Renacer como especie

Santiago Armijos Valdivieso

Justamente, cuando la especie humana descifró el genoma humano, envió sondas de exploración al planeta Marte, inventó la impresión en tercera dimensión, logró cirugías complejas con brazos robóticos y desarrolló la inteligencia artificial; hizo abruptamente su aparición un nuevo virus para abofetearla y recordarle que, pese a todos sus asombrosos triunfos, sigue siendo perecible, frágil y vulnerable ante los designios insondables del universo, lamentablemente, azuzados por los excesos del comportamiento humano que, aún no ha podido dar respuesta cierta a la primigenia pregunta planteada por los filósofos en la antigüedad: ¿Hacia dónde nos dirigimos como especie?

Lo digo con preocupación porque gran parte de las tendencias que han marcado nuestra vida han sido el excesivo individualismo, la indiferencia hacia los males colectivos, la banalidad social, la minimización de lo importante y la sobrevaloración de lo intrascendente.

Por ello, a pesar del transcurso de miles de años, podría tener validez, en los duros momento que vivimos, lo dicho por Heráclito de Éfeso, quien afirmó que la especie humana está marcada por constantes contradicciones sin las cuales no podría superarse ni dimensionar el rostro positivo de la vida. Esto es: si no estuviéramos nunca enfermos, no entenderíamos lo que significa estar sanos; si no tuviéramos nunca hambre, no sabríamos apreciar estar saciados; si no hemos soportado la guerra, no podríamos valorar la paz; si no hubiera invierno, no podríamos maravillarnos con la primavera.

Posiblemente, no estemos completamente de acuerdo con ello, pero es indudable que las afirmaciones del filósofo jónico deberían invitarnos a reflexionar sobre lo que no supimos valorar antes del flagelo y así renacer como una mejor especie que entendió que todos los excesos son perjudiciales y que las mayores virtudes están ubicadas en el equilibrio de un todo. (O)