Payasos

Franklin Barriga López

Diversas actividades se realizaron en nuestro país, en conmemoración del 16 de febrero reconocido como Día del Payaso ecuatoriano.

Este personaje actúa en calles, plazas, parques, teatros, fiestas infantiles y en los circos que van desapareciendo. Su presencia debe ser valorada, ya que se trata de un oficio sacrificado que demanda cualidades especiales.

Se ha dicho, con bastante razón, que el humor es cosa muy seria, por cierto que refiriéndose especialmente a los cómicos profesionales que, con sus ocurrencias, no llegan al insulto camuflado o al chiste de mal gusto que caracteriza a los pésimos imitadores de quienes, como bufones, alegraban los convites de emperadores.

Las nuevas generaciones no conocen el contenido de un poema que, hasta hace unas décadas, era abundantemente recitado en establecimientos educativos y radiodifusoras. Me estoy refiriendo a la composición “Reír llorando”, de la autoría de Juan de Dios Peza (1852-1910), poeta mexicano de alto vuelo que integró la legación de su país en España, donde hizo amistad con escritores de la talla de Emilio Castelar o Ramón Campoamor: relata que el más famoso payaso de Inglaterra fue a consulta médica agobiado por aguda depresión; el galeno le recetó que vaya a ver las actuaciones de Garrick, sin saber que su paciente era el mismo comediante : “El carnaval del mundo engaña tanto,/que las vidas son breves mascaradas;/aquí aprendemos a reír llorando,/y también a llorar con carcajadas”.

No hay que confundir a los cómicos de genuina estampa con aquellos impostores que proliferan singularmente en la escena política y que suben a los escenarios populacheros a bailar, cantar y efectuar más excentricidades en un país que necesita, con urgencia, líderes que no hagan de la burla a sus electores forma de vida.

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