Estado de shock

Roque Rivas Zambrano

No sabemos qué nos va a matar primero: el coronavirus, las medidas adoptadas recientemente por el Gobierno o el pánico en el que nos encontramos luego de que la ciudad y el país se declaren en estado de emergencia.

Ahora mismo, este brote, considerado pandemia global por la Organización Mundial de la Salud (OMS), es responsable de más de cuatro mil muertes en todo el planeta y el nuevo culpable de que la economía se vaya a pique.

El presidente Lenín Moreno dijo que el país pierde $8 millones al día por el coronavirus y el desplome del precio del petróleo. Ante este panorama, decidió socializar su plan de austeridad para 2020, cuyas directrices son los recortes presupuestarios, la reducción de salarios de empleados públicos y el endeudamiento.

El análisis sobre estos desafíos para el “bolsillo”, y las reacciones que ameritaba el caso, pasaron a segundo plano cuando se conocieron las disposiciones, ante la emergencia sanitaria, para salvaguardar a sus ciudadanos. Entre otras cosas, se ordenó la restricción de eventos públicos y privados que sobrepasen los 250 asistentes; la suspensión de clases y se solicitó al pueblo abstenerse de organizar actos masivos que no requieran permiso de la autoridad. En definitiva: evitar aglomeraciones. Sin embargo, la gente entró en pánico y se volcó a los supermercados, desabasteciéndolos por completo y colapsando los espacios. Hay pánico social ante la posibilidad de la nada.

Entramos en un shock que no nos permite ver lo que está mal. En estos días leía un acertado análisis de Yago Álvarez, alias @econocabreado, con el que concuerdo: “El hecho de que un virus que, de momento, ha matado menos que otras gripes comunes haga tambalear la economía mundial, indica que quien está enferma es esa economía y el sistema que la sustenta”.

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