CON CORONA O SIN CORONA, ES UN VIRUS

Fausto Jaramillo Y.

Como un efecto secundario, la pandemia que asola al mundo entero destapa las grandes pasiones que anidan en la especie humana; unas podrían calificarse como positivas, y son aquellas que demuestran responsabilidad y sacrificio. Los médicos que conviven con los contagiados ocupan un lugar privilegiado entre los héroes de estas jornadas.

Pero otras deberán ser juzgadas como negativas; y, lastimosamente, los ecuatorianos ocupamos muchas de las casillas destacadas de esta lista.

Aún antes de que el gobierno anunciara las medidas sanitarias, las críticas malsanas no se hicieron esperar y, en conversaciones y redes sociales, inundaron los epítetos altisonantes y hasta vulgares contra las autoridades.

El coronavirus afectó severamente el comercio internacional y nuestro país está sintiendo, de manera catastrófica, sus efectos, ya que el precio del barril de petróleo, que es la base de nuestra economía, ha caído y puede seguir cayendo a niveles tan bajos que pueden atentar contra el presupuesto del Estado e impedir que el gobierno pueda cumplir con sus obligaciones salariales con sus empleados y trabajadores, entre ellos, los policías, los soldados, los maestros y todos los funcionarios del sistema de salud; es decir, el Ecuador puede colapsar en cualquier momento. En este panorama el gobierno anunció ciertas medidas económicas en su intento de paliar esta crisis. Inmediatamente, varios colectivos sociales elevaron sus voces agoreras y anunciaron que no permitirán que sus bolsillos sean tocados, o caso contrario, saldrán a las calles a incendiar el país.

La postura es entonces: Sr. Gobierno, afecte a los otros, pero no a mí, ni a los míos. Es decir: los otros son ecuatorianos y deben sacrificarse; pero nosotros no somos parte de este país y no vamos a participar en el salvataje del Ecuador.

Así, entonces, es posible mirar desconcertados como ciertos líderes políticos olvidan que la única razón de ser de la política es la aportar al bien común y prefieren apuntar sus acciones a la próxima contienda electoral. El problema es que, si siguen con esa actitud, no habrá país para gobernar a partir del año 2021.

Otros líderes, sindicales y políticos, no vacilan en gritar sus viejas y caducas ideas, propias de la guerra fría para acusar al “imperialismo” y a ciertos organismos internacionales de ser los responsables de la propagación del coronavirus y su consiguiente devastación en la salud y en la economía del país. Infantilismo intelectual de estos personajes, incapaces de mirar más allá de sus propias canonjías, olvidándose que ellos y sus hijos y nietos pueden ser potenciales víctimas, si este o cualquier otro gobierno no toma las medidas adecuadas para enfrentar esta pandemia.