Los premios

Freddy Rodríguez

Para los cinéfilos, la entrega de los premios Oscar, máximo galardón que otorga la academia de cine en Hollywood, tiene una magia especial. El domingo anterior me acomodé frente al televisor, y empecé a disfrutar de la velada desde sus prolegómenos, con la pasarela en la ‘alfombra roja’ de artistas, directores y productores que asistían al espectáculo, algunos con los nervios en punta por estar nominados para algún galardón, otros como simples invitados. Mientras se mencionaban a los nominados y se entregaban las primeras estatuillas, advertí que muchos de los candidatos y ganadores muy bien podían intervenir en nuestra “patria altiva y soberana”, si se nos ocurriese entregar los premios a las mejores actuaciones y producciones de la década revolucionaria, a saber: El premio al mejor actor protagónico se lo llevaría también, sin ninguna duda ni oposición, ‘El Joker’ o ‘Guasón’, aquel personaje siniestro que, con su mueca torcida, sus sonoras carcajadas y el rostro deformado por ese inocultable rictus de cinismo y desparpajo, ofendió a diestra y siniestra a quienes consideró sus enemigos, encandiló a miles de incautos que le rindieron pleitesía y se postraron ante él, para cumplir a pie juntillas sus protervos designios, sin importarles que a su vez el payaso de marras lideraba una organización delictiva que obtenía pingües ganancias de los contratos públicos. El premio a la mejor producción original, vale decir mejor película, que engloba a toda la trama, al guion, las actuaciones, la dirección, la fotografía, se lo lleva, con sobra de merecimientos, ‘Parásitos’ y, como en la película, aquí también los ‘parásitos’ se enquistaron en la administración pública e hicieron tabla rasa de la ley, la ética, la moral, para obtener réditos ya sea recibiendo coimas, asociándose con algunos empresarios financistas de campañas electorales, o extorsionándolos para tramitar las planillas. El único galardón disputado sería el de ‘mejor actor de reparto’, porque hubo muchos revolucionarios que fungieron como tesoreros de los “negocios entre privados”, repartiendo los beneficios. No cabe duda que nuestra realidad supera con creces a la ficción.