Desinformación y coronavirus

“La primera víctima en la guerra es la verdad”, dijo el senador estadounidense Hiram Johnson, en 1917, durante la Primera Guerra Mundial. Frase actual en días de cuarentena, hacinamiento y encierro. La tercera guerra mundial llegó en forma de un diminuto virus que puede atacar a cualquiera.

Pero, con la pandemia también llegó la desinformación, muy activa en tiempos de redes sociales, donde se “viraliza” (cruel comparación) cualquier estupidez convertida en “dato certero”, porque “alguien” le dijo a “otro alguien”.

En la Segunda Guerra Mundial, Churchill dijo: “En tiempos de guerra la verdad es tan preciosa que debería ser protegida por un guardaespaldas de las mentiras”.

La tecnología y la ciencia avanzan, pero ninguna de las dos da respuesta a este enigma mortal del virus de origen chino. La guerra no solo es contra la enfermedad, sino contra la desinformación.

Las redes sociales sobrepasaron el manejo responsable de la información y llegan sin intermediarios al público. Regímenes autoritarios, como el de China, ocultaron lo que ocurría en Wuhan y castigaron a los que se salían del canal oficial para advertir el peligro.

Funcionarios irresponsables de algunos países, como el nuestro, anuncian la llegada de insumos, mascarillas o pruebas contra el virus, cuando es mentira. De eso se aprovechan los expertos en manipulación para inducir al miedo a una población que ya está dominada por la incertidumbre.

Se cuestiona los canales oficiales, se duda de la información de los enlaces nacionales y se asegura, “de buenas fuentes”, sin verificación, que habrá “toques de queda totales, que hay cientos de muertos en tal ciudad, que no hay equipos o que los hospitales no dan abasto”.

El coronavirus es una pandemia y un fenómeno social que llegó para quedarse. Que termine pronto esta pesadilla.

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