Todo cambió para nuestros mayores

LUIS MUÑOZ MUÑOZ

Con la pandemia todo cambió, ya nada es lo mismo, ni volverá a serlo, su severidad y letalidad es sólo comparable a la llamada gripe española que, en 1918, cobró la vida de millones de personas, con la diferencia que aquella pandemia discriminaba menos a sus muertos y mataba con mayor frecuencia a la gente joven.

Hoy, los casos de coronavirus en niños tienden a ser leves, en los casos de jóvenes o adultos tiene tasas de letalidad bajas, en cambio en ancianos o personas con enfermedades crónicas respiratorias, cardiacas o con diabetes la tasa de mortalidad supera el 6%.

Según las predicciones médicas, debemos seguir siendo muy cautos por al menos un año más, debemos recuperar la normalidad paulatina y prudentemente, para que las consecuencias de la economía doméstica no sean devastadoras. Quienes nos atienden diariamente se exponen a contraer la enfermedad y no solamente los trabajadores de salud, bomberos, policías, abogados y maestros, sino también los empleados de supermercados, farmacias, tiendas, guarderías, empleadas domésticas, porteros, recogedores de basura y muchos otros, a quienes debemos darles gracias cada día.

Hay una verdad inocultable: el vía crucis de “nuestros viejitos”, que sufren de hambre, necesidad y no tienen medicamentos, caminando inevitablemente al más grande holocausto, porque si colapsan los sistemas de salud se activará el “código de guerra” y nuestros mayores serán los primeros sacrificados, por la disyuntiva de escoger a quien se salva y a quien no, obviamente se beneficiarán los niños y jóvenes, los adultos mayores no tendrán opción.

La exclusión que hizo el Gobierno de Correa a los adultos mayores, hoy se vuelve una realidad incontrovertible, si no se aplican con urgencia medidas preventivas para este grupo vulnerable, del que tanto hablamos en teoría, pero poco hacemos en la práctica para atenderlos como se merecen y sin discriminarlos. (O)