Guayaquil y sus padecimientos

La presencia de la pandemia desatada en el mundo con el aparecimiento del Covit19, ha afectado gran parte del globo, y ha sido despiadada con Guayaquil, particular que me permite contar los crueles quebrantos vividos por ese pueblo en otros años.

En un estudio que refiere al siglo XVIII, identifica en Guayaquil enfermedades que dejaron dolorosas huellas. En primer lugar, está la viruela, que por sus características destructoras provocó un descenso en la población. Se agrega la fiebre amarilla, que afectó gravemente la población guayaquileña, debido a los problemas climáticos que permitieron la transmitieron la enfermedad. Así mismo, se desarrolló el sarampión, pestes y fiebres altas de origen desconocido.

La más catastrófica de las enfermedades fue la fiebre amarilla. Las enfermedades causaron graves dificultades en la gente, así como de enormes pérdidas económicas. La frecuencia de pestes y fiebres desconocidas, completaron el cuadro que afectó la salud de Guayaquil. Además, hubo enfermedades de transmisión sexual que igual afligieron a la población.

Se agregan otras enfermedades que no fueron epidémicas y que asomaron a lo largo de ese siglo, complicando a los guayaquileños. Se suman el vómito prieto, la lepra, las paperas, las toses tenaces, la parasitosis intestinal, la tuberculosis, las fiebres eruptivas, la tifoidea, la difteria.

Para esos tiempos la iglesia hacia comprender el marco conceptual que regía en el siglo XVIII. Su papel estuvo ligado a la conservación de poder, la Iglesia tuvo franca participación en el “cuidado de las almas”. El asunto de mayor importancia fue la asistencia a moribundos y enfermos. Es decir, cuidaba la “transición” con la administración de sacramentos a nivel particular y en la institución hospitalaria.

Ahora, es el Estado quien garantiza la salud de la población y enfrenta la pandemia Corona Virus, a través del Ministerio de Salud y otras organizaciones que se esfuerzan por controlar la enfermedad, aspirando que los efectos devastadores para la vida y economía de los ecuatorianos sean aminorados. Sin embargo, indolencias del gobierno complican gravemente el ansiado bienestar, avizorándose un triste devenir.