Muchísimos procesos en el ámbito judicial han desaparecido en el tiempo, por una serie de obstáculos a la justicia, que van desde meros olvidos, pérdida de expedientes, influencia monetaria, testigos falsos, injerencia política, sueños profundos de los expedientes, poder económico, falta de testigos, amenazas narco-delictivas y hasta jueces corruptos, etc.
Las denuncias, lamentos, acusaciones, iras incontenibles, reclamos justos o injustos, amenazas de juicios, quejas a instancias superiores etc., han sido y seguirán siendo casi una constante en diferentes trámites judiciales. Han salido a la luz, una serie de actos lesivos a los intereses del país, que nos sumieron en la desesperanza, porque los procesos entraron aparentemente en el camino del tortuguismo y a pesar de la existencia de muchísimas denuncias e investigaciones, difundidas por los medios de comunicación sobre presuntos delitos de funcionarios del gobierno anterior, cayeron en la conciencia especulativa popular de una aparente paralización de circunstancia especial.
Todo este panorama nacional me llevó a pensar que la justicia en el país podría estar aletargada o sometida a intereses particulares de poder, pero creo que me equivoqué, pues, los últimos acontecimientos en los procesos judiciales, avanzaron con cierta agilidad, determinando, que esa visión sobre una justicia lenta, desaparezca de mi apreciación.
Hoy el país está obligado a aplicar la justicia a quienes violaron disposiciones determinadas en las leyes, para que reciban su castigo con una condena y al mismo tiempo el pago en dólares de una reparación al Estado, siendo saludable que en las redes de la justicia hayan caído peces gordos del correísmo, junto con el ‘director’ de la orquesta sinfónica de la corrupción.
Sin halagos, ni lisonjas a Diana Salazar, fiscal general de la Nación, a Íñigo Salvador, procurador general de la Nación, y a los jueces actuantes, mis felicitaciones en la aplicación de justicia, particular que lo expreso a través de estas líneas.