Más de lo mismo, ¿hasta cuándo?

Paco Moncayo Gallegos

La humanidad soporta en estos días una crisis de las más agudas de su historia. La pandemia del coronavirus y sus catastróficas secuelas sociales, económicas y políticas, que son todavía difíciles de evaluar y peor de prospectar aún para el futuro inmediato, se presentan con características más agudas en países como Ecuador que no había encontrado la forma de superar las secuelas de una década de desgobierno, desorden fiscal, derroche de recursos, endeudamiento irresponsable y corrupción, cuando se le presentan estas nuevas circunstancias calamitosas.

Por otra parte, la competencia de las grandes potencias, con prácticas hegemónicas anacrónicas, impensables en un mundo globalizado, agravan la crisis con la guerra de precios del petróleo que, en el caso del Ecuador, llega a $25,63 por barril, menos de la mitad de lo presupuestado. Súmese a lo anterior la disminución de las exportaciones a importantes mercados afectados por la grave situación sanitaria, la apreciación del dólar, la devaluación de las monedas de los países vecinos, que afectan a la ya baja competitividad de nuestra economía, los gastos extraordinarios requeridos para enfrentar la pandemia y, en consecuencia, el riesgo país que ha llegado a 3.245 puntos, solamente menor que el de Venezuela.

Para enfrentar esta situación extraordinaria se necesitaban decisiones urgentes, con la precaución de no afectar a los sectores más vulnerables de la sociedad. El Gobierno ha tomado medidas orientadas a reducir el gasto fiscal y sostener la liquidez, apelando a sacrificios temporales, a varios sectores sociales. Como algunas soluciones requieren reformas legales, estas dependerán de los cálculos también cortoplacistas de partidos y movimientos políticos.

Como a lo largo de nuestra, las reacciones no se han hecho esperar. El Frente Unitario de Trabajadores, desde sus viejas trincheras y consabidas consignas, anuncia la oposición a las medidas; la Conaie y el Parlamento de Pueblos y Organizaciones Sociales amenazan con medidas de fuerza; iguales son las reacciones de dirigentes del magisterio, de los servidores públicos y algunos empresarios. Los políticos comienzan también a buscar la pesca en el río revuelto. ¿Le importa a alguien la tormenta que azota a la dolorida Patria ecuatoriana? Yo creo que sí y que la mayoría de ecuatorianos entendemos que solamente unidos podremos atenuar los efectos de la crisis.

[email protected]