La naciente ultraderecha

Giuseppe Cabrera

A la ultraderecha le gustan los toros, la gente de bien, la herencia española, la caza y VOX, algo así como la derecha, pero más cínicos. Y es que, muchos de los miembros que hoy conforman ‘libres, alianza libertad Ecuador’ ya militaron anteriormente en partidos de derecha como el PSC o CREO y se reúnen con frecuencia en la sede del extinto partido Conservador, esto no es nuevo, en España VOX es una escisión del PP, como en toda ‘buena’ familia, en los partidos de derecha suele haber un ala reaccionaria, es sabido que en CREO hay fanáticos del anarcocapitalismo que no pisan suelo de la realidad vigente o en el PSC fanáticos amantes del porte de armas, Reagan y la matanza de las cruces sobre el agua.

No me preocupa la ultraderecha, son un grupo de amigos alienados, que añoran las teorías de la conspiración de la ‘leyenda negra’, los lazos con VOX y Bolsonaro, que leen a fascistas y nazis, los reivindican y dicen que han estado mal interpretados. No me creo ni un poco que tengan 2 mil militantes nacionales, cuando no son capaces de llenar una plaza para ‘defender’ a Sebastián de Benalcázar y corear ‘Viva el Rey’. Por eso, el peor error que podría cometer la izquierda y los medios de comunicación sería darles importancia. VOX creció a partir de la cobertura de los medios y el ataque de los partidos de izquierda, antes ya existía y era un grupo marginal, por supuesto aprovecharon el conflicto nacional en torno a Cataluña, así que de eso podemos aprender, me preocupan más los actuales candidatos presidenciales de derecha que se bañan con el manto de la falsa moderación, ellos sí me asustan porque ya gobernaron y sabemos de lo que son capaces.

El segundo error es, llamarles fascistas, por dos razones, el primero es teóricamente incorrecto, pueden revisar a Umberto Eco y ver que no tienen las características de los movimientos de masas, homogéneos y violentos. Por otro, en Latam el fascismo no significa nada, las dictaduras militares de los 70 aunque cruentas y totalitarias no eran fascismos, lo que significa que la nominación pierde fuerza política como un apelativo de denuncia, pues la gente no sabe con que asociarlo y por tanto no les asusta.