar a los especialistas en ello: las burlas llovieron, los sarcasmos abundaron, la réplica se redujo a descalificar el concepto mismo de “especialista”. Se cae en la paradoja de quetodos pueden hablar, menos quienes realmente saben.

A estas personas, que forman legiones, se les debía recordar el dicho español: “Calla, majo, que callado estás más guapo”.

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