Gaia al ataque

El año de 1969 pasó a la historia, no solo como el año en que el ser humano pisó, por vez primera, el suelo lunar; sino también porque, como efecto colateral de ese hecho histórico, surgió una ciencia que luego sería conocida como Ecología.

Efectivamente, los astronautas de la misión lunar fotografiaron, por vez primera a nuestro planeta. Nunca antes había sido posible mirar en su integridad a nuestro planeta. La foto tomada por ellas, desde la Luna, mostró que la Tierra era de color azul, brillante y hermoso.

Un científico inglés, James Lovelock, al ver esa foto se preguntó: ¿qué hacemos nosotros, por la conservación de nuestro planeta? La respuesta sería espeluznante: nada. A partir de eso, se iniciaron una serie de investigaciones y estudios que dieron como resultado la Ecología.

Uno de los postulados de esta nueva ciencia es que el planeta es un ser vivo, que siente, que sufre, que trabaja, que se esfuerza, que goza. El planeta, así concebido, tiene un nombre: Gaia.

A lo largo de su historia, Gaia ha buscado siempre el permanecer en un equilibrio perfecto. Agua, tierra, aire y fuego son los elementos que le pertenecen y con ellos logra su objetivo. Si por cualquier motivo, una de esas fuerzas se desata y provoca un desequilibrio, Gaia forza a actuar a las otras para recuperar el tan anhelado equilibrio.

En los últimos años, los humanos hemos atentado contra ese equilibrio. Las emisiones de carbono envenenaron el aire; la basura y los residuos tóxicos envenenaron las aguas; los incendios provocados alteraron por semanas la temperatura ambiental y la tierra fue desbastada por una deforestación inmisericorde y las fronteras agrícolas traspasaron lo deseado. El resultado fue conocido como el calentamiento global. Los humanos no hicimos caso de sus advertencias y Gaia debió actuar.

Si las advertencias del planeta no fueron escuchadas por los humanos, Gaia, debió hacer algo por recuperar su equilibrio, y ese algo, hoy lo sufrimos en forma de una pandemia que nos ha acorralado en nuestros domicilios, sin poder salir, sin poder seguir atentando contra ella.

En apenas un mes de la presencia del coronavirus en nuestra vida, los resultados son visibles. La capa de ozono ha recuperado sus límites, las aguas se han tornado límpidas y transparentes y en ellas aparecen nadando una gran cantidad de peces, varias especies de animales aparecen paseando, orondos, su belleza por las calles y plazas de las ciudades humanas. La naturaleza va recuperando su equilibrio, mientras los humanos nos hundimos en el miedo y la desesperación.