Cobardía

Fausto Jaramillo Y.

El aceptar la culpa de algún error, de alguna equivocación, incluso de haber cometido un delito, engrandece la humanidad de quien así procede. Por el contrario, el negar haberlo hecho y buscar en argucias y trampas, añade la cobardía a su culpabilidad.

En estos meses hemos asistido a una serie de investigaciones de parte de fiscalía a varios funcionarios del anterior régimen, que han dado como resultado la inculpación de éstos en varios delitos. La respuesta de cada uno de ellos ha sido el declararse perseguidos políticos y huir del país.

Con excepción del ex asambleísta Virgilio Hernández que prefirió presentarse voluntariamente a la justicia por haber participado en los actos vandálicos del pasado octubre, no recuerdo otro nombre de los acusados que haya buscado el negar las acusaciones y demostrar su inocencia. No, su estrategia ha sido la de huir, desarmar grilletes y volarse del país, esconderse en el extranjero y, desde allí, hacer declaraciones políticas insultantes a la inteligencia; pero ninguno, ni tan siquiera ha intentado demostrar su inocencia.

Pero lo sucedido con el innombrable es patético. Si cuando ejercía el poder envió a estudiantes de una universidad de Guayaquil a “trompearse” con sus compañeros, cuando éstos últimos le demostraron su rechazo en el campus universitario; si cuando en repetidas ocasiones desafiaba a “enfrentarse hombre a hombre” a sus adversarios y cuando alguno de ellos aceptaba sus desafíos acudía a la “majestad del poder” para retractarse en los hechos lo manifestado en sus palabras; lo que acaba de suceder lo muestra en su real dimensión.

La fiscalía incluye su nombre en un delito que está investigando y la justicia acepta su nombre para ser sometido a su escrutinio, este personaje no expresa una sola palabra sobre su inocencia: sus conocidas frases de “yo no sé” “yo no lo conozco” fueron las primeras que pronunció apenas se inicio este juicio: Luego vinieron las de “soy víctima de una persecución política” y ahora se acoge a la estrategia de intentar dilatar el juicio solicitando postergación de la diligencia porque enfermedad de su abogado, recusando jueces, etc., y seguramente en el transcurso recurrirá a “ampliación de las sentencias de los jueces”, aclaraciones de las decisiones judiciales, apelaciones, casación, todas argucias legales pero inmorales que esconden la cobardía de enfrentar la verdad y responder a los ecuatorianos con gallardía y valor los errores y hasta delitos cometidos por él y los secuaces que lo acompañaron en su tarea de devastar la economía de sus compatriotas.

Si el líder se comporta de esa manera, podemos preguntarnos ¿cómo se comportarán sus súbditos y los fanáticos ciegos incapaces de aceptar el error de creer en su palabra?