MORALEJAS DE LA PANDEMIA

No recuerdo haber vivido una situación similar a la guerra silenciosa que estamos padeciendo. Vemos absortos crecer exponencialmente el número de infectados y fallecidos; colapsar a sistemas de salud de países del primer mundo, por lo que es obvio que el nuestro está saturado de antemano. Sorprende, que la cifra de contagiados duplica a la de México y Argentina. Es decir, nuestra patria está ya superpoblada por habitante/kilómetro cuadrado. Y el inicial reencuentro familiar debido a la cuarentena, puede tornarse a la larga conflictivo.

Pienso que se debió convocar a todos los líderes políticos, empresariales y laborales, pidiendo la unión nacional, para guiar al COE Nacional, cuya apadrinada Presidenta requiere ayuda. Y si no lo hacen, porque no quieren transparentar gastos, sería un crimen de lesa humanidad.

Nuestra escuálida economía que ya estaba en recesión, y las boyantes del mundo, están cuasi paralizadas, el comercio funciona a medio gas, las empresas no venden, y sin utilidades, imposible pagar salarios y deudas. Pero nuestro Ejecutivo, “muy suelto de huesos”, “garantiza la estabilidad laboral”…pidiendo lo imposible al empresariado. Por lo que, si esto no se soluciona pronto, la economía nacional colapsará por completo, le diremos adiós a la dolarización, los actos vandálicos se multiplicarán, la policía no podrá controlar tantos frentes, y la hambruna que vendría, dejará más víctimas que el propio virus.

Esperemos que la curva de infección empiece a bajar para que las actividades reinicien y que Dios se apiade del planeta. Pero eso sí, tendrá que darse una condena internacional sin precedentes, hacia los creadores de tan terrible mal. Por lo pronto, las aglomeraciones estarán prohibidas por varios meses y la gente deberá acostumbrase a vivir de manera diferente. El consumismo será visto con otros ojos.

Espero que las personas que superemos la post pandemia, hayamos aprendido a ver y a valorar lo que nos rodea, bienes, familia y amigos, con distinta óptica. Que le hayamos dado al dinero su justo valor. Porque toda crisis tiene su fin, y sobre todo, su lección de vida.