‘Invisibles’ que construyen

“Invisibles” que construyen
De esta epidemia saldremos y lo haremos reforzados, cuando, como sociedad
y Estado pongamos las cosas en su lugar. En una crisis se suele decir que sale
lo mejor y lo peor de las personas, y ante la pandemia del covid-19 ya se
manifiesta el enfrentamiento entre solidaridad e individualismo.
Los gobiernos adoptan múltiples respuestas al actuar, mientras que la
población; que está lejos de ser una masa uniforme, trata de adecuarse a la
situación inédita, inesperada.
Hace años, el escritor Bertolt Brecht escribió algo tan acertado, realista y
contemporáneo, el poema “Preguntas de un obrero que lee”, haciendo un
tratamiento de los temas sociales. Allí, Brecht habla de los seres anónimos-
invisibles en las historias épicas y grandiosas pero indispensables para todas
ellas-cuando se preguntaba quién construyó Babilonia o cuando Federico II
venció en la Guerra de los siente años, ¿Quién venció además de él? ¿Quién
cocino el banquete de la victoria?
La ambición ética, económica y política nos atañe a todos. Hoy mientras
algunos gobiernos propusieron la “cuarentena social” para evitar la propagación
del coronavirus, esos seres anónimos deberán continuar haciendo trabajos
considerados “esenciales. Además de la gran cantidad de personas que se
dedican al trabajo sanitario, en algún lugar de nuestro país alguien “invisible”
esta en este momento limpiando la basura en las calles como todos los días,
exponiéndose al contagio, mientras a su lado otras corren a los supermercados
para abastecerse, porque tienen dinero para a hacerlo y prevén semanas de
encierro.
¿Quién cosechara las cebollas?, preguntaría Brecht. ¿Quién los trasportará en
camiones hacia los puntos de venta para que otras personas puedan
alimentarse y quien con una sonrisa los atenderá aún sabiendo de que se
expone?
Los gobiernos de muchos países han pedido a la población se cobijen en sus
hogares. Sin embargo, en nuestro país, donde reina el trabajo informal y
muchas veces mal remunerados, hay miles de personas que, si no trabajan un
día, ese día no comen. “Me matan si no trabajo y si trabajo me matan”, recitaba
el poeta Nicolas Guillen. En Ecuador, son millones las caras anónimas las que
no pueden dejar de trabajar y sin las que ninguna sociedad puede funcionar.
La emergencia, está haciendo aflorar con toda su crudeza las averías sociales
y el aumento de desigualdad. ¿Reconoceremos algún día a estas personas
invisibles o nos olvidaremos de ellas cuando todo “funcione”?

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