Nadie es ajeno

Los líderes del mundo no trabajaron para diseñar una respuesta en conjunto y prefirieron promover su muro fronterizo que hacerle caso al asesoramiento científico de sus propios médicos expertos. El mismo desprecio por la ciencia y el impulso de bloquear extranjeros, con excepciones, ha caracterizado a líderes del globo terráqueo, lo cual genera cinismo y provoca que las personas no sepan a quién creerle.

Mientras el saldo de los afectados por el virus continúa en aumento y los mercados financieros desde Tokio a Nueva York, caen, los líderes mundiales al fin comienzan a aceptar la gravedad de lo que ya es una pandemia. Y eso nos traslada al 2000 cuando 189 gobiernos en la Cumbre de Abuya, se comprometieron en destinar el 15% de su presupuesto para mejorar la salud. No lo hicieron y veinte años después, estamos lejos del objetivo.

En América Latina, los jefes de estado recibieron alertas y tomaron medidas –unas tibias y otras drásticas- para precautelar la salud de sus habitantes. La declaratoria del gobierno ecuatoriano de emergencia sanitaria, cuarentena, toque de queda y otras restricciones busca cumplir con responsabilidades personales y comunitarias.

Nadie es ajeno al virus, arrasa con ideologías y credos. Presidentes, monarcas, deportistas, cantantes, médicos, jóvenes, periodistas, niños, adultos y ciudadanos de a pie del planeta, sucumben ante la pandemia. No hay una varita mágica pero la meta del distanciamiento social es aproximarse a una inmovilización total, por ello la interacción humana debe reducirse al mínimo

Pero si los médicos en todo el mundo a nivel tecnológico luchan con el virus, en América Latina en particular, la batalla se libra en los bolsillos de quienes no pueden darse el lujo de quedarse en casa y deben elegir entre protegerse o comer, mientras el extraordinario sonido del silencio habita en las ciudades del mundo.

Al descubrir que todos somos vulnerables, el lenguaje de guerra se instaló junto con la pandemia como medicina de campo de batalla: rezar, mantenernos unidos, darnos ánimo, tener fe y no paralizarnos por el miedo. Cuando libremos la batalla, la humanidad podrá curar completamente a la tierra y aprender todo lo que no aprendió.

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