¿Quieren la democracia?

En octubre el país vivió una conmoción sin precedentes. A pesar de que se ha dicho mucho, se requiere un análisis profundo, aún pendiente. Voy a revisar sólo alguna de sus consecuencias. Luego de lo ocurrido, el Ecuador vive un racismo mordaz. En redes sociales se exclaman con desenfado epítetos que rayan en la violencia más vulgar y pedestre, responsabilizando a los indígenas del cien por cien de los lastimosos eventos.

Olvidan varios elementos fundamentales: 1. La mecha la encendió el Gobierno; si Carondelet hacía un manejo político apropiado, lo de octubre no hubiera sucedido. Es obligación de los gobiernos dialogar con los sectores afectados por medidas a implementar, acordando acciones de mitigación y promoviendo gobernabilidad. 2. El correísmo quiso pescar a río revuelto: infiltró gente que generó caos y desmanes, buscando derrocar al Gobierno. Ello además provocó que la delincuencia común haga de las suyas.

La protesta indígena no buscaba derrocar al Gobierno, sino evitar la subida de combustibles. Ellos proveen de alimentos al país y, en el campo, están en manos de intermediarios que especulan, ahora, con este pretexto. 3. El Gobierno hizo un repudiable y excesivo uso de la fuerza pública contra los indígenas, que vulneró no solo sus Derechos Humanos, sino la autonomía universitaria. Ello generó una respuesta indignada de indígenas y demás manifestantes.

Otra consecuencia, en Bolivia y otros países, es que han emergido grupos de ultraderecha. Hay uno que quiere hacer alianza con el partido fascista Vox de España, que repudia a los inmigrantes, incluidos ecuatorianos, claro está. Estos grupos, para hacer política en Ecuador, prefieren hablar con racistas extranjeros que con indígenas en su propio país. Parece que el tiempo vuelve 200 años atrás.

Como colofón, ultraderechistas y opinadores ven una candidatura indígena como una ignominia. ¿Acaso los indígenas no tienen derechos políticos? Cualquier ciudadano que cumpla la norma puede ser candidato; su origen étnico, independientemente de su ideología, no es motivo de exclusión. Luego quien quiera votar por ellos lo hará. Y si llegan a ganar, deben gobernar legítimamente.

Racismo, una lacra profunda de la sociedad ecuatoriana. La paradoja es que el artículo uno de la Constitución dice que el Ecuador es un Estado democrático, intercultural y plurinacional. Los hechos demuestran que esos tres atributos están bien lejos de conseguirse.

[email protected]